Ecuador, 26 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

¿El ingenio popular se perdió para siempre?

¿El ingenio popular se perdió para siempre?
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
17 de enero de 2016 - 00:00 - Pedro Reino Carrasco

Y se fueron para siempre las loas de los pases del Niño Jesús y los gritos de los “guambras” a los chorizos de caras alegres, vestidos con enormes calzones enterizos y armados del mojicón con el que se daban gusto persiguiéndolos para “darles  su merecido” a las insultantes provocaciones.

Un guambra con careta de chimpancé le decía: “Choricito la lección /Tu mamita sin calzón /En la esquina de la estación / Amostrando la tentación”.

El  chorizo se quedó espiándolo  sin saber de dónde había salido la “ofensa” y de pronto, ante la expectativa de los curiosos le contestó: “Calla guambra malcriado /Tienes cara de diablillo  /Anda y vele el calzoncillo /Que te pones revirado. /Anda  lávate en la acequia / Con un poco de cabuya /Y anda dile a tu ñañita /Que esta noche no me huya”.

Por alguna esquina de nuestros pueblos la banda de músicos tocaba unas canciones con olor a los últimos buñuelos del 6 de enero.

Las floristas con “chagrillo” llenaban las calles de pétalos deshojados directamente de la alegría de los Santos Inocentes. Una careta de ojos saltones gritaba al chorizo desde algún lado de la calle:

“Choricito la lección / Tu hermanita sin calzón, / En la esquina de la estación / Amostrando la colación”. Y el chorizo sale en persecución del atrevido, pero solo alcanza a contestarle: “No me jodas tiriciado / Que tu taita tiene piojos / Por toditas las costuras / Porque nunca se ha bañado”.

Todavía no acaba de responder, y una viejita desde una careta de abuelita le decía: “Choricito la lección / Tu abuelita sin calzón / En la puerta de la pensión”. La gente ríe y aplaude a los inocentes, y el chorizo demuestra sus destrezas persiguiendo las voces que se esconden tras de cada carcajada: “No te metas con mi abuela / Que la tuya está en la paila / Abrazando a Satanás/ Calientita en la candela”.

Mientras el chorizo persigue a sus malquerientes, tiene que aparecer alguien que grite desde el lado contrario por donde pasa fueteando en las cabezas a los que no han dicho nada.

Entonces los más tiernos lloran de verdad porque el mojicón de arena duele cuando golpea: La careta hecha con el molde de un viejo con un cigarrillo en la boca, gangueaba  su improntus:

“Choricito la lección / Tu abuelita sin calzón / Tiene chuna la maldición”. Esto no se queda así.

Las palabras saltan al aire más rápido que el chagrillo y divierten tanto como la música: y el Chorizo “llumi” tiene cólera debajito de su careta.  

Antes que le conteste, otra careta de perro le ladra agresivamente: “Choricito la lección / Tu cuñada es la tentación / De todita la población”.

Y hasta un burro resignado tras de una sufrida careta le consuela: “No pelees choricito / deja que la gente mienta / arreglemos la verdad / Que yo tengo la herramienta”.

Finalmente, el chorizo lo que alcanza a decir entre el griterío de la gente es: “Mi querido compañero / Todos damos la lección /Anda agacharás el lomo / Yo te doy mi bendición”. Mientras el paisaje  se humedece de golosinas y las gallinas se chupan los caramelos convertidos en lombrices que han botado los niños;  por los lados de la cordillera de los Llanganates, los diablos salen del infierno a bailar encanijados  delante de la iglesia.

Y es de ver lo que no todos ven: las razones por las que los diablos se ponen a comer fritada frente a las pailas ardientes, desafiando a la propia paila de la Tungurahua. Y hay tantas cosas profundas que ni los propios diablos entienden.

En la loma siniestra, a donde vuelan desde el cráter del Tungurahua, las nubes negras y las fumarolas ardientes se ven entre relámpagos incandescentes  las carcajadas  de los demonios alegres, mostrando sus generosos dientes incisivos  entre sus rostros enrojecidos.

Los diablos, sentados sobre sus rocas, sobre sus precipicios, disfrutan del vértigo, riéndose, pero sin entender la alegría, porque según decían, les era primaria y solo se excitaban con el sadismo  de los que nacían con las almas chuecas y los espíritus contaminados por la soberbia, el orgullo, la lujuria, la gula y otras virtudes del mal.

Penumbras de metamorfosis. Los diablos entre las fumarolas de vapor de agua y gases de azufre anaranjados, bebían en grandes copones de oro, sentados en  infinitas mesas con vajilla de plata labrada.

Se veían restos de algún gran banquete o festín con demonios que habían quedado ebrios: Alzando su cabeza Gran Pietro Garafa vomitaba latinajos cum nimis absurdum.

“Es absurdo e inconveniente en grado máximo que los judíos, y los indios ahora, que por su propia culpa han sido condenados por Dios a la esclavitud eterna, puedan ser tolerados hasta el punto que vivan entre nosotros”. ¿A cuántos indios hemos sacado de las supersticiones?, ¿Valdrá la pena mandar indios y negros al cielo?
Con otro tronido ensordecedor, los diablos brindaban el aguardiente de las moliendas de Baños.

Se bebían por jarrones, hasta quedarse con los ojos saltados y la lengua suelta para lamerse las codicias del mundo.

Sus discusiones también versaban sobre el poder, pero lo relacionaban con el tener. Los más viejos argumentaban que la verdad y el poder son los dos extremos de los modos de vivir. Los que se creen buenos quieren vivir con la verdad, pero el poder y sus devotos la ocultan. De estas contradicciones nace la diplomacia que suaviza el engaño. La demagogia solo es una careta, decían  fanáticos  convertidos en devotos de la demonología. (I)

La vida no puede existir sin una de tantas máscaras

Quienes conocen la verdad son quienes pueden desenmascarar a cualquiera. Pero también el tiempo hace podrir las máscaras a los demagogos.  ¿Quién podrá desenmascarar a los manipuladores que se escondieron tras la muerte? ¿Y qué importa la verdad después de esta? Argumentaban otros. Por eso creen que la verdad solo sirve para la noción del presente. La verdad es cosa de ir construyendo conjuntamente con el ropaje de la trampa. Los diablos conversan de todo y con todos en el altar de los truenos que tienen levantado en Píllaro. Las huarichas y las carishinas son las sacristanas del infierno alegre que pregona los gritos de libertad desde cuando vinieron los diablos a nuestra América. Y se sabe que ellos disfrutan con los estruendos que son el producto del caos en los ritmos, de la anarquía de los sonidos. Y así había ocurrido desde cuando produjeron el hundimiento del cerro gigantesco del Carihuairazo, hace cientos de  años. Y ahora las nubes nuevamente están juntándose de modo extraño cansadas de las desarmonías de la vida en esta tierra. Algunos han empezado a tener alucinaciones y visiones terribles. Y los diablos, cuando arrojan sus caretas en el  Tungurahua, dejan de ser temidos y se vuelven campesinos que siembran la fe de las insurrecciones. Murciélagos y toros;  cerdos y serpientes solo son máscaras para los rituales de la nada. ¿Qué haremos cuando ya no podamos engendrar las alucinaciones? (I)

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media