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LA MAYORÍA DE COMERCIANTES LLEVA DÉCADAS EN ESA LABOR, QUE EN ALGUNOS CASOS HA SIDO HEREDADA

Mercados urbanos, mundos similares y diferentes a la vez

Piedad Molina lleva 60 años como vendedora. Se inició en las ferias que antecedieron a los mercados y ahora vende en “Iñaquito”. Foto: Fernando Sandoval | El Telégrafo
Piedad Molina lleva 60 años como vendedora. Se inició en las ferias que antecedieron a los mercados y ahora vende en “Iñaquito”. Foto: Fernando Sandoval | El Telégrafo
23 de febrero de 2014 - 00:00 - Redacción Quito

Piedad Molina es, a sus 83 años, una de los comerciantes que laboran en los 33 mercados y ferias que existen en el Distrito Metropolitano.

La mujer se dedica desde hace 35 años a la venta de frutas y verduras en uno de los puestos del Mercado Municipal La Carolina (norte), más conocido por los quiteños como mercado de Iñaquito.

Cuatro años antes de la construcción de esa infraestructura, trabajó como feriante en el terreno ubicado al frente, donde hoy funciona el local de una cadena de supermercados. Pero 20 años antes de aquello ya se dedicaba a vender en distintas plazas de la ciudad; desde que decidió independizarse económicamente de su esposo (ya fallecido), quien la maltrataba “por culpa del licor”.

“Doña Piedad”, como la llaman sus colegas y conocidos, agradece el haber logrado construir su vivienda, ubicada en el barrio Toctiuco (centro- occidente), cuando ser “ca se ra ” resultaba rentable. “Una no se hacía millonaria, pero (el negocio) dejaba para vivir”, comenta. Y asegura que su labor actualmente “es casi un entretenimiento”.

Esa visión es compartida por el matrimonio formado por Angelina Cachicán (77 años) y Agustín Cabascango (78 años), originario de Otavalo, que expende comida preparada en el mismo lugar de abasto desde su creación hace más de 3 décadas. Según la pareja, el movimiento de clientes es, por lo general, nada más que regular, con excepción de “un día que otro, cuando sí llega la gente”.

María Paz lleva casi 50 años vendiendo comida en el mercado Central. El sitio recibe diariamente a cientos de comensales. Foto: Álvaro Pérez | El TelégrafoTanto Molina como los esposos Cabascango-Cuchicán opinan que el cambio de costumbres de la gente y la competencia de los supermercados y centros comerciales han afectado a sus negocios, a pesar de que los mercados municipales tienen la ventaja de ofrecer menores precios en todos los giros de venta.

La situación, sin embargo, sería diferente en algunos sitios de comercio; sobre todo, en aquellos ubicados en el centro y el sur.

Por ejemplo, casi 200 personas acuden diariamente al comedor del mercado Santa Clara de San Millán (centro-norte), de acuerdo con cálculos de sus trabajadores, para quienes su labor sí constituye el sustento de sus familias.

Algo similar sucede en el mercado Central (sector La Marín), cuyo patio de comidas recibe a cientos de comensales cada jornada. María Paz (82 años) vende desde hace medio siglo corvina frita y cebiche en el lugar. La anciana comenta que uno de los secretos es la frescura de los productos que vende, los cuales recibe todos los días de un proveedor que los lleva desde Esmeraldas hasta la capital.

César Meza es uno de los clientes asiduos del lugar pues -afirma- viene como mínimo 3 veces por semana, tanto para adquirir productos para la cocina de su casa como para degustar algunos de los platillos que allí se ofrecen.

Según Meza, los ingredientes que se venden crudos y aquellos con los que se preparan los alimentos son frescos y el proceso es higiénico; a ello se añadirían los secretos que cada sitio de comida agrega a sus platos, “haciéndolos deliciosos”.

CADA SITIO TIENE SU PROPIA ESPECIALIDAD

Anteayer, como todo los viernes, el trajín en el mercado América -en el barrio quiteño del mismo nombrese inició casi a las 04:00.

A esa hora, decenas de vehículos empezaron a estacionarse en las calles Venezuela y Buenos Aires (centro-norte de la ciudad), en cuya intersección está el sitio de abasto capitalino, conocido desde hace casi 13 años también como el mercado de las flores.

Los ocupantes de algunos llegaban para descargar miles de pacas de rosas, margaritas, anturios, claveles, girasoles, crisantemos y más especies producidas en la provincia de Pichincha. Mientras otros eran propietarios de florerías, comerciantes del producto en otros mercados, amas de casa o vendedores ocasionales de arreglos.

Este negocio tiene lugar los martes, viernes y sábados, desde antes del alba hasta casi el mediodía. El sitio es también un fuerte proveedor de mariscos en la ciudad desde hace 4 décadas.

No obstante, en este rubro compite con el mercado de San Roque (Centro Histórico), el lugar más tradicional para adquirir productos frescos del mar en Quito.

Allí, la actividad empieza también antes del amanecer con la llegada de camiones cargados desde la Costa, en un caso; y el norte y centro del país, para tubérculos, hortalizas, frutas y verduras.

Al sur, el mercado Mayorista se constituye en un compendio del consumo de los capitalinos y en el sitio se puede encontrar, a precios cómodos, prácticamente todo lo que se cultiva, cría y pesca en todas las regiones del Ecuador.

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