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La independencia económica es uno de los beneficios que ofrece este emprendimiento que se ejecuta en el sector de nayón

Huertomanías, una alternativa inclusiva para personas con trastornos mentales

Los sembríos se realizan en terrazas para optimizar espacio y recursos. El trabajo se mide bajo un sistema de puntos que permite una división justa de las ganancias obtenidas por la venta de los productos.
Los sembríos se realizan en terrazas para optimizar espacio y recursos. El trabajo se mide bajo un sistema de puntos que permite una división justa de las ganancias obtenidas por la venta de los productos.
Foto: Mario Egas / EL TELÉGRAFO
07 de octubre de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

Brindar autonomía económica a través del trabajo y poner el tema de la salud mental sobre la mesa son los objetivos de Huertomanías.

El espacio permite que personas con diagnósticos de enfermedades mentales como esquizofrenia, bipolaridad o depresión se reincorporen a una vida activa y productiva.

La iniciativa nació en 2014, durante una asamblea del Centro de Salud Mental Comunitaria que impulsó el Ministerio de Salud.

En ella participaron médicos, familiares y pacientes, y determinaron que la dependencia económica de estos últimos era uno de los principales limitantes para que pudieran llevar una vida normal.

La creación del huerto urbano fue la mejor alternativa para que estas personas puedan empoderarse nuevamente de su destino.

Aimée DuBois, directora del Huertomanías, considera que una de las mayores barreras que enfrenta una persona diagnosticada con algún problema de salud mental es que la gente a su alrededor asuma que ya no pueden hacer nada. “Entonces sugieren que el enfermo se quede en la casa: ya no trabajes, no estudies, no salgas, no te enamores, no te diviertas”.

Para rebatir este tipo de pensamientos, la idea se puso en marcha en marzo de 2015, en un terreno en el noroeste de Quito. A finales de ese año, Huertomanías contó con un terreno en Nayón, que es cultivado hasta hoy. Hortalizas, verduras y frutas son parte de la variada producción del huerto orgánico.

“No es un programa de salud ocupacional, sino una fuente de empleo para personas que sufren de alguna enfermedad mental y que por ello no han podido encontrar un trabajo o seguir estudiando, pero quieren avanzar, vivir”.

Carlos Granizo concuerda con este pensamiento. Él es uno  de los socios más recientes del proyecto y  se incorporó gracias a su familia, que encontró este espacio. “Me gusta mucho la experiencia, vengo a diario y con el dinero puedo hacer cosas que antes aunque quería, no podía, como ir al cine”.

La experiencia les ha permitido reconocer los productos que más se adaptan al tipo de suelo y clima. Esto, y el anhelado incremento en las ventas, les permitirá  extender el espacio de trabajo e incorporar a más personas en el proyecto.

Actualmente, nueve socios y varias pasantes colaboran en la producción del huerto. Al ser un tema de interés social, universidades como la San Francisco de Quito han incluido este huerto como una opción para que sus estudiantes realicen proyectos comunitarios y prácticas preprofesionales.

María Emilia Bahamonde es una de ellas. Estudia psicología y siente que este espacio le ha permitido definir el tipo de trabajo que espera realizar en el futuro. “Como estudiantes no habíamos tenido la posibilidad de tratar con personas con trastornos mentales; por eso, es enriquecedor trabajar directamente con ellos”, dice.

El huerto urbano cuenta con el respaldo de ConQuito, una entidad municipal que brinda asesoría técnica para los cultivos y para los productos de valor agregado. Gracias a ello, los emprendedores se han capacitado en temas de siembra e inocuidad alimentaria.

Los productos se comercializan en el mirador de Nayón, el segundo y cuarto domingo de cada mes, de 10:00 a 14:00. También en varias ferias de productos orgánicos en la ciudad. Les ha ido bien, pero esperan más apoyo de la gente. (I)

Los 9 socios del proyecto se involucran en la producción total de los frutos, desde la siembra, la cosecha hasta la realización de productos más elaborados como pesto, mermeladas y sales saborizadas. Foto: Mario Egas / EL TELÉGRAFO

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