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El Telégrafo
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Personas oriundas de varias partes de Ecuador viven en Quito desde hace décadas conservando costumbres históricas

Los oficios tradicionales luchan por sobrevivir en una ciudad industrializada

Los oficios tradicionales le dan una segunda oportunidad a objetos que, por el uso, han sufrido algún daño. La costumbre de reparar zapatos, ropa, utensilios y más, se mantiene en Quito. Foto: Daniel Molineros/ El Telégrafo
Los oficios tradicionales le dan una segunda oportunidad a objetos que, por el uso, han sufrido algún daño. La costumbre de reparar zapatos, ropa, utensilios y más, se mantiene en Quito. Foto: Daniel Molineros/ El Telégrafo
30 de agosto de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Remendar, componer y zurcir son costumbres que se mantienen en los quiteños, aunque son pocos los locales que todavía practican esos oficios tradicionales.   

En medio de decenas de zapatos ubicados en estanterías, en el piso y en cualquier rincón, trabaja Jorge Ortiz (43 años). Toma un zapato, que identifica en medio de una extensa variedad de tamaños y colores, y empieza a coser su suela. Es la Cosedora El Tejar, una tradicional zapatería ubicada entre las calles Olmedo e Imbabura, en el Centro Histórico de Quito.

En medio del local está la máquina Landis con la que repara los zapatos. Recuerda que fue una de las primeras que llegó a Ecuador, como hace 40 años, modernizando —en aquella época— el cosido del calzado.

Jorge se dedica, desde hace 25 años, a cambiar suelas, medias suelas, plantas, tacos, tapas y más. Aunque antes era muy común hacer zapatos a la medida, Jorge dejó de confeccionarlos por los altos costos.

Comenta que aún se mantiene la costumbre de reparar el calzado: “Dicen que el zapato usado ya está moldeado al pie”. Jorge es de los pocos artesanos de Quito que conservan el oficio desde hace décadas. A pocos pasos de ahí está la Peluquería La Guayaquileña. Edison Puetate (74) es peluquero y barbero.

Aunque tiene su local desde hace 25 años, el mismo tiempo que vive en Quito, aprendió el oficio a los 14 años. Recuerda que su primer negocio lo tuvo en Tulcán, donde nació. “Hago solo el corte masculino, el corte normal, no como los de ahora que han evolucionado”, dice Edison. Lo mismo sucede con la barba, solo hace la chiva capuchina, el candado y el murciélago.

Peluqueros, como Edison Puetate, se mantienen en esta actividad conservando los cortes tradicionales de hace varias décadas.

Uno de los instrumentos que se ha perdido con el tiempo es la navaja de acero para afeitar. Hay una en la peluquería, junto al asentador de cuero que sirve para afilar y Edison la conserva como decoración y un recuerdo de cómo se ejercía su oficio hace varios años. Aunque el comercio es una de las características del centro de Quito, existen barrios que mantienen dinámicas de interrelación social que datan de hace varias décadas. Y es en estos espacios donde los oficios tradicionales también luchan por sobrevivir, como el de sastre.

En la calle Abdón Calderón y Túpac Yupanqui, en el barrio San Roque, trabaja desde hace más de 40 años Fausto Tejada (77) en su local Confecciones Ma-Vic. Hace camisas, blusas y todas las reparaciones que requieran estas prendas, como cambiar cuellos y puños. Sus diseños son los tradicionales, los que puede confeccionar con sus máquinas de costura recta, overlock y la pegadora de botones.

Llegó a Quito cuando tenía 20 años. Aprendió el oficio cuando terminó la escuela en su pueblo natal Pasa, Tungurahua. Recuerda también que todos ahí se dedicaban a confeccionar camisas.

De igual manera, en el barrio La Loma, en las calles Rocafuerte y Fernández Madrid, Yene Paucar se esfuerza porque la tradición de coser se conserve. Hace 7 años puso su local Confecciones Yene, pero lleva en esta actividad desde hace 30 años. Oriunda de Loja, llegó a Quito a sus 17 años.

Hace ropa de mujer, hombre y niños. Ella confecciona el diseño que le pidan, el primer paso es la elaboración de los figurines.

En el barrio San Marcos, en la calle Junín y Javier Gutiérrez, trabaja, desde hace 7 años, José Barrera (65) en su local Madera Noble. Se dedica al taraceado, una técnica árabe —explica— en la que se unen maderas de diferentes tipos con incrustaciones de concha, hueso, perla, hilos de plata y más. Se ha dedicado a trabajar en madera por más de 30 años.

Hablar con José es hacer un recorrido por la historia de Quito. Recuerda que antes se elaboraba un mueble llamado bargueño, el cual tenía por lo general 9 cajones pero uno guardaba un cajón secreto.

Alfonso Ortiz Crespo, cronista de la ciudad, considera que se han perdido casi todos los oficios tradicionales de Quito. “La modernidad, la industrialización, la producción masiva de todo, como vestidos, calzado, utensilios y electrodomésticos, ha hecho que el artesano sea absolutamente superado por la industria de la fabricación”.

Explica que estos oficios (como el zapatero, el carpintero, el sastre y el hojalatero) eran los que daban soporte a la vida diaria. Agrega que los cambios dinámicos de la población se han dado desde los años 1950 y 1960, cuando los habitantes, independientemente de su clase social, fueran propietarios o inquilinos, salieron a otras zonas de la ciudad.

Por eso, por ejemplo, José Barrera optó por el barrio San Marcos porque considera que es el último lugar de Quito que mantiene su identidad y su pertenencia. Según el cronista, lugares como este o como La Loma, mantienen la dinámica de barrio porque son sitios que menos población han perdido.  

Que los hijos no quieran continuar con el oficio de sus padres es otra de las razones para que estas actividades, poco a poco, se pierdan. (I)

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