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Los difíciles "primeros pasos" del Ecuador

Los difíciles "primeros pasos" del Ecuador
12 de junio de 2017 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

El nacimiento del Ecuador se verificó como un lento proceso de consolidación del Estado como institución, tanto a nivel de un pretendido control territorial como de un proyecto de articulación social, a largo plazo. Sin embargo, la clave que posibilitó su nacimiento fue el reconocimiento de la regionalidad como hecho constitutivo de un país que surgió como la suma de complejas sociedades regionales que expresaban sus propios rasgos políticos, económicos y culturales, lo que quedó expresado en el pacto de unión y asociación de Quito, Guayaquil y Cuenca, en agosto de 1830, momento germinal de la existencia del Estado y la República del Ecuador.

El pacto de unión fue el sustento condicionante de posteriores alianzas, compromisos y negociaciones entre las élites capitalinas y los liderazgos regionales, concretadas en gobiernos de distinta índole (democráticos, dictatoriales, caudillistas), los que evidenciaron la persistencia de viejas prácticas coloniales o de “antiguo régimen”, dentro de la expresión política republicana.

La atomización de las fuerzas políticas se hizo presente en diferentes coyunturas bajo el impulso de sentimientos regionales o políticas de centralización administrativa. Impulsos centrífugos y fuerzas centrípetas se mantuvieron en constante lucha, a lo largo del siglo XIX, con la finalidad de capturar espacios de acción e intervención en lo geográfico, social, político, económico y cultural.

En sus inicios, el Estado ecuatoriano se asumió como una institución burocrática que a pesar de sus aislados intentos, fue incapaz de articular un proyecto nacional que favoreciera la inclusión y participación de los más amplios sectores de la sociedad civil. Con el paso del tiempo, predominó la tendencia a la centralización política y administrativa, por tres razones principales:

La necesidad de fortalecer el Estado nacional y dotarlo de identidad, legitimidad y capacidad de control territorial-social.

La tendencia al caudillismo y el personalismo autoritario, el cual afloraba, sobre todo, en momentos de crisis políticas y económicas.

El constante peligro de invasión extranjera (tanto de Perú como de Colombia), lo que obligó a planear un Estado fuerte, con un ejército competente y políticas de relación internacional.

Todo lo anterior coadyuvó a que los aislados ensayos políticos igualitarios y democratizadores -que sí existieron, como en el caso de las reformas del primer liberalismo ecuatoriano (marcista en su versión urbinista)- caigan, finalmente, en saco roto, al ser neutralizados por los intereses de las élites terratenientes. (O)  

 

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