En su ensayo ¿Qué es la ilustración? (1784), el filósofo alemán Immanuel Kant sostiene que la ilustración es la única conquista humana que garantiza la liberación del individuo, trasponiendo así el predominio de la razón por sobre las pasiones.

El pensamiento europeo del “siglo de las luces” distinguía entre las naciones ilustradas -que habían alcanzado un determinado grado de civilización y progreso- y las que todavía adolecían de atraso intelectual y moral, como eran -según ellos- los pueblos de África, Asia y América.

A partir del siglo XVII y esencialmente en el siglo XVIII, Europa construyó la imagen de una pretendida inferioridad americana, la que luego será conocida como “la calumnia de América”, en la expresión del historiador mexicano Edmundo O’Gorman. La teoría pseudocientífica elaborada por autores como Francis Bacon, el Conde Buffon y el Abate de Paw, sostenía que, natural y culturalmente hablando, América era más joven que Europa, mocedad que en el ámbito de la naturaleza explicaba los altísimos niveles de humedad en el aire, lo que favorecía la putrefacción y presencia de una multitud de insectos que transmitían enfermedades.

Y en el aspecto humano, ese determinismo geográfico se traducía en inmadurez y salvajismo, rasgos que eran resumidos en la palabra “barbarie”, como significante y significado opuesto a “civilización”, condición, esta última, distintiva de los europeos.

Los europeos que llegaron al Nuevo Continente en los siglos XVIII y XIX, venían sugestionados por esta carga ideológica, por lo cual no podían ser completamente objetivos en sus juicios y apreciaciones sobre la América no anglosajona, amén de la carga racista que la “calumnia” acarreaba.

El discurso de la superioridad europea y la consiguiente inferioridad americana se aplicaba tanto en la observación de la naturaleza como de la cultura. Pero el nivel de “progreso” o “atraso” de los pueblos de América se medía con la vara impuesta por la mentalidad burguesa de los europeos, quienes, desde su visión ilustrada, tasaban esos lugares exóticos donde, según ellos, germinaba la molicie, la indolencia y la ignorancia entre grupos humanos considerados “salvajes”. (O)