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El Telégrafo
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Análisis

El fantasma del fraude electoral es un recurso cansino que se desvanece frente a los hechos

El fantasma del fraude electoral es un recurso cansino que se desvanece frente a los hechos
Foto: John Guevara / El Telégrafo
09 de enero de 2017 - 00:00 - Redacción Política

Si la OEA, liderada por Luis Almagro, vigilará las elecciones ecuatorianas, entonces ¿cuál es la posibilidad de que haya trampa el 19 de febrero?

Gilmar Gutiérrez lleva 4 años hablando de fraude. Lo hizo en 2013, pese a la holgada e inobjetable victoria de Rafael Correa. Desde entonces no ha parado. Su punto de partida fue el padrón electoral, supuestamente adulterado.

Ahora, a las puertas de unos comicios electorales de dimensiones históricas, insiste con sus denuncias. Ayer fue el primer ensayo de las elecciones y hasta cuestionó la urna–biombo que se usará, porque, supuestamente, facilitará el ingreso de papeletas adulteradas.

Juan Pablo Pozo, presidente del CNE, ha tenido la paciencia durante estos meses de responder todo, desde dudas válidas hasta disparates electoreros. Ese es su deber como árbitro de la partida que ya empezó.

También lo es garantizar absolutamente todas las condiciones de transparencia. El CNE habilitó un centro para absolver preguntas, el software ha sido abierto a todos. Hay consejos consultivos con los partidos políticos en cada provincia, los actores directos tienen acceso a cada una de las etapas del proceso y la OEA, muy alejada del gobierno actual, vigilará las elecciones.

Con todas estas garantías, de nada le sirve a la oposición encender alarmas engañosas. El país no lo merece. Además, es una estrategia poco efectiva. Ojalá que en la noche del 19 de febrero el ganador o los ganadores sean reconocidos por el resto de candidatos. Y si hubiere segunda vuelta sería muy sano y destacable que el aspirante perdedor llame a quien triunfe para felicitarlo. (O)

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