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Las manifestaciones destituyentes de estos días

Las manifestaciones destituyentes de estos días
05 de marzo de 2014 - 00:00 - Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

El capital financiero internacional está a la ofensiva. Su estrategia es absolutamente acompañada y hasta sustentada por una diversidad de mecanismos, medios, políticos, partidos y hasta gobiernos.

Lo que ocurre en Venezuela, Ucrania, Brasil, Argentina, Ecuador o Bolivia no es ajeno a todo esto. Por eso fue muy importante escuchar al canciller argentino Héctor Timerman en la sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Ahí dijo: “Los países latinoamericanos aprendieron con fuego que el respeto de las libertades y garantías individuales solo es posible en el marco de una irrestricta vigencia de las instituciones democráticas”. Y advirtió: “Nuestras incipientes democracias todavía son objeto de presiones que ponen en riesgo la continuidad de gobiernos elegidos por las mayorías”.

Y a continuación señaló algo que no es motivo de reflexión profunda en nuestros países en estos días: “La tentación de algunos de tomar las calles, aun con el apoyo de parte de la ciudadanía, con el propósito de desviar la voluntad de los sufragios, nos puede llevar a una espiral de la que será difícil salir, pues no habrá gobierno, sin importar su color político, que resista manifestaciones destituyentes”.

¿Por qué mencionamos a Ecuador en este panorama propuesto por el canciller argentino? ¿No fueron Lucio Gutiérrez, Blasco Peñaherrera y algunos otros  personajes de la derecha ecuatoriana los que inmediatamente después de conocidos los resultados electorales del pasado 23 de febrero llamaron a salir a las calles, unos para defender los votos y otros para iniciar el ‘fin del correísmo’? ¿No hay un hilo común para enfrentar a lo que ellos llaman socialismo del siglo XXI? ¿Los mencionados, más algunos acólitos de ciertos medios privados y supuestos analistas, son unos actores políticos espontáneos, ingenuos y hasta con iniciativa propia o particular?

En política no hay inocencias ni mucho menos iniciativas ingenuas. Mucho menos cocteles y reuniones ‘sociales’ en determinadas embajadas y casas diplomáticas. Algunos asiduos participantes de esas reuniones cuentan cómo se estructura un discurso y hasta unas acciones comunes de esos ‘plurales’ y ‘democráticos’ invitados.

Hay que fortalecer las instituciones democráticas  con mayor inclusión  de  gente e ideas.Para todos ellos (lo más burdo es lo que hace un radiodifusor todas las mañanas de la forma más descarada) ya es hora de empezar el proceso destituyente y este pasa por incentivar, estimular, aupar, gestar y hasta promocionar la ‘rebeldía quiteña’, el espíritu democrático de los ecuatorianos, la firmeza de los líderes más tolerantes (incluyen aquí a Jaime Nebot y no lo señalan como el continuador de un proyecto sin alternancia e intolerante desde cualquier punto de vista), entre otros lugares comunes. Y algo más: su alto interés y hasta conmiseración por lo que ocurre con los ‘pobres de Venezuela’.

A esto se unen ciertos actores políticos que coadyuvaron al proceso constituyente de Monstecristi y ahora son incapaces de firmar un apoyo a los damnificados por Chevron. Esos actores, que defienden la Constitución, alardean de ser lo más democráticos y consensuadores, van presurosos a esos medios a vociferar contra todo, con tal de ser  reconocidos como los únicos mártires e izquierdosos puros.

El capital financiero actúa de muchos modos y no acepta que en determinados países gobiernen los programas y proyectos populares, mucho más, como ocurre en Brasil o en Venezuela, cuando sabe que en ellos hay recursos naturales para alimentar sus negocios ad infinitum.

Lastimosamente no hemos  actuado con sabiduría para detener esas manifestaciones destituyentes con mayor reflexión, información verificada y una discusión de verdad política para entender a dónde llevan los medios y los políticos con sus supuestas virginidades y bondadosas conductas a favor de la libertad, la independencia y el respeto absoluto a todos los derechos humanos.

En el caso ecuatoriano, como dice Timerman, hay que fortalecer las instituciones democráticas (entre ellas los partidos) con mayor participación e inclusión de la gente y las ideas.

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