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Análisis

El reloj político de Glas se acopla a las nuevas circunstancias

El reloj político de Glas se acopla a las nuevas circunstancias
04 de agosto de 2017 - 00:00 - Redacción Política

En solo 16 minutos, desde su despacho, el vicepresidente Glas trazó ayer su futuro político. Lo hizo desde la vaciedad del poder, luego de conocerse el contenido del decreto del presidente Moreno, que lo dejó sin funciones. La imagen donde se lo ve levantando dicho decreto es un registro político excepcional: muestra el cierre de un capítulo político y el inicio de otro.

Este hecho singular y curioso, escasamente comparable con otros sucesos de la historia política nacional, de suyo repleta de accidentes, no calzan en los manuales clásicos de la política.

No calza, por ejemplo, que la ruptura del partido gobernante se haya consumado antes de los cien días de Gobierno. Ni hay moldes que sirvan para explicar el giro total y radical del discurso del poder.

Ciertamente, en corto tiempo se pasó de la reivindicación militante de principios revolucionarios -donde todo se pintaba como un genuino paraíso ideológico-, a un cruce verbal con tintes fratricidas, donde palabras como “traición, odio, mediocridad, obsecuencia”, y otras de similar talante, se convirtieron en piezas recurrentes de un discurso confrontacional que dejó perplejo al país.

Una frase de Glas muestra el momento de intensidad, cercamiento y presiones que, seguramente, ha vivido el Vicepresidente en estos días de subes y bajas. Al fin y al cabo, no es fácil tener que mirar una cascada de tuits que llegan del exterior, mensajes cuestionadores del Jefe de Estado y hasta uno que otro informe de Contraloría del Estado...

Bajo este entorno de crispación cruzada, es lógico deducir que Glas está sometido a tal nivel de presiones políticas, por eso se entiende bien su frase emancipadora: “Desde ayer (miércoles 2) me siento liberado”. Y a línea seguida anunció que se pone al frente de una nueva cruzada política, para evitar que se “desmonte nuestra revolución”.

Sin embargo, todo parece indicar que el reloj político del Vicepresidente muestra problemas con el minutero y el segundero. El escenario estratégico para él deviene limitado, lo que no quiere decir que su acción concreta se restrinja a los espacios de su oficina. Es decir, si bien su margen de maniobra dentro de la estructura del poder ha quedado reducido al tamaño de una baldosa, ha quedado establecido que su frontera opositora al Gobierno actual se expandirá a otros espacios, entre ellos los digitales y mediáticos en general.

De manera que no cabe leer textualmente lo que dijo ayer durante su presentación antes varios camarógrafos y fotógrafos de distintos medios privados y públicos del país. “Nunca he sido político y aclaro que no me ha gustado la política”...   

Quizá esta confesión pública del Segundo Mandatario sin funciones explique varias cosas que simplemente no se entienden bien. O en su defecto... termine de confundirnos a todos...

Como quiera que sea, la nueva cancha política empieza a quedar trazada; los líderes toman sus posiciones, los soldados están dispuestos y las baterías están cargadas.

No es exagerado el símil. El choque de trenes ya quedó en el pasado. Ahora se viene la administración de la ruptura política. Y en ese empeño, se avecina una guerra de posiciones que nadie sabe con certeza cómo se decantará de cara al futuro inmediato del país. Lo que sí se advierte con nitidez es que no quedará mucho espacio para quienes juegan al punto medio.

La hora de los conciliadores también va quedando atrás y cuando eso ocurre, las definiciones se suceden en cascada. Eso se viene. (O)

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