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El Telégrafo
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Entrevista / Antoni Gutiérrez-rubí / consultor político

“No se sirve bien a la sociedad que no se entiende”

“No se sirve bien a la sociedad que no se entiende”
11 de julio de 2014 - 00:00 - Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Si los políticos sostienen un relato de la realidad y la ciudadanía no se sintoniza con este, ¿qué sociedades estamos advirtiendo?

La política democrática solo es posible si responde al interés de la mayoría y, por tanto, a las expresiones de ese interés manifestadas a través de la opinión pública y la voluntad y soberanía popular. Por eso es fundamental crear las condiciones para la formación de una opinión pública libre e informada que posibilite una deliberación ciudadana, una conversación cívica, sin la que es inviable una democracia de calidad.

Por ello, todo intento de imponer un relato artificial de la realidad socava los fundamentos democráticos y supone un grave error para la acción política. En estos escenarios, las crisis acaban por llegar: primero de credibilidad, luego de confianza y, finalmente, de legitimidad.

En Europa la política conlleva una tensión entre sostener un estado de bienestar y una ‘compulsión’ económica para competir con los grandes bloques comerciales. ¿Quién entonces ordena la política real y a favor de una democracia total?

El impacto de la globalización en Europa ha puesto en crisis el modelo de estado de bienestar. Las necesarias reformas para hacerlo compatible con una política económica que posibilite la competitividad europea en el nuevo marco global están tensionando las sociedades europeas, con serias repercusiones políticas que afectan a la legitimidad democrática de sus instituciones, hasta el punto de que muchos autores ya hablan de sociedades posdemocráticas. La política se quedó casi sin poder. Y el poder real no es político sino económico. Las democracias europeas han de intentar resolver el trilema, definido por Dani Rodrik, entre globalización, nación y democracia. De cómo se resuelva este trilema dependerá el futuro de la Unión Europea, por ejemplo.

En la segunda década de este siglo los analistas, académicos y políticos europeos regresan a ver a una América Latina creativa, propositiva y mucho menos dependiente de una hegemonía política. ¿Qué pasó para que ocurriera eso?

La sensación de bloqueo político que se ha apoderado de las democracias europeas provoca la necesidad de buscar alternativas y de analizar otras experiencias políticas. En este sentido, se está produciendo una nueva mirada sobre algunos procesos políticos latinoamericanos, abandonando el prejuicio simplista de considerarlos como simples expresiones del fenómeno populista que, desde la arrogancia europea, siempre han sido sinónimo de su incapacidad.

Por ello creo que es positiva esta reconsideración, sobre todo si va acompañada de una actitud humilde y de una disposición sincera de aprender y dialogar.

Los procesos constituyentes de América Latina han sido valorados como una irrupción independentista y democrática, pero no todos los países van en ese andarivel. ¿Por qué esa corriente no abraza a todos los países?

Creo que aún son los resabios de la corriente neoliberal que invadió Latinoamérica en la década de los 90. El Consenso de Washington marcó dolorosamente el desarrollo de todos los países de la región, provocando graves diferencias sociales y desequilibrios. Algunos de estos países han sido capaces, en este nuevo milenio, de adoptar una posición verdaderamente crítica; una posición que se centra en la emancipación y la autonomía política de las naciones y sus destinos.

Ecuador, junto a Bolivia, le dice al mundo que hay otro modo de vivir y de desarrollarse (Buen Vivir). ¿Qué perspectiva tiene esta postura y qué futuro le espera en medio de un mundo comercializado y sometido a la lógica del mercado?

Bueno, justo hace algunas semanas, durante la última cumbre del G77, escuchábamos al presidente Pepe Mujica decir que no había que copiar los valores del “Occidente industrial”. Eso es precisamente lo que han logrado los marcos constitucionales de Bolivia y Ecuador, pensar sus principios y normar desde casa, atendiendo sus singularidades; ya no se trata de importar ideas como han hecho algunos latinoamericanos en el siglo XX, sino de una creación propia, genuina y auténtica.

El Buen Vivir apunta al equilibrio entre la satisfacción de las necesidades y la naturaleza. Este concepto está presente no solo en la Constitución de Ecuador (2008), sino también en la de Bolivia (2009). Además, la filosofía del Buen Vivir conecta con los movimientos políticos y culturales del ‘Bien Común’ o la sociedad de la cooperación y la colaboración que pueden hacer germinar nuevos principios y valores en la construcción de lo social, anteponiendo lo público (entendido como lo “común”, más que como lo institucional) por encima de lo privado.

Así mismo, para envidia de muchos países, Ecuador tiene estabilidad y crecimiento. ¿Hasta dónde pesa el liderazgo de Correa, la mayoría en la Asamblea y una oposición poco inteligente? ¿Es suficiente con ello o hay otros factores?

En los últimos siete años, la economía ecuatoriana creció un 4,2% y la pobreza se redujo 12 puntos. Son logros atribuibles al conjunto de la sociedad ecuatoriana, pero impensables sin el liderazgo de Rafael Correa y su ecosistema político y social.

Ahora se persigue el cambio de matriz productiva, que no es otra cosa que una transición hacia una economía basada en el talento humano. Es una gran oportunidad para el país. Y, además de los aciertos o desaciertos del conjunto de los actores políticos, parte muy significativa del éxito reside en la inteligencia de la propia sociedad ecuatoriana que, en cada momento, ha mostrado sus preferencias y sus advertencias o alternativas, como se pudo comprobar en el último proceso electoral del pasado mes de febrero. Los ciudadanos no se equivocan: confían, pero advierten. Y quieren que el impulso democratizador que se inició hace siete años vuelva a sus esencias y principios, al tiempo que se reforma y se moderniza. Es decir: coherencia y cambio. Principios y reformas. Revolución y “revolucionar la revolución”, como afirma el Presidente.

¿Hasta dónde el movimiento PAIS es una organización que revela otras formas y modos de acción y participación política? ¿O es solo la estructura de sostén para un gobierno con alta popularidad?

Alianza PAIS tiene el reto de adaptar sus estructuras a la nueva Sociedad Red de Ecuador e impulsar un proceso de reformas en su organización, comunicación y creación de contenidos y propuestas. No se sirve bien a la sociedad a la que no se entiende. Y este proceso de reformas debe estar orientado a hacer de la organización política el corazón de la Revolución Ciudadana impulsando cambios profundos en la representatividad, participación y movilización política. Y aumentando la capacidad de escucha y reflexión de Alianza PAIS respecto a los problemas del Ecuador de hoy, no el de hace siete años.

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