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El Telégrafo
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La primera década del siglo xxi demuestra varios avances en la imagen que se tiene de los adultos, de alguna manera ya no se los mira como personas relegadas al hogar. su aporte empieza a ser valorado

Los 'nuevos' viejos no se parecen a sus abuelos

Sobre el proceso de envejecimiento existen mitos y estereotipos que todavía sostienen una idea negativa, que no se sustenta en la realidad presente que viven miles de adultos mayores, de manera activa.
Sobre el proceso de envejecimiento existen mitos y estereotipos que todavía sostienen una idea negativa, que no se sustenta en la realidad presente que viven miles de adultos mayores, de manera activa.
Roberto Chávez / El Telégrafo
13 de febrero de 2016 - 00:00 - Kléver Paredes B.

Los viejos de hoy no son los mismos que sus antecesores del siglo pasado. Algo está pasando de manera lenta pero permanente. Quienes tienen 60 años o más buscan un redescubrir de nuevos sentidos a sus años, nuevas identidades, formas de organizarse, expresarse y estilos de vida.

Imaginarse años atrás a los adultos mayores disfrutando de la vida fuera de sus casas y sin la compañía de sus hijos seguramente era un asunto improbable. Actualmente es algo común.

Contrariamente a los cambios que son evidentes, el lenguaje y la forma de describir a las personas mayores sigue siendo el mismo. Bien se puede decir que se quedaron en el siglo pasado, sin comprender los avances que han logrado los viejos y los ‘nuevos’ que están en camino, además, con una esperanza de vida mucho mayor.

La periodista argentina Natalia Muñiz mencionaba en las jornadas sobre comunicación y adultos mayores, la necesidad de presentar “los nuevos modelos de vejeces y la inmensa cantidad de adultos y adultas mayores activos, con proyectos educativos, deportivos, recreativos, sociales. Los vemos en el trabajo, en los centros de jubilados, las universidades, sociedades de fomento. Solo se necesitan ganas para observarlo y una mirada libre de prejuicios”.

Comprender que la vejez también puede ser una etapa de disfrute representa un cambio cultural que seguramente llevará tiempo, más aún si se mantiene y promueve una lectura negativa de la vejez. Seguimos mirando al envejecimiento como una desgracia para el ser humano, como el deterioro de la salud, dependencia, discapacidad, mal aspecto físico, estorbo, infelicidad. Tal creencia, a criterio de Matheus Minella Sgarioni, psicólogo brasileño, es “simplemente el resultado de una exaltación de la juventud irreal, que acaba de abusar del proceso inevitable que implica el envejecimiento y relega al margen aquellos que se atreven a demostrar o tomar el paso del tiempo. Esta actitud se refleja en nuestra vida diaria, causando la frustración y el sufrimiento en el rostro de rasgos de envejecimiento que vemos en nosotros mismos”.

En una publicación del protar Cuarta edad se destacan los avances en la percepción de las personas adultas mayores en las primeras décadas del siglo XXI. “Lenta pero inexorablemente van cayendo los mitos sobre los adultos mayores. Los estereotipos y visiones sesgadas sobre la edad avanzada van diluyéndose a medida que comprobamos cómo lo que parecía una verdad que todos aceptaban, ahora se demuestra una falsedad”.

Se resalta que los mitos que aún perviven sobre la vejez se basan en medias verdades y en datos que son falsos o han cambiado en las últimas décadas. Unos estereotipos que persisten en algunos medios de comunicación y en cierta literatura sobre el envejecimiento y que son desviaciones o información equivocada sobre el proceso de envejecer son: mala salud, enfermedad, discapacidad, falta de agudeza mental, fallos de memoria y senilidad, tristeza, depresión, soledad; pérdida de vigor, declive inevitable.

Todas estas percepciones no se basan en una realidad actual y contrastada. En todo caso, pudieron tener una justificación en el siglo pasado, en determinados lugares muy concretos o, en el peor de los casos, solo afectan a una minoría que no supera el 15% de los adultos mayores. Estos estereotipos impiden que las personas de edad avanzada participen plenamente en actividades sociales, políticas, económicas, culturales, espirituales y cívicas.

Lamentablemente, estos estereotipos también están presentes en el diseño de las políticas públicas. Cabe preguntarse: ¿Dónde podemos encontrar las verdades sobre el envejecimiento y cómo poner al descubierto los mitos y mentiras que se mencionan sobre las personas de más de 65 años?

Diferencias entre mito y realidad

En la publicación del protar Cuarta edad se resalta que para tener otra visión, aunque coincidente, es necesario diferenciar lo que es un mito y la realidad, a través del experto en psicología Simon Tan, especialista en alteraciones neurológicas del Departamento de Geriatría de la Universidad Stanford.

Mito: Se piensa que todas las personas adultas mayores son iguales.
Realidad: Existe más variedad entre las personas mayores que en ningún otro grupo de edad.
Mito: Las necesidades básicas de los adultos mayores son distintas de la gente más joven.
Realidad: Las necesidades humanas no cambian al envejecer, son similares.
Mito: Más del 50% de los mayores padecen senilidad (pierden memoria, se desorientan y tienen conductas extrañas).
Realidad: El 80% de las personas adultas mayores están lo bastante sanas para realizar sus actividades habituales.
Mito: Los adultos mayores tienen actitudes muy rígidas.
Realidad: Existe la creencia de que los mayores son incapaces de adaptarse a las nuevas tecnologías, pero hay más del 41% de personas mayores de 65 años que utilizan internet.
Mito: Al envejecer a menudo se paraliza la capacidad de aprender.
Realidad: Los patrones de aprendizaje pueden variar y la velocidad de aprender puede disminuir, pero la capacidad básica de aprender persiste.
Mito: Olvidar cosas probablemente indica el comienzo de la demencia en las personas adultas mayores.
Realidad: La pérdida de memoria puede estar causada por la medicación o por la depresión.
Mito: Todos al llegar a ancianos padecen demencia.
Realidad: Solo entre el 6% y el 8% de las personas mayores de 65 años sufren demencia y solo un tercio de los mayores de 85 muestran algún síntoma de demencia.
Mito: Todas las personas adultas mayores se deprimen.
Realidad: La mayoría de los adultos mayores no están deprimidos. La depresión no es parte intrínseca del envejecimiento. La edad por sí sola no es un factor de riesgo para la depresión, por el contrario, esta condición puede aparecer en todas las edades. (I)

Mitos y estereotipos

Envejecimiento es visto como amenaza más que un logro de la humanidad

William Shakespeare transformó mitos memorables y cuentos legendarios en personajes de carne y hueso y en conceptos que continúan conformando nuestra visión sobre la condición humana. Quizá la imagen que más perdura es la frase citada a menudo “Sin dientes, sin ojos, sin paladar, sin nada…” (Shakespeare, Seven Ages of Man, As you Like it, II) y el hecho es que los estudios contemporáneos sobre el envejecimiento se ven aún influidos por el rico lenguaje metafórico del autor inglés. Por otra parte, encontramos esos mitos en nuestros chistes y conversaciones, a pesar de que el conocimiento y la evidencia actual demuestren lo contrario.

Lamentablemente estos mitos y estereotipos afectan negativamente a las personas de edad avanzada, cuyas expectativas y percepciones se ven condicionadas por esas falsedades e información sesgada hasta el punto de que se pueden llegar a convertir en profecías autocumplidas.

La aparición de mitos y estereotipos sobre las personas de edad avanzada es algo que tiene que ver con lo que generalmente hacemos muy bien, que es etiquetar y agrupar a las personas por categorías, como explica Stephen Pinker en su libro How the mind works (1997): “La gente pone las cosas y las personas en cajitas mentales, dan un nombre a cada cajita y a continuación tratan todo lo que hay dentro por igual”(p. 306).

Es indudable que mantener ciertos mitos y estereotipos negativos sobre el envejecimiento es simplemente un problema de etiquetado irreal. Tomemos, por ejemplo, los atributos negativos sobre las personas mayores, perpetuado por una visión teórica y programática que etiqueta el envejecimiento de la población como un problema social y a los ancianos como frágiles, enfermos y dependientes. Con ese planteamiento es fácil considerar el envejecimiento de la población como una amenaza más que como uno de los mayores logros de la civilización. Estas son actitudes que aparecen como consecuencia del miedo de las generaciones jóvenes a su propio envejecimiento y su rechazo a confrontar los desafíos en el plano económico social que aparecen con el aumento de la población de mayor edad.

Después del sexismo y el racismo, ahora el ‘viejismo’. Son necesarios los esfuerzos por destruir estos mitos a un nivel interdisciplinar, actualizando nuestra percepción sobre la realidad del proceso de envejecer y descartando como anticuados y falsos los estereotipos que pretenden distinguir a los mayores como un grupo humano separado, y quizá debemos hacerlo con la misma intensidad con que hemos luchado contra el sexismo y el racismo. Si hemos vencido la esclavitud, el sexismo y el racismo, por lo menos en lo conceptual, no hay razón para dudar que venceremos el ‘viejismo’ y desmontaremos los mitos sobre una vejez enfermiza y frágil.

Como indica la Organización Mundial de la Salud, no es la edad lo que pone límites a la salud y a la participación activa de la gente mayor. Más bien son las falsedades, la discriminación y el abuso de los individuos y de la sociedad, lo que evita un envejecimiento activo y digno.

Las metáforas culturales y el lenguaje de las categorías, conceptos y estereotipos que sustentan el rechazo a la vejez, merecen toda nuestra atención en la gerontología educacional. (Javier González Cuarta edad.com)

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