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El Telégrafo
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El envejecimiento de la población en todo el mundo obliga a que este grupo etario sea incluido en todos los planes de contingencia. Actualmente hay más de 868 millones de personas con más de 60 años.

Los adultos mayores son más vulnerables a riesgos

De presentarse una erupción del volcán Cotopaxi, las comunidades aledañas al río Jatun Yaku serán afectadas. En este lugar habitan niños, jóvenes, adultos y adultos mayores. Foto: John Guevara / El Telégrafo
De presentarse una erupción del volcán Cotopaxi, las comunidades aledañas al río Jatun Yaku serán afectadas. En este lugar habitan niños, jóvenes, adultos y adultos mayores. Foto: John Guevara / El Telégrafo
22 de agosto de 2015 - 00:00 - Kléver Paredes B.

Cuando en 2005 el huracán Katrina golpeó a la ciudad de Nueva Orleáns, en Estados Unidos, el 75 por ciento de las víctimas fatales fue de personas mayores de 60 años, pese a que esta población apenas representaba el 15 por ciento de los habitantes de la urbe.

Durante el poderoso terremoto y el devastador tsunami que se produjeron en Japón en 2011, el 56 por ciento de los fallecidos era mayor a 65 años. Contrariamente, solo el 23 por ciento de la población total de este país correspondía a este grupo etario.

Lamentablemente, los adultos mayores permanecen ‘invisibles’ en las ciudades y comunidades hasta cuando sucede una catástrofe natural y aparecen por miles en las cifras de mortalidad. Algo similar a los riesgos naturales sucede también con las personas de mayor edad en las zonas de conflictos. Ellos, por lo general, constan entre las víctimas más numerosas.

Sobre los planes de emergencia por riesgos naturales, Naciones Unidas considera que las personas mayores de 60 años deben ser tomadas en cuenta con mayor protagonismo, sobre todo por el acelerado envejecimiento poblacional.

En la actualidad, más de 868 millones de personas en el mundo son mayores de 60 años. Esto equivale al 12 por ciento de la población global. En 2050 habrá más de 2.000 millones de mayores de 60 años, cantidad similar al segmento poblacional de 15 años.

HelpAge Internacional es una organización que ayuda a las personas mayores en temas de  derechos, discriminación y pobreza. Una de sus publicaciones: Guía para incluir a personas mayores en planes de Gestión de Riesgos (http://www.helpage.org/silo/files/gua-para-incluir-a-personas-mayores-en-temas-de-gestion-de-riesgos.pdf), es un valioso documento que debe ser tomado en cuenta por las entidades públicas y privadas responsables de este tema.

Toby Porter, director de HelpAge Internacional, considera que la gente mayor sufre el impacto inicial de los desastres porque a menudo no puede huir. A esta situación se suma la falta de medicamentos esenciales para ellas, por ejemplo, para tratar la diabetes tras un desastre natural.

Margareta Wahlstrom, directora de la Oficina de la ONU para la Reducción de Riesgos de Desastres, destaca que en un mundo donde la base demográfica cambia y aumenta la edad promedio de la población, es importante incluir a todas las personas en la gestión de los riesgos, en especial con el aumento de los trastornos climáticos vinculados al calentamiento global.

Ecuador es uno de los países con potenciales riesgos naturales. Hoy estamos frente a la amenaza que significa una posible erupción del volcán Cotopaxi. Desde la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, a pesar de que no se especifican los planes para los grupos vulnerables (adultos mayores, personas con discapacidad), se informa sobre las medidas de autoprotección, planes de evacuación, posibles zonas afectadas y los albergues.

El 15 de agosto pasado, de manera preventiva se evacuó a las personas de las poblaciones de Lasso, Mulaló y cerca de 500 de las comunidades cercanas a las riberas del río Cutuchi, ante la amenaza del descenso de flujo piroclástico desde el volcán Cotopaxi. En toda emergencia, niños, niñas, mujeres, personas con discapacidad y adultos mayores tienen prioridad para ser evacuados.

Sin embargo, no siempre se considera que las personas mayores tienen vulnerabilidades particulares y necesidades específicas ante los desastres naturales y conflictos internos que se deben considerar al momento de brindar la respuesta humanitaria. Las enfermedades crónicas, por ejemplo, están presentes más en las personas adultas mayores. Pueden ser de tipo coronario, hipertensión, diabetes, infartos, cáncer, respiratorias o reumatismo. Estas condiciones se deterioran sin una adecuada evaluación, tratamiento y medicación. A eso se suma, dicen los expertos de HelpAge Internacional, la mala alimentación de las personas.

Durante las emergencias, la alimentación de las personas mayores es a menudo afectada por inaccesibles puntos de distribución de ayuda, raciones demasiado pesadas para llevar; alimentos difíciles de masticar y digerir; incapacidad para preparar alimentos y una tendencia a compartir sus raciones de comida con otros miembros de su familia.

Por ello se recomienda a los organismos de socorro -que a menudo desconocen las necesidades nutricionales particulares de las personas mayores y las excluyen de los programas de alimentación complementaria-, tomar en cuenta estos aspectos cuando se diseña un plan.

HelpAge Internacional resalta que, a medida que la edad avanza, hay una reducción de la movilidad, de la fortaleza muscular, de las capacidades sensoriales, visión, audición y una mayor vulnerabilidad a las temperaturas extremas. Estas condiciones menores pueden convertirse rápidamente en grandes desventajas que agobian la capacidad de una persona mayor frente a un desastre. Los ancianos, además, están menos dispuestos a huir de su tierra o protegerse de los daños. (I)

Datos

Es fundamental que las intervenciones para la ayuda a personas adultas mayores se desarrollen consultando a la población objetiva. Para realizar esto es necesario localizar, satisfacer y evaluar en cada zona.

Las necesidades de las personas mayores se determinan a través de la observación y discusión directa, trabajando con ellas para identificar y abarcar sus requerimientos inmediatos, así como su visión para su recuperación. Los pasos prácticos son:

Chequear los registros de las facilidades de servicio para establecer si el número esperado de personas mayores ha asistido; si no es así, investigar por qué no acuden.

Construir un método ‘extramuros’ en las evaluaciones, utilizando personal, voluntarios y otras personas mayores para localizar a los ancianos en particular.

Usar las redes de apoyo mutuo de las personas mayores para recolectar información con relación a toda la comunidad de mayores.

Preguntar a través de los líderes cívicos, religiosos y comunitarios sobre el papel, estatus y ubicación de las personas mayores.

Organizar reuniones de grupo para permitirles a las personas mayores que identifiquen, prioricen y comiencen a referirse a sus problemas y explorar sus capacidades.

Asegurar que las personas mayores estén representadas en los organismos de toma de  decisiones y de consejería, como en los comités de preparación de desastres, comités de  coordinación de emergencias y en grupos de temas especiales (como psicológica, salud sexual, VIH/sida). Asegurar una comunicación rápida y fácil.

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