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'Victerie': "Siempre estoy a punto de morir"

'Victerie': "Siempre estoy a punto de morir"
Fotos: William Orellana / El Telégrafo
24 de septiembre de 2017 - 00:00 - Redacción Actualidad

Después de ganar el tercer lugar en la competencia Strongman Challenge, Víctor Hugo Castro, uno de los mejores atletas de crossfit desde que esta actividad se abrió espacio en el país, subió a su moto, una Suzuki negra de 200 cilindros que había empezado a manejar hace seis meses.

Iba demasiado rápido. Tenía toda la adrenalina de la competencia en la cabeza y su mente estaba enfocada en la playa.  Solo quería llegar a su casa, en el centro de Guayaquil, para agarrar sus cosas y abandonar la ciudad, por un tiempo.

Salió de la vía a Samborondón, cruzó el puente de la Unidad Nacional y al llegar al paso a desnivel que bordea el hemiciclo de las banderas sintió cómo su moto lanzaba todo su peso hacia la izquierda. Estaba perdiendo el control pero no bajaba la velocidad. Iba a 120 kilómetros por hora. En el puente, las uniones de la calzada estaban deterioradas y formaban vigilantes acostados que lo hicieron saltar. En el primer salto pensó que si se lanzaba de la moto lo mataría un carro. “De esta sales vivo”, se dijo a sí mismo. Dos. Tres. Al cuarto salto la moto se elevó demasiado. Cuando abrió los ojos estaba botado cerca de un poste de luz y no sentía el brazo derecho. 

Abría y cerraba los ojos. La gente de la competencia lo vio y llamaron a la ambulancia y a su mamá. Después de media hora de estrellarse  llegaron los paramédicos. Pidió que lo llevaran a la clínica Alcívar, a más de 10 kilómetros de distancia del accidente. “Es muy lejos”, le dijeron. Pero allí estaba toda su historia clínica y él no quería otra opción.

Mario  Barone, su compañero de fórmula en la competencia y actual propietario de Crossfit Antares lo fue a ver al día siguiente. “No podía creer que tan solo un día antes todo estaba bien, que se lo veía tan fuerte”, dice. Pero Barone sabía que pase lo que pase después de salir de la clínica, ‘Victerie’, como le dice todo el mundo por el usuario de su cuenta de Instagram, iba a seguir compitiendo.

Al principio los doctores no le decían mucho sobre lo que iba a ocurrir con su brazo. Victerie pensaba que se iba a recuperar hasta que le dieron el diagnóstico completo: su plexo braquial estaba inhabilitado. Esta es la red de nervios que envía señales desde la columna vertebral hasta el hombro, el brazo y la mano.

Han pasado cinco años del accidente y cree que tal vez hubiera sido más cómodo quedarse sin brazo. “Tenerlo aquí sujetado es insoportable. Pero ya ahora no quiero hacer nada, no quiero pasar más por procesos de recuperación, ni aguantar dolor, ni estar medicado. Ya estoy harto, solo quiero pensar en mis proyectos”, dice.

Después de enterarse de que no recuperaría la movilidad de su brazo derecho y que debía aprender a ser zurdo, Victorie se fue a vivir un tiempo a Galápagos.  Bebía demasiado y hasta recayó en las drogas, hasta que se cansó y decidió volver a Guayaquil, a los entrenamientos. Retomó el trabajo con el levantamiento olímpico con el ejercicio excesivo en cardio para adaptarse otra vez a los movimientos del crossfit e intentar mantener el equilibrio.

“Regresé porque estaba jodido, estaba perdiendo tiempo y plata, no estaba aprovechando mi vida”, dice el atleta.

Cinco años después

Mientras se escribe esta nota, Victerie se está preparando para participar en el Wodapalooza. Ahora mismo está en Colombia  por los Ubrokengames y hace tan solo una semana compitió en el FitLeague, organizado por Horda Crossfit y la Federación Deportiva del Guayas, en el Coliseo Voltaire Paladines Polo.

Compitió junto con Alejandro Orellana, en la categoría premium. Ambos vestían las camisetas en las que aparece un hombre con una sola mano levantando una pesa. En la primera rutina corrieron 800 metros, luego hicieron 80 burpees y sumaron todas las calorías en remo que pudieron. “Dale, no pares, vas bien”, le gritaba Victerie a su compañero.

La diferencia entre Victerie y el resto de participantes era evidente: la euforia con la que él competía no la comparte con nadie.

Desde que regresó de Galápagos, después del accidente mucha gente se sigue preguntando “¿Qué hace él aquí?”, pero para él es inevitable. La primera vez que intentó volver a hacer crossfit no sabía bien qué hacer. Tampoco había nadie que lo asesorara. Lo único que tenía eran las ganas.

“Después del accidente hice todo. Me cambió el sentido que tenía de mi vida, de lo que tenía que hacer y de lo que me rodeaba. Cambió para bien, ahora tengo una relación muy buena con mi familia, con mis amigos, con mi trabajo. Tengo una relación increíble con mi novia, me va bien. Tengo proyectos, solo debo esperar a que ocurran”.

Para este atleta todo lo que pasó después de su accidente fue positivo. “Simplemente es un brazo y ya”, dice. Ha construido una marca a través de redes sociales. Da conferencias, charlas de liderazgo y entrena a gente que nunca ha hecho ejercicio en su vida.

“Me imaginaba que él iba a seguir con esto. Él vio el accidente como un escape. Si a mí me hubiera pasado, me  hubiera puesto igual de bravo, pero él se pudo dar cuenta de que nadie tenía la culpa y  decidió cambiar su visión a 360 grados. Se dedicó al crossfit más, empezó a ver cómo hacer los movimientos que no podía hacer”, dice Barone. 

Victerie volvió a entrenar con una mancuerna de 20 libras y un kettlebell del mismo peso. Simplemente se trataba de adaptarse. “El ser humano se puede adaptar a todo. Solo hay que ser constante. Es todo lo que hago y lo repito cuando doy charlas, no de una forma deportiva, sino cotidiana. A mí no se atreven a decirme que no puedo. Saben que no pueden quejarse y que tienen que dar al máximo. No necesito a nadie que me diga ‘dale’. Porque yo soy así. Ya está en mi mente”, dice Victerie.

Para Barone se trata de demostrar que no hay excusas que impidan un entrenamiento serio. “Él demuestra que las excusas son mediocres, que cuando algo se te complica es cuando más tienes que tratar de romper tus límites, para él todo es posible. Él tiene que darlo todo todos los días, si no das todo, mejor no se hace nada. Sufre por el peso pero tiene cinco años. Trabajando la misma carga”, dice Barone. 

En cinco años después del accidente ha ganado competencias de triatlón, nadando, corriendo y andando en bici. Hace poco estuvo en una competencia, en Virginia y ganó el segundo lugar. El primero fue para alguien que le duplicaba su peso corporal y que tuvo un accidente muy parecido al suyo. El resto de competidores era gente que usaba prótesis de piernas, que estaba en silla de ruedas. Víctor Hugo parecía, según sus propias palabras, “la hermana menor de todos”, pues su masa muscular era evidentemente menor.

Él es un Adaptive Athlete: su cuerpo se modificó por accidente pero los movimientos que trabaja en esta práctica deportiva se ajustan a lo que quiere hacer.

En el FitLeague no dejaron de grabarlo, de compartir su esfuerzo, de darle ánimos.

“Realmente creo que la participación de Víctor Hugo fue algo increíble, él es un adaptive athletes, como se dice de quienes tienen algo diferente al resto. Él muestra el espíritu de lo que es ser un crossfiter porque lleva al máximo su esfuerzo no solo físico, sino mental. Y es un ejemplo de lucha porque a veces uno piensa que no puede hacer ciertas cosas, teniendo todas sus facultades físicas perfectas, sin embargo, Víctor Hugo con un brazo imposibilitado hace todo, no solo levantamiento olímpico, sino movimiento gimnástico, acondicionamiento metabólico, diría que dentro de sus posibilidades es un atelta muy completo”, sostiene José Julián Zuñiga, un médico veterinario, propietario y coach en Big Valley Crossfit.

Zúñiga, quien se llevó el premio al espíritu de la competencia, estaba encantado, como la gente de su gimnasio, de verlo competir, “él nos muestra que cuando hay voluntad puedes lograr lo que te propongas”. Zúñiga considera que su brazo derecho imposibilitado “más que hacerlo propenso a lesiones significa que su modo de entrenamiento es distinto y eso hace que deba tener un sistema mucho más cuidadoso”.

Víctor Hugo se levanta todos los días a las siete. Desayuna. Entrena a una alumna por la mañana, luego hace su propio entrenamiento entre una hora y una hora y media. Siempre depende de sus objetivos y las próximas competencias que tenga. No lleva una dieta rigurosa. No se exime de las comidas que le gustan. Consume suplementos protéicos. Hace un mes empezó a entrenar lanzamiento de jabalina. Quiere llegar a los Juegos Olímpicos de 2020. Antes de decidirlo se hizo un examen en Quito, sobre su fisonomía. Allí un doctor le dijo que su anatomía es óptima para un lanzador.

Tiene 10 tatuajes en todo su cuerpo. Tres están dedicados a su entrenamiento de crossfit. En el brazo izquierdo tiene una pesa rusa bajo la leyenda “levanta la cabeza y sigue”. Los otros dos son los payasos del crossfit: Pukie y el Tío Rabdo. El primero está dedicado a ese efecto que produce la agitación del ejercicio, el vómito. Cada vez que llega significa que Pukie está de paso.  Rabdo en cambio, representa las consecuencias drásticas del ejercicio. Su nombre surge de rabdomiolisis, como se llama a la descomposición del tejido muscular.

Victerie nunca ha sentido los efectos de ‘Rabdo’. “Nunca he estado allí. Tienes que estar extremadamente deshidratado para que te pase eso o realizar un trabajo para lo cual no estás preparado, pero siempre que compito estoy a punto de morir, yo no me guardo nada”, dice Victerie.

La gente que se dedica a generar motivación ha crecido de una manera desmedida. El mundo está lleno de gente que necesita que la motiven. Para Víctor Hugo solo se trata de saber cómo hacer click, de abrirse con la gente con una historia real. “La gente se da cuenta cuando le das una oportunidad para unirse contigo. A veces las personas solo necesitan de oportunidades, no que les tengas pena, eso no sirve para nada”. (I)

 Datos

Hace un mes Víctor Hugo Castro León empezó a entrenar lanzamiento de jabalina, una prueba de atletismo en la que, como su nombre lo indica, se lanza una jabalina, hecha con material reglamentario de metal o fibra de vidrio, el objetivo es arrojarla lo más lejos posible.

Su objetivo es competir en su categoría en los Juegos Olímpicos de Tokio, en 2020. Está seguro de que es posible lograrlo. (I)

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