La montañista quiteña Carla Pérez empezó a preparar la conquista del Everest cuando tenía 15 años. En aquella época, con Nicole, su hermana 2 años mayor, ascendió al Cotopaxi y tal fue la alegría de coronar este nevado que deseó algún día subir los 8.848 metros del macizo más alto del mundo.

Motivada por la emoción de su hermana, Nicole le regaló una postal del pico asiático con el mensaje: “Serás la primera mujer en el Everest”. El último 23 de mayo, 18 años después, Carla se convirtió en la sexta mujer del planeta y la primera latinoamericana en pisar la cima más elevada de la Tierra sin la ayuda de oxígeno suplementario. Ahí en la cúspide cumplió la consigna de regar las cenizas de 2 grandes amigos que le dejó el montañismo.

Luego de recuperarse, ¿qué planes tiene para el resto del año?

Bueno, primeramente trabajar guiando grupos de trekking en montaña, ya que el año anterior prácticamente me dediqué a entrenar el 90% del tiempo y los ahorros ya escasean. Y, si Dios lo permite, viajaré en julio a Perú para escalar algunas montañas.

¿Tiene previsto hacer algo específico en Quito o en algún otro lugar de Ecuador?

Me encantaría compartir con la gente toda esta experiencia. Lo haría mediante charlas, foros con niños, jóvenes y adultos, donde haya apertura. Creo que, de alguna manera, podría servir para motivar a otros a cumplir sus sueños.

¿Cómo le gustaría celebrar?

Solo ver a mi familia y amigos, y compartir tiempo con ellos ya es una gran celebración, pero no voy a ocultar que me encanta bailar y la fiesta en general. ¿Así que por qué no unas cuantas pachangas?

¿Qué es lo primero que quiere hacer cuando llegue al país?

Comer y beber no porque he comido y bebido muy bien mientras he estado por acá. Quiero ver a mi familia: padres, hermanos y a mi sobrino Santiago Nicolás (13 años), que es a quien más quiero. Sería lindo estar y conversar con ellos de todo un poco. Quisiera abrazar al equipo que estuvo detrás de este gran sueño: a Iván Vallejo, al deportólogo Óscar Concha, al entrenador César Aulestia, al terapeuta Pedro Quintanilla, la piscóloga deportiva Liza Portalanza, las fisioterapeutas Gisele Toledo y Karin, y agradecer a todas las empresas que me ayudaron.

¿No le da por ser la primera mujer ecuatoriana en ascender los 14 ochomiles sin oxígeno complementario? A fin de cuentas ya te faltarían 11...

La verdad no está en mis planes entrar en la carrera de los 14 ochomiles. Sueño con subir un par de ochomiles más, pero no los 14. Puede ser que con el tiempo se vayan sumando y, tal vez, me anime, pero por el momento quiero hacer otro tipo de escalada.

¿Mientras estuvo en la cima del Everest se guardó algún pedazo de roca o algo para tener de recuerdo?

Sí, me traigo una roca de la cima para ponerla en un altarcito que tengo en la casa.

¿Le agradaría que su logro sea reconocido por el Gobierno o por las autoridades municipales? Me refiero a recibir alguna beca, una casa, una pensión vitalicia...

Aunque financieramente hayan sido duros los últimos años, en ningún momento he pensado que merezco algo por este logro. Si el Gobierno u otro ente quisiera apoyarme con cualquier cosa, sería bienvenido y si no, pues, seguiría escalando como sea, ya que es lo que más amo en la vida.

¿En qué pensaba mientras subía a la cumbre del Everest?

Pensé de todo un poco. Por momentos tenía miedo de no lograrlo nuevamente, porque el esfuerzo físico era muy grande (en 2013, por un problema de indumentaria, se quedó a 200 metros de la cima). Por instantes reía y en otros lloraba, pero en general mantuve una gran concentración en respirar correctamente.

¿Cómo se motivó para vencer esos temores?

Llevé algunos mensajes de voz, grabados en mi reproductor de música, eran de mi familia y de los amigos más cercanos. Algunos mensajes me hacían reír, otros llorar, la mezcla de sensaciones y sentimientos era brutal. Pensé mucho en la gente de mi país que ha sufrido mucho en estos últimos meses por el terremoto y por la crisis; dedicarles esta cumbre a ellos me ayudaba a sacar energía y voluntad en los últimos metros. Sentí mucho el apoyo de todas las personas que me enviaban su buena energía a través de oraciones o pensamientos. Esto fue increíble, ser testigo de la física cuántica en todo su esplendor.

¿Cómo fueron sus 20 minutos en la cresta de la montaña más alta del planeta?

Primero sentí una gran paz, plenitud de haber llegado al punto donde el cielo se une con la tierra. Por supuesto que lloré, abracé mucho a mis amigos ‘Topo’ y ‘Pemba’, pero estaba muy presente la sensación de que esto significaba solo la mitad del camino, tenía que bajar y tenía que hacerlo bien; la mayoría de los accidentes ocurren cuando bajas, así que no tenía que dejarme ir.

Sabemos que ‘Topo’ (Esteban Mena) es su novio, ¿de pronto a él no se le ocurrió alguna escena romántica en la cumbre, como proponerle matrimonio?

Ja, ja, ja. No, no se le ocurrió, somos muy distintos en ese sentido, para nosotros la realidad es que estamos más que casados en nuestros corazones y eso es lo que cuenta, el amor y respeto del uno hacia el otro. Para mí, el hecho de acompañarme entregándolo todo para ayudarme a cumplir mi sueño es la mejor manera de decirme cuánto me ama. Y le agradezco mucho por eso.

A la expedición llevó las cenizas de 2 personas, ¿quiénes son?

Unas eran de Lorena, la mamá de los hijos de Iván Vallejo; y las otras de un gran amigo francés, quien era para mí como un padre adoptivo.

¿Le gustaría escribir un libro de lo que ha vivido en el montañismo?

Me encantaría escribir un libro, pero cuando haya vivido muchas más cosas. Ojalá, si Dios me da vida, en unos 20 años más. Por el momento seguiré llevando mis diarios y crónicas para escribir y recopilar. (I)