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El Volado un salto extremo al vacío

El Volado un salto extremo al vacío
Foto: Cortesía
25 de diciembre de 2016 - 00:00 - Javier Tamba Guzmán

Claudia sintió que la cuerda le jalaba; se sentó para relajarse un poco, estaba a menos de un metro del abismo. Acomodó el casco, se puso de pie, tomó aire y se lanzó. Cerró los ojos, abrió los brazos, volvió a mirar, su cuerpo se acercaba vertiginosamente al suelo.

La bufanda roja de algodón que traía en el cuello la hizo parecer Superchica, surcando el aire de arriba hacia abajo con la intención de salvarle la vida a algún ciudadano en problemas... ¡Slap!, la cuerda que se conectaba con su arnés la suspendió a escasa distancia del piso. Lo siguiente fue lo más placentero: descender colgada de lado a lado, cual péndulo, hasta poner los pies sobre la tierra.

Saltar de grandes alturas para ella, como para cualquiera de sus compañeros de aventura, no era nuevo; lo era sí hacerlo en un escenario natural y no en puenting (desde un puente), sino desde el filo de un precipicio.

El sitio elegido, La Chorrera de San Juan, en las faldas de la cara sur del nevado Chimborazo, reúne todas las cualidades para este tipo de salto al vacío, variante que un grupo de amigos encabezado por José el ‘Gringo’ Cobo inauguró en el país en marzo de 2015. Como dueños de la iniciativa, estos jóvenes bautizaron a la innovadora modalidad como el volado.

Instaurar la idea no resultó sencillo, les tomó 6 horas; en ellas midieron altitud y distancia, taladraron la roca y colocaron cordeles, pernos expansores, mosquetones y demás implementos de montañismo.

“La seguridad está por encima de todo”, menciona Cobo (34 años), quien desde sus inicios en puenting soñaba con llevar adelante esta peculiar actividad. Lo primero fue encontrar el lugar adecuado, y el acantilado de La Chorrera lo es.

“Tiene una pared extraplomada, es decir, con una inclinación hacia adentro; eso nos permite disminuir ostensiblemente el riesgo de chocar contra el muro. Como el sitio es idóneo para escalada, solo teníamos que hallar los mejores puntos y anclar las cuerdas”, detalla.

También colaboraron en la instalación de las sogas Daniel Cabrera y Daniel Carrión. Cabrera (31 años) habla sobre las pruebas previas, en las que saltaron desde 20 y 25 metros con el propósito de verificar que el sistema de seguridad esté correctamente asentado.

Carrión (38 años) hizo de “conejillo de indias”; se arrojó primero desde el borde y confirmó que el acordonamiento estaba en óptimas condiciones. “Lo que configuramos”, añade Cobo, “es un puente de cabos; a los horizontales unimos los verticales y con ello dejamos lista la plataforma de impulso”.

Los 3 días posteriores al montaje se dedicaron a los lanzamientos. Cabrera salió satisfecho, le fascina recibir en la panza la sensación de vacío, es feliz al escuchar hacia dentro los latidos acelerados de su corazón. Para él, no hay mejor manera de evidenciarse vivo.

Carrión califica de edificante vencer el miedo a lo desconocido, no porque no se haya precipitado antes, sino porque el sitio es diferente. Un verdadero reto botarse a sabiendas que las sogas eran sostenidas por más sogas y no por las sólidas estructuras de un puente.

Gonzalo León (31 años), que ya perdió la cuenta de los saltos efectuados, coincide con Carrión en ese aspecto, “al conocer que colgarás de cuerdas ubicadas a 200 metros de espacio horizontal y a 50 metros de altura, la perspectiva cambia. El fondo, adornado por el Chimborazo y toda la belleza del sector, te hace experimentar algo único”.

Claudia Molestina (27 años) agrega que la consumían las ganas de proyectarse. Y aunque el instinto de conservación intentó detenerla, pesó más el aprovechar la ocasión. Se ha catapultado de puentes, en paracaídas, pero no sabe si el futuro le regalará más oportunidades de caer desde un despeñadero.

En cuanto a la capa de Superchica o Caperucita Roja voladora, confiesa que la llevó a propósito; le encanta observar el flameo de telas al ritmo del viento, “es más, creo que debí llevar un tejido mucho más largo, esa bufanda mide apenas 2 metros”, precisa.

Cobo, mentalizador de la travesía, considera que 2017 se presenta como un año para repetir esta o impulsar nuevas hazañas, entre ellas el salto base, una práctica muy peligrosa que consiste en abalanzarse desde cualquier punto (edificio, torre) y aterrizar con un paracaídas. Respecto a la variación que instituyeron, indica que lo vio en videos de escalada, y le llamó mucho la atención un armaje de cuerdas en el Parque Nacional  de Yosemite, California (EE.UU).

Y al responder de dónde tomaron el nombre, el ‘Gringo’ no evita reír mientras lo explica: “Hace más de 15 años, para impedir que realicemos puenting en la avenida Federico González Suárez (Quito), 2 policías me insistían en que no lo haga ahí, que me dirija a la quebrada del Parque Metropolitano. Me dijeron: váyase a hacer su volado en el parque, aquí no es permitido. Así que no podíamos ponerle de otra manera”. (D)

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