No anticipan la fecha de la boda ni predicen enfermedades y accidentes. No son videntes ni adivinos. Tampoco poseen fórmulas mágicas para resolver la vida ajena. No tienen la manía de la predicción ni moldean el futuro a su antojo. Recurrieron al tarot por otros motivos. Para José Ignacio López Vigil, comunicador cubano, el tarot es solo una excusa simpática para hablar de aquellos temas que a menudo los seres humanos mantienen en reserva: las angustias que queman el alma, los miedos que atormentan, las relaciones afectivas que trastocan vidas; se habla de todo, menos de lo que depara el mañana.

El tarot no es predictivo por una sencilla razón: el futuro no se puede predecir; el destino no está escrito. En una ocasión, el artista y escritor chileno Alejandro Jodorowsky dijo: “Quien use el tarot para adivinar se convierte en un charlatán”. Para este novelista, el tarot es una verdadera enciclopedia de símbolos, pero al mismo tiempo un profundo estudio del espíritu humano. En el tarot, los símbolos de las cartas permiten conversar y ahondar en un tema determinado. En ese caso, la persona que consulta plantea una interrogante. Seguramente, muchos preguntarán ¿me casaré este año?, ¿me sacaré la lotería antes de 2020?, ¿a dónde debo irme de vacaciones, a Francia o a Alemania?

Para estas inquietudes no hay respuestas, no en el tarot. José Ignacio, quien se inició en esta práctica, a través de la lectura de libros especializados en el tema, dice que es necesario que el consultante formule las preguntas adecuadas y estas deben orientarse a temas más generales. Por ejemplo, ¿por qué no consigo llevarme mejor con mi pareja? En una consulta se resuelven inquietudes ligadas a los comportamientos humanos, a las relaciones afectivas, a temas sobre inteligencia emocional. El buen tarotista guía al consultante para ayudarlo a entender su realidad y lo invita a prestar mayor atención a los hechos que le permitan entender mejor su presente. Pero no todas las personas se conforman con este tipo de lectura. Por más racionales que sean, están interesadas en mirar al futuro, aunque sea solo de reojo. En ese caso, el tarot no es el camino.

Durante la lectura de las cartas —dice López— hay una atmósfera de confianza que permite abordar, con comodidad, ciertos aspectos de la vida que no se topan en otras circunstancias. “Si, de repente, le pregunto a alguien ¿cómo te va en tu matrimonio?, lo más seguro es que me responda: a ti qué te importa. Si formulo la misma pregunta durante una consulta, lo más probable es que me responda de otra manera”.

Él lee las cartas a sus amigos, mientras toman un café. No cobra, no da consejos y no habla sobre el futuro. Hay quienes consideran que el tarot ayuda a desarrollar la conciencia y a vivir mejor. De hecho, lo califican como un apoyo al autoconocimiento. Para el escritor Jodorowsky todos los psicoanalistas deberían tener un tarot, ya que puede ayudar no solo a eliminar los síntomas, sino a curar. Marianne Acosta, en su libro La vía del Tarot, advierte que este es un puente entre 2 extremos: la intuición y la razón. Lo definió como la intuición, pero estructurada al máximo. Para quienes se han capacitado en el tema, la lectura depende, por lo general, de 3 factores: el azar de quien realiza la interpretación, el azar del interesado y el azar de las cartas.

¿Superstición, pseudociencia?

Lucrecia Maldonado, narradora, ensayista y catedrática, estudia el tarot hace 5 años. Está convencida de que en el mundo hay muchos temas que no son considerados científicos, pero que de todas maneras funcionan. Considera, además, que hay una sobrevaloración del método científico, que data de finales del siglo XVII, pero -asegura- que el científico no es el único modo de acercarse al conocimiento. Con frecuencia, cuando alguien pronuncia la palabra tarot, hay quienes consideran que se trata de pura magia y superstición. Son reacciones que responden a esta era, en la que existe un rechazo a lo que no se considera convencional, racional o científico.

“En realidad, mucha gente cree que es brujería y superstición, pero si entramos a una iglesia y vemos un ángel no pensamos igual. En esta carta también hay un ángel que es un arquetipo de sanación, de protección y purificación”. Los arquetipos son considerados representaciones milenarias del inconsciente colectivo. De ahí que los arquetipos del tarot están en el arte y en la literatura.

Maldonado indica que en el libro El Castillo de los Destinos Cruzados, del italiano Italo Calvino, hay muchas historias construidas, a partir de las interpretaciones de las cartas del tarot por la riqueza narrativa de sus imágenes. Se trata de una interpretación libre que prescinde de los significados que tradicionalmente se les atribuye. Italo Calvino convierte así los mazos de cartas en una suerte de máquina narrativa que, según los conocedores, permite ilimitadas interpretaciones derivadas de sus posibilidades de combinación. Para llevar a cabo este proyecto recurrió a las cartas del Tarot de Visconti y del Tarot de Marsella que presentan unos personajes con una simbología definida: la reina, la estrella, la papisa, la torre y otros.

Para Lucrecia Maldonado, las cartas son un documento gráfico, en el que están representados los arquetipos (arcanos) y, advierte, que el psicoanalista Carl Jung le imprimió fuerza a estos símbolos, entendidos como la representación de un hecho importante en la historia de los individuos y de la especie humana. Estos arquetipos, representados en la mitología, en los dioses y diosas, también están presentes en el tarot, considerado una guía más para fortalecer el conocimiento de sí mismo, tomando en cuenta la visión holística del ser humano. Con este enfoque, la lectura del tarot se vuelve una oportunidad única para explorar miedos, deseos, ansiedades, angustias, frustraciones...

Después de estudiar las cartas y sus posibilidades, Lucrecia decidió leer las cartas cada viernes en el Café Libro. Antes de iniciar una lectura, cuenta que se encomienda al ser supremo para pedirle que sus mensajes sean positivos y que ayuden a otros. Ella la califica como una miniterapia, una conversación amena que puede durar 20 minutos o quizás más. Las mujeres acuden en mayor número que los hombres. Quienes consultan las cartas, por primera vez, suelen esperar soluciones mágicas para su vida. Por este motivo, la catedrática considera que muchas personas se resisten a tomar las riendas de su vida.

Las falsas expectativas se derrumban en la primera lectura, porque, al contrario de lo que suelen esperar, nunca hay respuestas definitivas. En la lectura, quien lee las cartas nunca le dirá -a menos que sea un charlatán- “mire, un hombre aparecerá en su vida”. Lucrecia aplica el método de lectura de Alejandro Jodorowsky, en el que cada persona recibe una tarea. “Solemos decirle a quien nos consulta, esta carta sugiere que tienes que hacerte cargo de este tema, porque el destino no está escrito, lo construye cada persona, cada día”. Las cartas solo son una guía.

Hay muchas mujeres que acuden a la consulta en busca de respuestas a sus problemas afectivos, pero también solicitan la lectura por conflictos de trabajo. Los hombres también recurren a esta herramienta por crisis de pareja, pero también por conflictos familiares. En una ocasión, un padre de familia acudió al Café Libro, porque su hija había dejado la casa. Lucrecia recuerda que este hombre le pidió que le dijera si ella regresaría pronto. Solo le respondió: No lo sé, pero sí puedo guiarlo para que pueda sobrellevar esta situación. Para quienes se toman en serio la lectura del tarot, este es, ante todo, un servicio, una forma de ser útil al otro, como lo asegura Jodorowsky para quien el tarot es una escuela de desarrollo espiritual y psicológico.