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Los niños y jóvenes migraron a otros cantones junto a sus padres por falta de oportunidades

La esperanza de los comuneros de Sayá está en un canal de agua (Galería)

Las actividades de la gente que vive en la comuna Sayá son casi nulas. Muchos han migrado a otros cantones. Foto: Úrzula Reyes Giler / El Telégrafo.
Las actividades de la gente que vive en la comuna Sayá son casi nulas. Muchos han migrado a otros cantones. Foto: Úrzula Reyes Giler / El Telégrafo.
17 de marzo de 2015 - 00:00 - Úrzula Reyes

Una roída campana de la capilla Santa Ana suena 2 veces y rompe el silencio que reina en el pequeño poblado de Santa Elena. De esa forma convoca la autoridad local a los pocos hombres y mujeres que habitan en la comuna Sayá.

Pequeñas casas de caña guadua, madera y cemento lucen deterioradas por el tiempo en la olvidada población de apenas 26 familias.

Estropeados afiches y pintura desgastada de anteriores campañas electorales aún permanecen en la fachada de algunas viviendas.

Con paso lento, Juan Perero González, presidente de la parroquia rural, llega a una deslucida sala comunal, en donde en su exterior se divisa que fue fundada el 24 de agosto de 1948. El fuerte sol que cae en la zona costera destella en los vidrios y el viento levanta el polvo de las calles que no fueron asfaltadas por los gobiernos locales de turno.

Alberto Borbor, secretario de la comuna, llega desde el cantón La Libertad -donde reside- para unirse al llamado y escuchar el pausado relato del máximo representante de 80 años.

La localidad tiene un nombre particular. Antes de la colonización de los españoles -relata- los incas tenían su propia indumentaria. Dentro de la vestimenta, la sayá era el taparrabos que usaban las mujeres. Con esa leyenda se cree que así  nació la denominación del poblado.

Pero el fondo de la reunión era otro. Insistir con las autoridades locales para que escuchen su clamor y   provean de agua potable a esta zona ganadera del país.

Con tristeza, Perero recordó que antes habitaban cerca de 200 personas. Las pocas fuentes de trabajo hicieron que paulatinamente madres y padres de familia migraran junto a sus hijos aún pequeños a otros cantones aledaños. Esto generó que la única escuela primaria construida por el cuerpo de paz se cerrara por falta de infantes. Los juegos construidos en el pequeño parque central lucen desolados. La niñez y juventud prácticamente se han ido de la zona.

La mañana transcurre y el calor persiste. Los lugareños coinciden en que tienen muchas necesidades y les urge un cambio. Salta Hipólito Meregildo Borbor y manifiesta que van desde el camino lastrado que recibe a los visitantes, la falta de servicios básicos, como agua potable; y la necesidad de proyectos productivos que generen empleo.

El mayor tormento para todos es la falta del líquido vital. Las cartas formales a las autoridades del Concejo Cantonal de Santa Elena y Consejo Provincial no se han hecho esperar. El pedido principal es que se instale un canal de riego que se conecte desde la comuna El Azúcar para abastecer a Sayá. Los comuneros obtienen este recurso en la albarrada donde existen l7 pozos someros y se aprecian los acuíferos que han sido la alternativa para el agro y las necesidades básicas de las familias. En diferentes horas se trasladan viejas camionetas que acuden con tanques hasta estos hoyos que cuentan con vetustas bombas de succión.

La falta de agua con riego provoca que el ganado muera porque no tiene pasto para alimentarse. Y a unos cuantos metros del centro poblado, varios esqueletos y cabezas de las reses están esparcidas entre el ganado que luce lánguido.

Pero hasta ahora su esfuerzo ha sido en vano, “se queda todo en el escritorio”, lamentan Perero y Borbor. Ahora su esperanza está en que llegue pronto abril, ya que Petroecuador, después de instalarlas tuberías del gasoducto, comprometió su apoyo para la construcción de una tubería principal desde el sistema de agua potable de la empresa Aguapen para distribuirla a través de redes domiciliarias.

Eso es parte del compromiso social que mantienen con los pobladores de las zonas cercanas al sistema de transporte y distribución de GLP para la zona sur del país. Pese a ser positivo, Perero cuestiona que la empresa estatal afecta 490 metros lineales de sus terrenos y, por lo que consideran una invasión, cree que él y la comunidad merecen una compensación económica.

Un recorrido diario de 6 km para abastecerse de pasto

Las gotas de sudor caen incontrolables al ingresar a este desértico paraje de la costa ecuatoriana,  ubicada a 7 kilómetros de un costado de la vía que conduce a la comuna Baños de San Vicente, conocida por sus aguas termales y medicinales.

Llegar a Sayá se convierte en un verdadero reto. Un camino entre empedrado y lastrado acompaña al paisaje de cactus y árboles blanquecinos que se secaron por el intenso sol y la escasa lluvia.  

Al no haber una ruta de buses urbanos, los pobladores o visitantes deben alquilar alguna de las escasas camionetas que se ubican en la entrada a Santa Elena. Su valor no es fijo y puede costar hasta $ 7.

Una vez en Sayá hay que recorrer 6 kilómetros para llegar a la represa de la comuna El Azúcar, que abastece de agua potable a la provincia, pero no a su vecina.  

A unos 200 metros de la casa comunal, se ubica la tierra de Pedro Perera, un sayasense de 82 años que se ha dedicado toda la vida a la ganadería. Algunas cabezas de reses reposan en su terreno. Cuenta que ha perdido unos $ 3.000 con la muerte de varias de ellas. Para dar de comer a sus vaquitas -como las llama- les da balanceado y recorre los 6 km hasta llegar a El Azúcar y comprar diariamente $ 4 de pasto.

Perera posee uno de los 17 pozos de la zona. Con esfuerzo -afirma- adquirió una bomba de una pulgada para succionar el agua de la profundidad e hidratar a su ganado.

Félix González, de 70 años, y Silvina Borbor, de 84, son los ‘abuelos’ de la comuna Sayá que sufren por la falta de servicios. Cuentan que para recibir atención médica deben acudir al Seguro Social Campesino de El Azúcar, que es la alternativa de las familias afiliadas de la zona.

Datos

La península de Santa Elena está ubicada al suroeste de la provincia del Guayas, limitando al norte con la cordillera
Chongón-Colonche.

Limita con Manabí y al sur y al oeste con el océano Pacífico, y al este con el Estero Salado. El rasgo que la identifica es la denominada Puntilla de Santa Elena, el punto más saliente de la costa ecuatoriana.

Las comunas Sayá y San Vicente se ubican geográficamente en donde se construyó el gasoducto Monteverde-Chorrillo, parte del sistema de transporte y distribución de GLP para la zona sur del país.

La península de Santa Elena es considerada una región semidesértica, con una continua escasez de agua como consecuencia de la tala indiscriminada de los bosques tropicales. Esta deficiencia de agua que sufre la península está presente desde hace más de 100 años.

El embalse El Azúcar forma parte del sistema del trasvase Daule-Chongón-Santa Elena, que abastece de agua potable a más de 300 mil habitantes de unas 7 comunidades peninsulares y de los cantones La Libertad y Salinas.

Este embalse fue construido en el período 1979-1983 por el desaparecido Instituto Ecuatoriano de Recursos Hidráulicos (Inerhi). Se alimenta del agua trasvasada desde la estación de bombeo de la represa Chongón, por medio del canal Chongón-Sube y Baja. A pesar de estas obras, la necesidad de agua persiste y los comuneros deben abastecerse de tanqueros y pagar por el servicio.

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