Salir de casa de los padres y hacerse adultos es el afán que lleva a muchos jóvenes del Magreb y algunos países de Oriente Medio a querer emigrar, según una investigación publicada 6 años después de la Primavera Árabe. Desde 2014, centros de sondeos u organismos públicos entrevistaron a 10.000 jóvenes en 5 países árabes de la orilla sur del Mediterráneo: Marruecos, Túnez, Argelia, Egipto y Líbano. El estudio responde a un pedido de la Comisión Europea, deseosa de conocer mejor a esta juventud que se levantó entre fines de 2010 y comienzos de 2011 contra los regímenes de diversos países, que evolucionaron con suerte muy dispar. Del estudio Sahwa (“despertar”, en árabe) se desprende que “uno de cada 5 jóvenes en los países árabes analizados quiere emigrar”, según el resumen del informe publicado el jueves por el Barcelona Centre for International Affairs (Cidob), un centro de análisis independiente. El dato asciende al 53% en el caso de Túnez, el país donde arrancó la Primavera Árabe. Su motivación es en buena medida económica, ya que lo que buscan es mejores condiciones de vida y encontrar un empleo digno. Pero también su propio desarrollo como adultos. “Los jóvenes hoy en día ven que no van a ser autónomos con cierta rapidez, en el sentido de tener un trabajo, de salir de la casa de los padres, casarse, esto hace un retraso en el ser adulto muy importante”, comentó Elena Sánchez Montijano, politóloga en el Cidob. “En las entrevistas en profundidad, ellos mismos nos decían: ‘Cómo pretendes que no queramos emigrar teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos, si lo raro es que queramos quedarnos’”, añade la coordinadora de la investigación. Por todo ello, dice, impera “un sentimiento general de frustración y de exclusión social” entre los jóvenes de estos países, en los que representan dos tercios. Los tunecinos están desesperados El nivel de vida es el problema más citado (28%), seguido de la situación económica (22%), el empleo (12%) y el sistema educativo (10%). En Argelia, “algo más de un cuarto de la juventud quiere emigrar”, constata Nasereddin Hammouda, del Centro de Investigación Económica Aplicada al Desarrollo (Cread) de Argel. Lo llamativo es que “el hecho de llegar a la universidad refuerza el deseo de emigrar”, añade Hammouda en España. En el vecino Túnez, “la situación económica se ha deteriorado aún más desde 2011, incluso para quienes tienen un nivel universitario alto, y eso frustra o incluso desespera a los jóvenes”, abunda Fadhila Najah, responsable de la investigación en su país. Tras la huida del presidente Zine El Abidine Ben Ali en enero de 2011 y las primeras elecciones libres ese mismo año, los jóvenes alumbraron la esperanza de verse más y mejor representados en la esfera pública. Pero “desgraciadamente, sucedió lo contrario”, y ahora “hay más personas mayores gobernándolos”, detalla esta analista tunecina de datos de 32 años. En una región desestabilizada por grupos yihadistas, también se hicieron preguntas relativas a la religión, aunque las respuestas están por analizarse en profundidad. “A la cuestión de ‘hasta qué punto te reconoces en las categorías siguientes’, la primera identidad citada fue la nacionalidad marroquí, libanés, etcétera. Y en segundo lugar, la religión”, apunta Elena Sánchez Montijano. En cuanto a los sistemas educativos, los perciben como rígidos, demasiado teóricos y desconectados del mercado laboral. Lo bueno, señala Hammouda, es que en Argelia, por ejemplo, las mujeres incitan mucho más a sus hijas a hacer estudios largos, y actualmente un tercio de las chicas jóvenes llega a la universidad, frente a menos de un 25% en el caso de los chicos. Según un estudio precedente, realizado en el marco del proyecto Sahwa en 2012, en el caso de más de un tercio de los estudiantes argelinos uno de los padres o incluso los 2 eran analfabetos. La nueva movilidad social espera Hammoudad, podría tener en lo venidero “un impacto en el funcionamiento de la sociedad”. (I) Yemen tiene 3,5 millones de niños desescolarizados Con la guerra, el número de niños desescolarizados en Yemen se duplicó con lo que 3,5 millones de jóvenes forman una generación perdida para uno de los países más pobres del mundo. El coste humano de este conflicto, que se intensificó desde hace 2 años, es más importante que los daños materiales, señaló Naciones Unidas. “Toda una generación corre el riesgo de ver su futuro comprometido”, previno la portavoz del Alto Comisionado para los Refugiados (Acnur) para Yemen, Shabia Mantoo. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) señala, que “la desescolarización creará otra generación que perpetuará el ciclo de violencia”. El conflicto en este país se acentuó con la intervención el 26 de marzo de 2015 de una coalición militar árabe dirigida por Arabia Saudita, en apoyo a las fuerzas progubernamentales frente a los rebeldes chiitas hutíes, que conquistaron grandes zonas del país desde 2014. Desde entonces, según la ONU, los combates dejaron unos 7.700 muertos, de los cuales al menos 1.546 eran niños, en un país donde cerca del 50% de los 27 millones de habitantes tienen menos de 18 años. La guerra dejó inutilizadas a 1.640 escuelas, o sea un 10% de los establecimientos con los que cuenta el país. De este total 1.470 fueron destruidas o dañadas, mientras que las demás sirven de cuartel o de refugio para los desplazados, indica Unicef. (I)