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CONTROVERSIA EN EL CONGRESO

Nadie habló de la posesión de un diputado corrupto

 Alberto Rodríguez, miembro del partido político Podemos.
Alberto Rodríguez, miembro del partido político Podemos.
Foto: AFP
19 de enero de 2016 - 00:00 - Gorka Castillo. Corresponsal en Madrid

El escándalo desatado en España por el aspecto, ‘las pintas’, como aún claman algunos, de varios de los nuevos diputados en el Congreso ha alcanzado cotas desconocidas.

Las rastas de un miembro de Podemos, Alberto Rodríguez, las camisetas reivindicativas de independentistas catalanes y las deportivas de varias decenas de parlamentarios, jóvenes pero sobradamente preparados para desempeñar su función legislativa a tenor de sus currículos académicos, ha soliviantado a los veteranos políticos, casi todos del PP.

La vicepresidenta del Congreso, Celia Villalobos, llegó a decir que le resulta indiferente el tema de las rastas “pero que las lleven limpias para no pegarme piojos”. Horas después, una de las periodistas más veneradas por la derecha ideológica española Pilar Cernuda fue más lejos al asegurar “que la progresía no está reñida con el baño ni con la ducha”.

Curiosamente, todo esto sucedió la misma semana que el mundo entero festejaba la iconoclastia de David Bowie, uno de los artistas más extravagantes del siglo pasado. Cierto es que los nuevos diputados no acudieron con terno o vestidos de seda al Congreso, pero tampoco acudieron disfrazados, ni se pintaron rayos en el rostro como sí lo hizo el músico británico.

Lo suyo fue pura ortodoxia (pendientes, coletas, llevar a un bebé) circunscrita al código de la naturalidad ciudadana. “Así visto siempre y así he sido elegido por la ciudadanía para que les represente”, comentaba a EL TELÉGRAFO uno de los aludidos por Villalobos y Cernuda. Por mucho que se empeñen los críticos, las ‘pintas y las rastas’ no es menos artificial que anudarse una corbata.

Pero lo llamativo del conflicto no son las rastas o el bebé de Carolina Bescansa (la número 3 de Podemos), sino el tumulto. La diputada llevó a su bebé al pleno del Congreso y allí le dio de lactar.

Lo cierto es que en España, hace tiempo que  la capacidad para acometer una embestida ha pasado de los toros a muchos políticos. Y el fenómeno parece favorecer el espectáculo. El aspecto de un diputado es más importante que la presencia de un corrupto en la bancada del PP, como Pedro Gómez de la Serna, investigado por la justicia por cobrar millonarias comisiones en el asesoramiento privado a empresarios siendo diputado. Las rastas y el niño atrajeron la atención de las cámaras y Gómez de la Serna pasó desapercibido. Lo que hizo a continuación fue dimitir pero sin entregar su escaño.

Gómez de la Serna se enfrenta a una querella de la Fiscalía Anticorrupción, admitida en la Audiencia Nacional, por presuntos delitos de corrupción en transacciones internacionales, cohecho, blanqueo de capitales y organización criminal. (I)

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