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Empresarios apoyan la investidura de Rajoy

El líder del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy, triunfó en las pasadas elecciones.
El líder del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy, triunfó en las pasadas elecciones.
Foto: AFP
29 de junio de 2016 - 00:00 - Gorka Castillo, corresponsal en España

Tres días han tardado los políticos españoles en reaccionar al inesperado resultado proporcionado por las elecciones generales. El único candidato que respira tranquilo es el derechista Mariano Rajoy. Con 137 representantes en el Congreso, 14 más que los obtenidos hace seis meses, su reforzada imagen de hombre de Estado ha comenzado a ser utilizada por el PP como la pieza imprescindible del próximo gobierno de España. Así lo ha trasladado la ejecutiva conservadora al resto de formaciones políticas y así lo ha dejado entrever también la Confederación española de organizaciones empresariales (CEOE), el conglomerado productivo que agrupa a más de 2 millones de compañías privadas del país. Cualquier movimiento que obstaculice la investidura de Rajoy carecerá de sentido. Su inapelable triunfo electoral, junto al debilitamiento sufrido por los partidos de izquierda, dejan al PP como el dueño y señor de una situación que hasta el domingo parecía ingobernable. Desde el lunes, los mercados de valores respiran algo más aliviados, sobre todo tras superar los angustiosos días provocados por el Brexit y la taquicardia que producía imaginar un buen resultado electoral de Unidos Podemos. Como la salida británica se ralentiza y la coalición de izquierda quedó a años luz de las expectativas iniciales, el motor económico nacional ha comenzado a ejercer su impagable labor de lobby sobre las dos fuerzas que pueden allanar el camino de Mariano Rajoy hacia la Moncloa.

Poco importa ahora la pesimista valoración electoral realizada ayer por la agencia de calificación Moody’s, que sigue viendo como un problema la ausencia de un ganador claro, “ya que las negociaciones para formar gobierno retrasará las reformas críticas que deben impulsar el crecimiento económico del país”. Sin duda, así será porque España no tendrá nuevo presidente hasta septiembre, en el mejor de los casos.

La carrera hacia la Moncloa comenzará oficialmente el próximo 19 de julio, día señalado para la conformación solemne del nuevo Parlamento. Será a partir de esa fecha cuando el rey inicie la emblemática ronda de contactos con los partidos políticos. Aunque no existe un plazo legal para el comienzo de estas reuniones, todo indica que se producirán el 25 de julio, tras lo cual el monarca español no se demorará más de una semana en hacer pública su decisión, es decir, entre el 1 y el 7 de agosto. Mientras esto sucede, el presidente del Congreso de los diputados se encargará de fijar el día para la celebración del primer pleno para la investidura. Este paso es fundamental en la democracia española, ya que se convierte en el contador legal que activa los plazos para formar gobierno o, en caso de fracaso como ocurrió con Pedro Sánchez y el propio Rajoy en la anterior legislatura, disolver el Congreso y convocar nuevas elecciones.

Serían las terceras en menos de un año, un trance que todos los partidos políticos sin excepción quieren evitar a toda costa. “El problema existente coincide con la trascendencia del momento. Es decir, aunque la victoria del PP ha sido indiscutible, también lo es que su gobernanza es una anomalía democrática por los innumerables casos de corrupción en los que están involucrados. Así pues, los dos partidos que pueden facilitar o bloquear la investidura de Rajoy, el PSOE y Ciudadanos, deben jugar con extrema precaución sus bazas si no quieren quedar señalados”, explicaba ayer Ignacio Sánchez-Cuenca, uno de los politólogos más destacados del país.

El PP ya ha anunciado su urgencia por empezar los contactos con ambas formaciones políticas “esta misma semana”. Lograr el apoyo de los 32 diputados de Ciudadanos no parece que será complicado. La fuerza naranja que lidera Albert Rivera es consciente que el éxito logrado en las elecciones de diciembre fue inconsistente y, que superar la tormenta vivida durante los seis meses siguientes, el PP ha comenzado a fagocitar los votos de centroderecha que desertaron de su trinchera como castigo ante tanta corrupción.

Donde las cosas se han complicado es, una vez más, en el PSOE. Pese a que logró derrotar a Unidos Podemos en su batalla particular por la hegemonía de la izquierda, lo que en España se conoce como sorpasso, su empeño de no facilitar “bajo ninguna fórmula” la investidura de Rajoy ha provocado las primeras críticas en su partido. La más feroz ha sido su proclamada rival Susana Díaz. La presidenta de Andalucía anunció ayer que el próximo 9 de julio presentará combate para lograr que el máximo órgano de dirección de los socialistas, el Comité Federal, se retire a la retaguardia de la oposición para liderar desde allí una ofensiva “renovada y acorde a nuestros principios socialdemócratas” que desgaste al gobierno conservador. Sin citarlo expresamente, Susana Díaz defenderá la abstención de su grupo para permitir a Rajoy gobernar en minoría.

En Unidos Podemos siguen analizando las causas de su inexplicable fracaso. “Hay que ser honesto. Perder 1.100.000 votos es un fracaso y debemos empezar por asumirlo”, afirmaron ayer fuentes de toda solvencia de la confluencia de izquierdas. Los primeros informes han detectado que las vías de agua se encuentran localizadas en aquellas regiones donde la influencia de Izquierda Unida y de algunas plataformas regionales es importante. Es el caso de Valencia, Asturias, Madrid, Andalucía, Galicia y, en menor medida, Cataluña. Por el momento, la coalición se mantiene unida y no hay riesgo de ruptura pero fuentes de la organización aseguraron a este diario que queda pendiente “un intenso y apasionado debate sobre la estructura y el modelo de la confluencia”. Todo con más calma.

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