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Aznar opta por el silencio sobre su papel en la guerra de Irak

El exjefe del gobierno español, José María Aznar, apoyó al expresidente estadounidense George W. Bush en su programa de invasión de Irak.
El exjefe del gobierno español, José María Aznar, apoyó al expresidente estadounidense George W. Bush en su programa de invasión de Irak.
Foto: Archivo / El Telégrafo
09 de julio de 2016 - 00:00 - Gorka Castillo, corresponsal en España

Si la manipulación informativa de los terribles atentados islamistas perpetrados del 11 de marzo de 2004 en Madrid provocó la derrota electoral del expresidente José María Aznar, las conclusiones del devastador informe Chilcot sobre la verdad de la invasión de Irak no dejan resquicio para la duda: España aceptó colaborar en el engaño global diseñado en la Casa Blanca para ocultar a los  ojos del mundo que la decisión de ir a la guerra ya estaba tomada y, a cambio, demostrar que su prioridad “era evitar el conflicto”.

De esta forma se desmoronan todos los argumentos que el político derechista español ha repetido como un mantra para justificar su apoyo a la coalición invasora. Aznar mintió sobre la veracidad de las pruebas que vinculaban a Sadam Hussein con Al Qaeda y sobre la posesión de armas devastadoras, químicas y bacteriológicas, en manos del dictador iraquí.

No es de extrañar que la pista española del informe Chilcot haya desatado un tornado político alrededor de la figura del exmandatario español. Eso es lo que ahora incomoda en el Partido Popular (PP) y a su candidato a ocupar la próxima presidencia del gobierno, Mariano Rajoy, quien rehuyó todas las preguntas sobre el caso con un lacónico “ocurrió hace 13 años”.

En parecidos términos se expresó quien entonces dirigía el ministerio de Defensa en el ejecutivo de Aznar, Federico Trillo. “No participamos en la guerra, no enviamos combatientes a Irak y el gobierno de entonces no hizo nada a espaldas del Parlamento”, aseguró.

Sin embargo, los movimientos sociales y los partidos de izquierda parlamentaria no dejaron pasar la ocasión para atizar la gestión del polémico exdirigente español durante uno de los periodos más tensos que se recuerdan en la historia reciente del país. El coordinador general de Izquierda Unida, Alberto Garzón, calificó a Aznar de “criminal de guerra” ya que en su opinión, “quien manda a una guerra ilegal donde mueren más de 300.000 personas comete crímenes de guerra”.

Igual de crítico que Garzón se mostró uno de los fundadores de Podemos y referente intelectual para parte de su dirección, Juan Carlos Monedero, quien definió la herencia de 8 años de presidencia de Aznar como catastrófica.

“Los dos únicos legados que dejó son Al Qaeda y la corrupción”, dijo antes de comparar al Trío de las Azores -George W. Bush, Tony Blair y Aznar- con “tres matones”.

Sin embargo, el malestar que ha causado el informe Chilcot en España ha sido incluso mayor que el provocado en Reino Unido y EE.UU., ya que a diferencia de Bush, que se autoexculpó de cualquier malicia acusando a los servicios de espionaje de no hacer bien su labor, y también de Blair, quien aguantó como pudo a los periodistas, Aznar nunca ha respondido a las acusaciones vertidas contra él por mentir a la ciudadanía.

La guerra de Irak es un tema prohibido en sus charlas en la Fundación FAES que preside y también en sus apariciones pautadas para importantes emporios financieros del país. (I)

La polémica coincide con la visita de Obama

España está lista para recibir hoy la visita de 3 días del presidente estadounidense, Barack Obama, que será un momento ideal para estrechar lazos entre ambas naciones.

El presidente de EE.UU. se encontrará con un país blindado por la seguridad en todas sus vertientes. Tanto es así que ayer se anunció que varias estaciones del metro de Madrid, las más cercanas al Palacio Real donde los reyes han organizado una cena de gala en honor de su invitado con la presencia de cientos de asistentes entre los que se encuentra el líder de Podemos Pablo Iglesias, estarán acordonadas.

Para España, esta visita es casi como una tradición desde el fin de la II Guerra Mundial. Desde Eisenhower, todos los presidentes de EE.UU. menos Kennedy y Johnson han visitado un país al que consideran uno de sus principales aliados en Europa. Otra cosa es el sentir de la ciudadanía. Por ejemplo, mientras el mandatario estadounidense consuma mañana los encuentros privados y recorridos públicos por lugares emblemáticos de Madrid, como el Museo del Prado, se ha convocado una manifestación frente a la embajada de su país para protestar por su “política imperialista y contra el tratado de libre comercio, el TTIP” que Washington quiere cerrar con la UE antes de fin de año. Luego de su periplo en la capital española, Obama volará a Andalucía, a las dos bases militares permanentes que EE.UU. tiene en la región, la de Morón de la Frontera y Rota. Su última escala será Barcelona, una ciudad que, según cuentan, visitó como mochilero antes de entrar en política y de la que guarda un buen recuerdo. Sin embargo, la que verá estará algo cambiada y sometida a una estrecha vigilancia por un servicio inaudito de seguridad que ya ha provocado algunas protestas. (I)

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