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Las especies que hoy conocemos son una consecuencia de los cambios en el planeta

Las especies que hoy conocemos son una consecuencia de los cambios en el planeta
22 de junio de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

Siempre se pensó que la Tierra había sido tal como la conocemos hoy, pero a partir del siglo XIX empezó la sospecha de que no fue así sino que constantes y profundos cambios transformaron nuestro planeta.  Sabiendo eso se entendió  mejor cómo surgían las especies.  

Pero viajemos en el tiempo, 182 años atrás, cuando el joven naturalista británico Charles Darwin navegaba hacia las islas Galápagos. Él se entretenía leyendo el primer volumen de un libro apenas menos revolucionario de lo que sería su Origen de las Especies.  Porque en los Principios de Geología, el inglés Charles Lyell sostenía que la Tierra era más antigua de lo que se pensaba y que sufrió constantes cambios, los mismos que incidieron en la vida que en él existía. 

En cada escala que hacía, Darwin iba comprobando que Lyell tenía razón: los fósiles que estudiaba probaban que la Tierra había sufrido grandes transformaciones, a veces por enormes cataclismos. Casi siempre por la acumulación de pequeños cambios a lo largo de millones y millones de años.

Esto obligaba a las especies a adaptarse o desaparecer y el mecanismo que usaba la naturaleza era la selección natural: la supervivencia del mejor adaptado al nuevo ambiente que se formaba tras un cambio geológico.

Y los cambios en 4.500 millones de años fueron muy grandes. Las uniones y separaciones de continentes afectaron enormemente la evolución de la vida. Una nueva teoría propuesta por 2 científicos de la universidad china de Wuhan sostiene que cuando todos los continentes se unieron en la Pangea la vida en el planeta estuvo a punto de desaparecer en lo que se conoce como la Gran Mortandad. Una sucesión de erupciones volcánicas, gases de invernadero e incendios habría causado el envenenamiento de la atmósfera y los mares y la desaparición del 90% de todas las especies. 

Las pruebas

Luego la vida se habría recuperado con la progresiva separación de los continentes y el cambio de las corrientes marinas. Las especies que quedaron separadas en cada continente tomaron caminos evolutivos diferentes y así nacieron otras nuevas con solo unas pequeñas diferencias entre ellas. 

Veamos, por ejemplo, el caso de un animal tan exótico como el avestruz, enorme ave no voladora  que vive en África. Sus parientes son el ñandú de Sudamérica y el emú de Australia, y otros dos que ya se extinguieron: las aves elefantes de Madagascar y los moas de Nueva Zelanda. Todos ellos descienden de un único ancestro que vivía en el supercontinente de Gondwana que comprendía estas regiones, hoy separadas por miles de kilómetros.

Otro ejemplo, a menor escala, es el descubrimiento de mamuts enanos que habitaron en la isla griega de Creta. Cuando los gigantescos mamuts originales quedaron separados del continente europeo, debieron adaptarse a la escasez de alimentos, y así fueron sobreviviendo solo los más pequeños. Mientras sus ancestros medían hasta 5 metros, los cretenses apenas llegaban al metro de altura.

Los invasores del norte

Hace 100 millones de años América del Sur se separó de todos los continentes a los que estaba unida, y así nuestro continente quedó completamente aislado. Por entonces aún reinaban los dinosaurios, pero ya existían los mamíferos que en estas tierras fueron evolucionando a su propia manera.

Hubo animales parecidos a osos, caballos, tapires, rinocerontes y varios tipos de roedores. Todos los demás eran marsupiales, mamíferos que incuban sus crías en una bolsa, al estilo de los canguros que ahora se ven en Australia. No había grandes carnívoros.

Pero esta fauna comenzó a cambiar radicalmente hace apenas 2 millones de años cuando una serie de erupciones volcánicas hizo surgir el istmo de Panamá que unió a Sudamérica con América del Norte. Cuando este puente natural se enfrió comenzó la migración animal entre los 2 continentes. La mayor parte de este movimiento se efectuó de norte a sur, y comenzaron a llegar los grandes cazadores. Créase o no, el puma es de origen asiático, y ya se había extendido con éxito por Norteamérica después de cruzar por el paso del estrecho de Bering. También desde el norte vinieron el jaguar y nada menos que los ancestros de guanacos y vicuñas que aquí sobrevivieron pero que en el norte desaparecieron.

Gradualmente, los animales llegados del norte fueron sustituyendo a la fauna de América del Sur casi por completo. Solo sobrevivieron algunas variedades de marsupiales que en Ecuador conocemos como raposas. ¿Y por qué fue así y no al revés? Los científicos creen que las especies de América del Norte tenían ventaja por el largo contacto y la competencia con las asiáticas, y de esta manera se hicieron más adaptables a vivir en nuevos ecosistemas.

Sin embargo, este hecho accidental contribuyó a cambiar la historia del mundo. Cuando Centroamérica cerró el paso que unía el Atlántico con el Pacífico, las corrientes oceánicas cambiaron de dirección causando enormes cambios climáticos. Uno de ellos hizo desaparecer los bosques de África del este y obligó a un grupo de simios a caminar en 2 patas en busca de comida. Sí, esos somos nosotros.

La extraña fauna australiana

Si hay algún sitio en el mundo donde los animales parecen llegados de otro mundo ese es Australia.
Este continente se separó de Gondwana hace unos 50 millones de años y se fue desplazando lentamente hacia el este transportando animales que fueron evolucionando de manera muy diferente al resto del mundo, a excepción de los marsupiales que compartía con América del Sur.
Pero en Australia evolucionaron y prosperaron a sus anchas ante la ausencia de mamíferos placentarios que aún no habían aparecido cuando esta quedó aislada. Y se convirtieron en especies únicas.

En este paraíso de los marsupiales, el rey es el canguro del que existen docenas de especies que van desde los pequeños walabíes que apenas llegan al kilo de peso hasta el enorme canguro rojo de 90  kilos. Son mamíferos y las hembras cargan a sus crías en sus bolsas protectoras hasta por 8 meses y desarrollaron una cola poderosa para mantener el equilibrio, erguirse y desplazarse a los saltos. En la geografía plana y llena de arbustos espinosos de Australia, esta es la manera más rápida de andar. 

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