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De las palabras a los hechos

Violencia es violencia y punto

Violencia es violencia y punto
07 de marzo de 2016 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Hace una semana, dos mujeres extranjeras fueron asesinadas en Montañita. El hecho ha sido violento y espeluznante, no solo por cómo aparentemente ocurrió, sino por cómo la sociedad nos ha devuelto la imagen de este crimen.

Muchos de los comentarios y reflexiones acerca de este hecho lamentable han evidenciado otro tipo de violencia, de otra naturaleza, pero no menos preocupante: la violencia simbólica machista, xenofóbica y racista de los discursos sociales.

Cuando se conoció que las turistas argentinas desaparecieron y, luego, cuando se confirmó su muerte, empezaron los comentarios violentos hacia las víctimas. Se habló, sobre todo, de que ellas se lo buscaron, de que esta muerte atroz es la consecuencia de viajar solas, de ser mujeres libres (no, libres no, libertinas, se ha dicho), de que las culpables son ellas, quienes, seguramente, estuvieron drogadas y ‘se ofrecieron’ porque no tenían dinero. Es absurdo, cruel, que este sea el pensamiento machista que predomina en nuestra sociedad. ¿Cómo es posible que se pueda siquiera pensar que las culpables son las víctimas? Todos estos comentarios evidencian la pobreza de espíritu de una sociedad desubicada, incapaz de entender la verdadera dimensión de lo acontecido, al punto de llegar al absurdo de justificar a los culpables.

Pero si bien lo más absurdo de este hecho violento es la evidencia de que en nuestra sociedad sigue intacto el machismo secular, también ha permitido constatar la presencia de otras violencias, otros prejuicios, otras mezquindades. Por ejemplo, se ha evidenciado el racismo, al resaltar las características físicas de los supuestos asesinos como un ‘agravante’ del crimen. El hecho es que estos hombres abusaron, vejaron, violaron, asesinaron cruelmente; no el hecho de que hayan podido ser negros, blancos o azules. No, el hecho es que vieron a dos mujeres solas y vulnerables, y las trataron y las asesinaron como si sus vidas no tuvieran ningún valor. Su ‘raza’ y su condición social nada tienen que ver en este hecho violento.

Y, por último, también nos encontramos con un prejuicio xenofóbico. Se habla de que las chicas, por ser extranjeras, andaban de libertinas. Por supuesto, eso no tiene nada que ver con lo sucedido; ellas eran mujeres que ejercían su libertad de transitar, de viajar, de divertirse como es el derecho de toda persona.

Tampoco se puede, por otro lado, pensar en los ecuatorianos como seres violentos por naturaleza. No, estos hechos suceden a diario, en todos los lugares del mundo, incluso en el ‘primer mundo’, donde todo parece más ‘civilizado’. Si la violencia está generalizada en todo el mundo, habría que preguntarse cuáles son las causas estructurales para que esta violencia siga desatada. Salir de las lecturas maniqueas, llenas de prejuicios, es una necesidad fundamental para intentar superar esta violencia.

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