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Palabras mágicas

Palabras mágicas
15 de junio de 2015 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Muchas veces hemos escuchado acerca de las palabras mágicas. Tal vez las primeras que se nos vengan a la mente son ‘abracadabra’ o el famoso ‘ábrete, Sésamo’, de la historia de Alí Babá. En nuestro imaginario estas palabras están relacionadas con hechizos y conjuros, nos conectan con el ‘más allá’, con aquello que no conocemos pero queremos asir. Las oraciones místicas y las palabras rituales y ceremoniales también son, de cierta manera, palabras mágicas, pues mediante ellas esperamos conseguir algún favor o llegar a determinado estado. Y existen aquellas otras palabras mágicas, como ‘por favor’ y ‘gracias’, que nos inculcaron durante la infancia y que tratamos de inculcar en nuestros hijos o en nuestros estudiantes. Pero ¿qué es lo que convierte a las palabras en mágicas? ¿Dónde radica su poder para obrar milagros y obtener favores?

 

El poder de las palabras siempre ha sido muy fuerte, y eso lo sabemos. Sin embargo, en muchas ocasiones también las soltamos al azar sin pensar en su poder transformador o destructor. Lejos de cómo las utilicemos en términos normativos, siempre será importante lo que seamos capaces de hacer con ellas. El poder que tenemos sobre las palabras nos enfrenta diariamente con lo que somos y con nuestra propia ética, con nuestros valores y nuestros sentidos más profundos.

 

Por ejemplo, aquellas palabras mágicas que nos enseñan desde pequeños, que parecen un signo de cortesía manido y obligatorio, son mágicas porque, pese a su obligatoriedad, tienen el inmenso poder de acercarnos, suavizarnos, hacernos más humanos... No es lo mismo entrar en silencio o con una cara larga a un ascensor lleno de gente que hacerlo con un “buenos días”. No es igual que el cliente le arranche de las manos el producto que acaba de venderle a que luego de recibirlo le diga al vendedor “gracias”. Un imperativo grosero y autoritario no equivale a un amable por favor. Entrar empujando a un lugar no es igual a pedir permiso para entrar. Sí, se trata de palabras mágicas porque después de escucharlas o decirlas el espacio que nos separa de la persona de al lado, de aquel que está ‘más allá’, se hace más estrecho y logramos sentirnos entre iguales.

 

Cuando uno es pequeño las palabras mágicas pueden parecer una molesta obligación, una convención absurda. Sin embargo, a medida que vamos creciendo nos vamos dando cuenta de que no son obligatorias pero sí necesarias porque nos ayudan a vivir en comunidad y transmiten valores. Si usted dice gracias, por favor y permiso, entre otras, estará demostrando que es una persona educada y solidaria. Y, aunque no lo crea, estará usando el poder de las palabras para crear un mundo mejor; para tender un puente hacia los otros.

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