Cuando hablamos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), siempre surge la inquietud: qué sucederá con los documentos impresos y cómo se ha transformado la práctica de la lectura, ahora que casi toda la información que recibimos está mediada por lo digital. Sobre los documentos impresos, parece que no desaparecerán, al menos por un tiempo, porque ofrecen ventajas que no presentan aún los aparatos digitales y, sobre todo, porque existen generaciones de inmigrantes digitales que aún cuentan con los documentos impresos como fuente de investigación, aprendizaje y entretenimiento. Sin embargo, no podemos negar que, en la actualidad, las TIC atraviesan todos los ámbitos y que es necesario conocerlas.

Más que eliminar a los documentos impresos, las TIC nos hacen redefinir su presencia en nuestras vidas. Cada vez hay más campañas que incentivan a dejar de imprimir documentos y tomar conciencia sobre cómo influye la industria del papel en la deforestación. Además de esta toma de conciencia social, surge una toma de conciencia sobre los cambios que han ocurrido en la práctica de la lectura. Ya no leemos como antes. Nuestras lecturas lineales y secuenciales se han convertido en lecturas fragmentadas, abiertas, multimodales. Cuando leemos un documento impreso generalmente lo hacemos de principio a fin, e interrumpimos la lectura para buscar información accesoria, si la necesitamos. Cuando abrimos un documento en la red, en cambio, se nos presentan una serie de hipertextos que nos hacen detener la lectura con frecuencia. Hacemos clic en un vínculo que nos lleva a otro vínculo, leemos mientras chateamos, escuchamos una canción o pagamos las cuentas. La lectura es constantemente interrumpida, de ahí su fragmentación.

La existencia de las TIC también nos lleva a una lectura en la que es necesario conocer ciertas herramientas que permitan que nuestra experiencia en la red sea satisfactoria y eficiente. Como lectores, nos hallamos frente a la necesidad de comprender nuevos códigos, leer imágenes, enviar datos, hacer búsquedas, e incluso generar contenidos. Y, dada la cantidad infinita de información que encontramos en la red, el lector debe ser crítico al momento de diferenciar los datos que resultan útiles y los que no, y saber verificar y contrastar la información. Para ser un buen lector en la red, no solo es necesario saber leer, escribir y hacer clic, es indispensable saber cómo buscar la información y hacer que esta sea útil para sus conocimientos, lo que se conoce como ‘alfabetización digital’.

En la actualidad, existen grupos que aún no acceden a la alfabetización digital, ya sea por barreras como las etarias o por cuestiones de infraestructura tecnológica. Esto genera una gran desigualdad sobre la que hay que tomar conciencia, pues dentro de poco quedarán excluidos de muchas prácticas sociales aquellos que no dominen las TIC. Es importante que gobiernos e instituciones busquen políticas para democratizar este acceso a las tecnologías, pero que también se potencien otras prácticas que se están perdiendo y que tienen que ver con otros saberes, como la oralidad.