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De las palabras a los hechos

Las palabras y el lenguaje maniqueo

Las palabras y el lenguaje maniqueo
26 de octubre de 2015 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Las falacias son argumentos que conducen a un error, es decir, aunque sus premisas o su conclusión sean verdaderas, alguna de ellas está construida de tal manera que el argumento en sí no resulta válido. Las falacias han sido usadas en todo tipo de discurso para confundir y manipular a los receptores o para invalidar a los oponentes. Al ser argumentos generalmente fáciles de comprender, los interlocutores pueden asumirlos como verdaderos e incluso repetirlos tanto hasta que adquieren valor de verdad, aunque no lo tengan.

El lenguaje es, obviamente, el elemento principal con el que se construyen los argumentos. El lenguaje, como sabemos, puede ser un arma destructiva muy fuerte o una herramienta para una construcción sólida, por eso es importante tener cuidado al usarlo, pues con él podemos lograr cosas maravillosas o cosas terribles. Pensemos que todo el tiempo estamos argumentando, incluso para nuestros adentros. Argumentamos cuando nos decidimos por ir a un lugar y no a otro, por seguir a determinados pensadores, por defender nuestros pensamientos, por convencer a las personas cercanas de que el nuestro es el camino que se debe seguir, etc. Estamos también bombardeados por argumentos, desde la prensa, desde la publicidad, desde el discurso político, en fin, desde todos los ámbitos. De hecho, podemos dar una vuelta por nuestras redes sociales y nos daremos cuenta de que aquello que nos lleva a un ‘me gusta’, a un ‘compartir’ o a un ‘retuitear’ es, en muchos casos, un argumento que nos ha convencido.

Pero ¿cómo saber si estos argumentos son válidos o no? Todo depende, obviamente, de quien recibe el argumento, de quien lo procesa; aunque a veces nuestra ignorancia sobre el tema, nuestro descuido al contrastar fuentes o nuestra excesiva fe en el interlocutor nos lleven a dar por sentado algo que no tiene sentido. Como les decía, estamos bombardeados de argumentos, pero una manera fácil de descubrir una de las principales falacias es estar atentos a las generalizaciones, a aquellas que nos llevan a repetir ‘verdades’ como que los integrantes de cierto grupo son unos ‘vagos’, unos ‘tirapiedras’, unos ‘borregos’, unos ‘sufridores’, unos ‘ignorantes’. Estas falacias, con argumentos fáciles y maniqueos, son las que se enquistan en los discursos y pueden convencer a quienes, por diversas razones, no están preparados para construir otro argumento capaz de refutar lo que no convence hasta construir, en conjunto, un argumento que nos lleve a crecer y, sobre todo, a pensar por nosotros mismos.

Es falaz asumir que ‘el otro’ es el que está mal o pensar que alguien es dueño de la verdad. Todos los días somos testigos de manipulaciones en diversos tipos de discursos, pero no basta con darnos cuenta; es importante que nos esforcemos por ser críticos, por construir nuestras propias razones, por usar nuestro lenguaje de manera positiva, pensando en el bien general. Porque seguramente eso es lo que nos llevará a la claridad y hacia adelante.

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