Hace unas semanas encontré en internet, en el repositorio de la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo, un libro que me pareció maravilloso: El anuncio, enemigo de la lengua, de Justino Cornejo. Este autor (Puebloviejo, Los Ríos, 1904-Guayaquil, 1988) fue uno de los filólogos y folcloristas más destacados con que ha contado Ecuador, y su obra es extensa, y abarca desde la literatura hasta la pedagogía, pasando por el folclore y la lexicografía. El anuncio, enemigo de la lengua fue publicado en 1943 y en este el autor hace un recuento de los errores ortográficos y tipográficos encontrados en los anuncios de Quito.

En el prólogo de esta obra, Cornejo explica cómo surgió la idea de llevar a cabo esta investigación: “Hé aquí por qué el autor de estas páginas no se limitó a dictar la consabida ‘clase’ de Español a sus discípulos del Instituto Superior de Pedagogía i Letras de Quito, sino que, habiéndose advertido de los horribles atentados que contra el Idioma se perpetran impunemente en nuestras calles i plazas, resolvió que los jóvenes de los cursos primero i segundo de la especialización de Lenguas i Literatura recogieran, con la mayor seriedad posible, cuantos rótulos, denominaciones, anuncios i más leyendas llaman la atención en esta Capital para estudiarlos i clasificarlos con miras a un servicio público de valor indiscutible”. Como vemos, se trata de una labor pedagógica, que lleva a los alumnos a la calle para que, desde ahí, reflexionen acerca del uso de la lengua.

Este libro, que recoge varios errores relacionados con el uso de mayúsculas, comillas, anglicismos, tildes, entre otros, es una muestra de la preocupación que siempre ha existido por el uso del idioma, e indica que “nada habla tan elocuentemente del adelanto cultural de un pueblo, como su Idioma: un pueblo será tanto más digno de admiración i respeto cuanto mayor sea su preocupación por la pureza —siquiera sea relativa— del habla i la escritura, cuanto menos tolerante se muestre con las transgresiones de las leyes del lenguaje, cuanto más se afane en defender, pulir i exaltar la palabra”.

Lo curioso es que, aunque han pasado más de 70 años desde que este trabajo fue publicado, la preocupación de Cornejo sigue vigente. De la misma manera que en la década de los cuarenta del siglo pasado, seguimos viendo en esta segunda década del siglo XXI cómo el idioma es maltratado en todo tipo de anuncios publicitarios y vallas informativas. Ya he hablado varias veces aquí de lo preocupante que resulta este asunto, no solo por el asunto económico (pues no es poca la inversión en publicidad) sino, sobre todo, porque evidencia la escasa preocupación que se tiene por nuestro idioma y el poco respeto hacia los destinatarios de estos anuncios.

La de Cornejo es una ‘caza de erratas’ que llama la atención, sobre todo, del Concejo capitalino de aquella época y propone que exista un departamento que se dedique a revisar y aprobar las leyendas de los anuncios para que estos no se publiquen con errores. Sería interesante que eso se hubiera llevado a cabo, y que aún fuera factible en todo el país, pero lamentablemente es un sueño un poco lejano. Yo creo que como ciudadanía estamos en la obligación de llamar la atención sobre estos errores.

Un granito de arena constituye el concurso Caza de Erratas, de la Asociación de Correctores de Textos del Ecuador, que convoca a los ecuatorianos a enviar fotografías de errores ortográficos publicados en vallas y en anuncios públicos. La idea de este concurso, cuya convocatoria cierra el 9 de octubre, es concienciar a la ciudadanía acerca de la importancia de expresarse correctamente y del respeto que esto demuestra hacia los otros. Ojalá no pasen otros 70 años hasta que seamos conscientes de esta importancia.