Ecuador, 19 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Cine

La timidez del fútbol ante la lente para cine

La timidez del fútbol ante la lente para cine
27 de marzo de 2016 - 00:00 - Walter Franco Varas

La primera disyuntiva al emparejar cine y fútbol es decidir si el deporte será un tema atmosférico o, en su defecto, el eje narrativo de la película. Y la segunda, la que evita que haya una verdadera imagen del deporte más popular del mundo en cine, es si usar actores que jueguen o jugadores que puedan actuar, porque un partido no admite cortes ni ensayos.

Retratar los goles de la BBC (Karim Benzema, Gareth Bale, Cristiano Ronaldo) o de la MSN (Lionel Messi, Luis Suárez, Neymar) con una cámara de cine es tan improbable como lo fue retratar los goles de Pelé en la película Victory o analizar todos los videos que se hicieron —incluidos los filmados en celuloide— de ‘la mano de Dios’, para poder explicar cómo Diego Maradona logró esa hazaña. ¿Por qué? Por tres razones, ligadas tanto al arte del fútbol como a las leyes narrativas del cine.

Primera: el cine requiere esencialmente de una cámara que asume posiciones estáticas para generar los ejes visuales narrativos, mientras que el fútbol, como se lo transmite en televisión, necesita idealmente de veinte cámaras ubicadas en distintos ángulos.

Segunda: el fútbol es un deporte de contacto que degenera en un acto espontáneo, muy cargado de energía, que se captará mejor en vivo. Es por eso que los jugadores no pueden actuar.

Tercera: las velocidades que alcanzan determinadas jugadas a veces solo se pueden revisar con la ralentización o las repeticiones, y el fútbol es efímero y no puede seccionarse mientras está en curso. Esto último implica que si se quisiera filmar todo un partido para usarlo en un filme, no sería viable cortar tanto como se necesita en la cinematografía, para repetir ciertas tomas, y luego en la edición seleccionar las mejores. A los mejores futbolistas sus mejores jugadas les salen una sola vez con genialidad y magia. Cualquier otra acción puede parecerse, pero nunca será igual.

El análisis de la dupla entre el cine como un medio artístico-expresivo y el fútbol como un sujeto primordial o tema tangencial no es nuevo para los cinéfilos y adeptos al fútbol en Iberoamérica, considerando que existe el libro Fútbol y cine del español Carlos Marañón. En la introducción del libro en cuestión, escribe Elías Querejeta: “El cine no tiene problemas con nada excepto con el fútbol”, y “lo normal es que las películas de fútbol se derrumben cuando el fútbol entra en acción”. Ejemplo de lo último es que la cinta estadounidense con protagonista mexicano Goal! The Dream Begins sea considerada una de las mejores películas sobre fútbol, pero en sus secuencias de partido parezca casi un chiste al usar típicos juegos de acrobacia, acercamientos de piernas corriendo o cámara lenta para escenificar los momentos de mayor pasión en un juego de alto nivel.

Para los estadounidenses y Hollywood lo interesante del fútbol son los valores que promueve, y por ello las películas sobre este deporte se reducen a una serie de vistosos cuadros que no son para nada la realidad del futbolista.

Maravillas fugaces

Acciones como las de Pelé y Maradona son irrepetibles, y aunque haya videos de ellas, la velocidad y energía con las que se realizaron no logran captarse en toda su magnitud en la fotografía para cine. Mientras los documentales sobre fútbol logran una mayor fidelidad al retratar el deporte, al cine de ficción le sigue costando lograr o mejorar lo que han hecho cintas como Maradona by Kusturica, Zidane: A 21st Century Portrait, The Class of ‘92, Once in a Lifetime, Generación 99: Iker y Xavi y Di Stéfano, de Pibe a Leyenda.

El mérito de las cintas de no ficción mencionadas yace en combinar en su montaje final entrevistas, fotografías fijas, tomas de archivo de partidos, y apenas unas cuantas tomas actuales de sus protagonistas en ejercicios físicos o sesiones de fútbol de camaradería o para pasar el rato. Las imágenes de archivo no permiten captar toda la maravilla del deporte, la pasión, el arte, la velocidad o el vértigo que implican y por eso surgen secuencias como el partidito entre amigos de The Class of ‘92 o de un Alfredo Di Stéfano ya avanzado en edad haciendo cascaritas. En el caso de las cintas sobre Maradona y Zidane, se da la vuelta a dos escollos para la buena cinematografía: la primera presenta a un Maradona que se considera actor en la vida aunque no pueda serlo en la cancha, y la segunda, sigue a Zidane durante un partido de noventa minutos en 2005 utilizando diecisiete cámaras sincronizadas.

¿Y qué sucede con la posibilidad o no de superar el limitante de la velocidad del acto futbolístico que no puede seccionarse en el desarrollo de un partido? En ese espacio, ni el documental ni la ficción saben cómo aproximarse visualmente, y eso explica las entrevistas a terceros en los documentales y las acrobacias y cámaras lentas en los filmes ‘futboleros’ de ficción. Así, desde el punto de vista de la cultura popular anglosajona, las mejores ficciones sobre fútbol son Victory de John Huston o las comedias Bend it like Beckham, Looking For Eric y Shaolin Soccer.

La primera de estas, por la inclusión de Pelé entre otras figuras del fútbol mundial que claramente no sabían actuar, y una colección de estrellas del cine que no sabían jugar, para lograr que una trama bastante inverosímil degenere en un perfecto filme ‘arrancalágrimas’. Las otras tres, las comedias, aprovechan las fotografías de planos cerrados nada fieles a la física y la técnica del futbolista real, la cámara lenta en momentos de emotividad alta como goles o penales y las acrobacias para lograr los goles más irreales, pero más entretenidos en pantalla.

Es que para quienes no entienden el fútbol, la pasión del juego es literalmente el gol y el resto de un partido es aburrido relleno. Allí entra nuevamente a la cancha la cinta estadounidense Goal! The Dream Begins y sus dos secuelas, una extensa filmografía de niños o animales en Estados Unidos jugando fútbol para lograr unión y conquistar una meta imposible (siendo los protagonistas miembros de equipos modestos y en desventaja), y la tríada que compondrían las nada relacionadas Victory, Once más uno y Mean Machine. Es que ninguna de las atajadas o goles que nos exponen en la gran pantalla —ya sea estas cintas, u otras como Kicking & Screaming o The Big Green— dice algo de lo que es la realidad visual del fútbol.

No se puede fabricar

En un panel que la Revista Cinemático comparte en su canal de YouTube se aclara al público que las películas estadounidenses sobre fútbol han sido relativamente pocas y que les falta calidad. Los panelistas admiten que como toda cinta de deportes se busca que el filme ‘futbolero’ llene el alma, la pasión; sin embargo, el lenguaje cinematográfico aún no ha encontrado la magia que puede ser el partido de fútbol.

Desde las décadas de los treinta y los cuarenta, los tres países que más cine sobre fútbol han producido son Argentina, Inglaterra y España; la primera de estas naciones a la cabeza con una serie de “dramas intensos, oscuros aunque cotidianos y populares, algo fatalistas y pasionales, en los que el fútbol, casi como el tango, es un amor tan profundo que acaba trayendo siempre problemas”, según explica Carlos Marañón en su libro Fútbol y cine.

Luego, en estas tres naciones, como en el resto del mundo, el cine sobre fútbol adopta una serie de líneas temáticas reconocibles: el balompié, si no como tema central, sí como parte fundamental del marco de la historia, ficción de alta calidad que reconstruye un caso real como en The Damn United; el hooliganismo y otros puntos de vista desde el aficionado; el fútbol como instrumento para el cine social, en línea con la idiosincrasia latina para poner de manifiesto que el deporte enfrenta a los hombres y puede emparejarse con sus más bajos instintos, retratar la amistad masculina, la delgada línea que puede separar al perdedor del héroe, la condescendencia hacia los árbitros, y globalizar la pasión por el fútbol a escala internacional o nacional a través de un mismo acontecimiento...

Estas líneas las plantea y ejemplifica el español Javier Moral, crítico cinematográfico, en la web El Espectador Imaginario, y con él hay que concordar en que por ahora existe “un cine que muestra otra versión del fútbol, aunque nunca deja de compartir con el deporte que lo sustenta la innegable capacidad de emocionar a su público”.

La visualidad verosímil del fútbol no es prioridad de la industria cinematográfica. No se puede fabricar el fútbol, en consecuencia con las tres razones antes mencionadas: el uso preferente de una cámara para rodar cine, la espontaneidad y la naturaleza efímera del acto futbolístico, y la genialidad y vertiginosidad de una gran jugada.

Las reglas de la narrativa audiovisual están escritas para doblarse, no para romperse, y al parecer quienes deciden hablar sobre o de fútbol en su filme ni siquiera han pensado en mejores formas de doblarlas para hacer un retrato audiovisual adecuado de esta actividad. El hecho de que la nada creativa —visualmente hablando— Goal! The Dream Begins, Green Street Hooligans, The Cup, Gregory’s Girl, The Heartbreak Kid (1993), Fever Pitch (1997), Offside, El Viajero y El milagro de Berna puedan ser consideradas, por una fuente u otra, como las mejores cintas sobre fútbol, debe preocupar a los que se llaman cinéfilos y aficionados al fútbol. Aunque los últimos seis títulos antes mencionados gocen de alta calidad cinematográfica, no son las mejores formas de retratar o ver al fútbol en la gran pantalla.

En cine, el buen fútbol dura segundos

Sí, el cine sobre fútbol en cualquiera de sus vertientes se ha preocupado más por lo que pasa fuera de la cancha que dentro de ella. Aun así, hay cierta esperanza para el cine iberoamericano, donde el fútbol es un tema tangencial, atmosférico, de buenas y renombradas películas como El penalti más largo del mundo, El camino de San Diego, Rudo y Cursi, El casamiento de Romeo y Julieta, Golpe de Estadio y La pena máxima.

Argentina es prácticamente el punto de partida de las películas sobre fútbol, y aunque sus cineastas se han alejado de esa línea, el laureado Juan José Campanella no deja de tocar su amor por cierto club de su país natal en más de una de sus cintas. En El secreto de sus ojos logra una soberbia secuencia en un estadio, pero el punto no es el partido, sino el suspenso que se crea cuando los protagonistas se vuelven perseguidores de un supuesto asesino de la dictadura argentina. El inicio del plano secuencia deja entrever que sí se puede coreografiar unos segundos de fútbol para un filme, aunque no todo un partido.

Con esa cinta, Campanella ganó un Óscar a Mejor película de habla no inglesa, y luego se dedicó a un filme animado sobre los jugadores de un futbolín titulado Metegol, que fue nominado al Óscar a mejor filme animado. Campanella reconoció que Metegol no es una película sobre futbolín ni sobre fútbol, aunque al espectador sí le levanta la duda de si los cineastas se atreven a trabajar con la animación al hablar sobre el deporte para sortear las limitaciones que puedan encontrarse a la hora de retratar correcta y atractivamente al fútbol en cine.

La cinematografía acusa cierta falta de fidelidad con este universal deporte. Hasta cierto punto, pareciera que el buen cine no es equiparable al buen fútbol, ni viceversa. Por ahora, lo que han logrado algunos directores iberoamericanos e ingleses —entre ellos el dos veces oscarizado Alejandro González Iñárritu— es dirigir buenos avisos en los que algo de fútbol se ve, tal como ocurre en el caso de Nike Write the future. A los adeptos al cine les corresponde mantener mente y ojos abiertos para buscar el santo grial, una representación adecuada del fútbol en el cine.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media