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De las palabras a los hechos

La sensibilidad y la traducción

La sensibilidad y la traducción
10 de octubre de 2016 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

En la historia moderna, que ha estado tan ligada al avance del capitalismo, los oficios relacionados con las letras tienden a ser vistos con desdén, pues se los considera ‘improductivos’ y poco eficientes. En los tiempos en los que es indispensable inscribirse en la ‘matriz productiva’ para producir beneficios inmediatos y tangibles, dedicarse a la palabra, a la filosofía o a la historia es una especie de suicidio, de condena implícita a la ‘pobreza’.

Muchos de los que estudiaron alguna carrera relacionada con las humanidades han escuchado alguna vez preguntas como «¿de qué vas a vivir?», como si el dedicarse a ciertas tareas no fuera una forma de vida válida. Los oficios relacionados con la palabra suelen ser, a menudo, invisibles; paradójicamente, se evidencian si están mal hechos. Por ejemplo, un mal corrector salta a la vista si se le han escapado muchas erratas, o un mal traductor, si ha pasado por alto a un falso amigo. Si sus trabajos están bien hechos, pocos se darán cuenta. A veces son tan invisibles, que sus nombres ni siquiera aparecen en los créditos editoriales de los libros.

El 30 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Traducción, que conmemora la muerte de san Jerónimo de Estridón, el patrono de la traducción y traductor de la Biblia. La tarea de las personas que se dedican a traducir no consiste solamente en trasladar las palabras de un idioma a otro. Es compleja y requiere mucho más que el conocimiento superficial de la lengua fuente y la lengua meta. Es una tarea que requiere de una sensibilidad única y de un amor a las letras muy especial.

Los debates sobre la traducción siempre han estado relacionados con la tensión entre la literalidad y la transmisión del sentido; acerca de si se debe traducir exactamente de una lengua a otra o si se debe tomar en cuenta aquello que las lenguas sugieren y se adecúa a ellas. Para resolver esta tensión, traductoras y traductores deberán siempre afinar el criterio y pensar qué se ajusta mejor a los textos y a sus destinatarios. Quienes se dedican a la traducción entienden perfectamente las particularidades de cada lengua y de cada cultura a la que va destinado el texto, por esto su trabajo no es una tarea sencilla, sino muy minuciosa y cuidada.

Para dedicarse a la traducción no solo es necesario conocer las lenguas, también se requiere tener un amplio bagaje cultural, y un conocimiento muy preciso de la rama del saber a la que se dedican, pues no es lo mismo traducir un texto de medicina que uno de filosofía o de literatura. En la literatura, no es lo mismo traducir una novela que un poema. En este último caso, el de la literatura, además es necesario contar con la sensibilidad poética suficiente como para trasladar la belleza y la magia literarias.

La labor de los traductores es extremadamente especializada y también necesaria. Sin su aporte no sería posible acceder a mucho del conocimiento al que tenemos acceso. Los oficios relacionados con las letras pueden parecer poco productivos en un mundo capitalista, pero son imprescindibles, bienvenidos, agradecidos en un mundo en el que urgen la sensibilidad y la belleza. Aunque atrasado, feliz día, queridos traductores.

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