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DE LAS PALABRAS A LOS HECHOS

La riqueza lingüística y la identidad ecuatoriana

La riqueza lingüística y la identidad ecuatoriana
11 de enero de 2016 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Siempre decimos que Ecuador es un país diverso. Y lo es. Tenemos una variedad impresionante de paisajes, de culturas, de delicias gastronómicas, etc. Y el lenguaje, que es la manifestación de esa diversidad, no se queda atrás. Todas las regiones del país, incluso cada pueblo, tienen sus características lingüísticas propias, de las que se sienten orgullosos. Y cada una de estas particularidades va configurando lo que somos como país.

Por ejemplo, ya he hablado varias veces de la influencia del kichwa en el español de la Sierra ecuatoriana, con palabras como chuchaqui, chaquiñán o huasipichay, o esos giros especiales como el ‘me voy a volver’ o el ‘da llevando’. Así mismo, está presente en la gastronomía, puro como en el yahuarlocro, o mezclado con el español como en la tripamishqui. Esta influencia es enriquecedora y maravillosa, y de la misma manera, el español también se ha colado en el kichwa, compartiéndole palabras que esta lengua no tiene, sobre todo aquellas relacionadas con la tecnología.

También llama la atención en nuestro país que cada región tenga sus palabras propias. Si buscamos en internet, veremos que existen ‘léxicos’ de todas las regiones y ciudades: de los guayacos, de los morlacos, de los lojanos, de los quiteños, etc. Cada región busca reconocerse en su idioma, en sus giros, en sus frases. Y también busca diferenciarse del resto y reivindicar su identidad. Por ejemplo, podemos encontrar palabras que son propias de las diversas regiones, como el gara (chévere, lindo, divertido), el chendo (mentira) o el masho (papelón) de Cuenca, o el billeteado (persona con dinero), la jama (comida) o el lagartero (guitarrista popular) de la Costa, especialmente de Guayaquil. Recientemente escuché también la palabra titiriti, que se refiere a algo muy liviano o de contextura muy fina, que se usa en Píllaro, en la provincia de Tungurahua. Y de esta manera, existen muchas palabras propias de cada región.

Asimismo, dentro del país se pueden encontrar distintas palabras para una misma cosa. Por ejemplo, en la Sierra el rompevelocidades es conocido como ‘chapa muerto’ o ‘policía acostado’, mientras en la Costa se lo conoce como ‘muro’ (que en la Sierra es una pared grande). También, en la Costa, para indicar que hay que caminar de frente para ir a un sitio, se dice ‘largo’, mientras en la Sierra se dice ‘recto’. Otra palabra que tiene nombres distintos en varias regiones es el renacuajo, que se conoce como pimbalo, gusarapo, güilli-güilli, jimbirico y tufe, entre otros. O el chapa de la Sierra (policía), que en la Costa no se usa tanto en ese sentido, pero sí para hablar de un apodo (la chapa).

Estos son solamente algunos ejemplos de la riqueza lingüística de nuestro país, esa riqueza que nos hace especiales, y que debemos explotar y conocer porque es ahí donde radica lo que somos como individuos y comunidad.

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