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La polémica sobre el Himno a Quito

La polémica sobre el Himno a Quito
09 de junio de 2014 - 00:00 - Juan J. Paz y Miño C.

En 2009, la Alcaldía de Quito resolvió que, con motivo del bicentenario de la Revolución del 10 de agosto de 1809, se cantara, en los actos oficiales, la cuarta estrofa del Himno a la ciudad en lugar de la segunda. En enero de 2014, el Concejo expidió una ordenanza que ratificó lo que ya venía ocurriendo: dispuso que se cantara la cuarta estrofa.

Con ocasión del cambio de administración en la Alcaldía y el Concejo capitalinos a partir de mayo de 2014, se activó la polémica en torno a cuál de las estrofas deberían cantarse, si la segunda o la cuarta. Y la cuestión se volvió ‘política’, pues el posicionamiento en favor de una u otra estrofa ha implicado cuestionar la ordenanza municipal nacida en la época del alcalde Augusto Barrera o confrontar al nuevo alcalde Mauricio Rodas y sus partidarios, inclinados a observar la forma tradicional de cantar el Himno a Quito, esto es, con la segunda estrofa.

En este ambiente ‘politizado’ es difícil que la racionalidad histórica se imponga. Pero es necesario tomarla en cuenta.

El Himno a Quito nació en 1944. El texto fue escrito por el franciscano Bernardino Echeverría y la música fue obra de otro franciscano, Agustín de Askúnaga, de origen español. He procurado rastrear el himno original, pero no se logra establecer su ubicación. Solo quedan varias publicaciones realizadas por el Archivo Metropolitano de Historia, en las que se reproduce el Himno y su partitura en 1944. También en este Archivo se hallan las actas en las que se aprobó aquel Himno, pero lastimosamente no se incluye el texto original de la época. Sobre esas bases, cabe anotar que el Himno a Quito fue concebido como una poesía, que tiene un coro y seis estrofas. El coro introduce la gloria histórica de Quito en estos términos:

 

Nuestros pechos, en férvido grito,

te saludan ciudad inmortal,

Gloria a ti, San Francisco de Quito,

en tu historia muy noble y leal.

 

Después, cada una de las estrofas representa algún hito en esa historia de la ciudad. La primera, alude al Quito que se halla en las faldas del Pichincha, así:

 

En las faldas inmensas de un monte,

tu grandeza buscó un pedestal,

para henchir tu ambición de horizonte,

y colmar tu ansiedad de ideal.

 

La segunda idealiza al mestizaje, porque habla de la ciudad aborigen y de la que España también “amó”:

 

Oh, ciudad española en el Ande,

oh, ciudad que el Incario soñó,

porque te hizo Atahualpa eres grande,

y también porque España te amó.

 

La tercera, trata de engrandecer al Quito de la ilustración y “cuna de héroes y artistas”:

 

Y quién puede contar tus conquistas,

oh, leal y muy Noble Ciudad,

eres cuna de héroes y artistas,

y una antorcha de luz y verdad.

 

La quinta (por el momento dejo a un lado la cuarta), hace referencia al Quito descubridor del gran río Amazonas:

 

Con la audacia triunfal que blasonas,

ya tus hijos lucharon ayer,

y trajeron al grande Amazonas,

cual trofeo de reina a tus pies.

La sexta, como una especie de resumen poético e ideal, renueva la gloria de Quito y su tradicional religiosidad:

 

Aunque el tiempo veloz siempre rueda,

y se esfuma en su noche el ayer,

siempre intacta tu gloria se queda,

y es la misma en los siglos tu fe.

 

Volvamos ahora a la cuarta estrofa que dice, exactamente:

 

Cuando América toda dormía,

oh muy Noble Ciudad, fuiste Tú,

la que en nueva y triunfal rebeldía,

fue de toda la América luz.

 

Aquí se retrata, directamente, a la Revolución de Quito que el 10 de agosto de 1809 instaló una Junta Soberana, con la cual se inició el proceso de la independencia del espacio que hoy constituye la República del Ecuador.

Entre las 6 estrofas del Himno, no hay duda que esta, la cuarta, es la más importante de todas, porque precisamente resalta al hecho más trascendental de Quito y del Ecuador: su independencia.

Se podrá comprender, entonces, que cuando en 2009 se resolvió cantar la cuarta estrofa, se tuvo en la mira al Quito de la libertad, al Quito independentista, que llegó a ser “Luz de América”, porque mientras en otras regiones América todavía “dormía”, es decir, permanecía bajo el coloniaje, fue Quito la ciudad que despertó y lanzó su primer Grito de Independencia. Por cierto, fue en Chile donde se bautizó a Quito como “Luz de América”.

En 2009 se conmemoraba exactamente el bicentenario de ese primer Grito de Independencia. Y en una serie de países latinoamericanos ocurrieron iguales conmemoraciones: en Bolivia, el mismo 2009; en México, Venezuela, Colombia, Argentina y Chile, en 2010; en El Salvador y Paraguay, en 2011; y así sucesivamente. El bicentenario recordó, en cada caso, las revoluciones que en cada uno de los países citados iniciaron sus propios procesos independentistas.

Al adoptar la cuarta estrofa exactamente el año del bicentenario, no hubo ningún sentido de ‘odio’ ni de ‘resentimiento’ contra España, ni algo parecido a ello. Simplemente, hubo la necesidad de exaltar al hecho más importante en la historia nacional, que es el de su independencia. Y la ordenanza de enero de 2014 siguió el mismo sentido histórico.

El anterior Cronista de la Ciudad, el recordado y ya fallecido célebre historiador Jorge Salvador Lara, se pronunció en favor de ese cambio en 2009. En las funciones de Cronista de la Ciudad, cargo que ocupé desde abril de 2011 hasta abril de 2014, también coincidí con ese criterio y me pronuncié siempre en favor de que en Quito se cantara el Himno con la cuarta estrofa. Esta posición ha sido compartida por otros historiadores y miembros de la Academia Nacional de Historia, porque todos han comprendido la dimensión que tiene la gesta independentista nacida en Quito y expresada en la Junta Soberana del 10 de agosto de 1809.

Cabe considerar, de otra parte, que el Himno a Quito, como texto poético, trató de expresar la visión conservadora de la época, reflejada como sentimiento cívico. Evidentemente, no es un texto histórico, en el sentido académico del término. Por ello, la segunda estrofa bien puede entenderse en su ‘espíritu’ como un deseo de armonizar lo aborigen y lo español. Porque desde una perspectiva absolutamente histórica, incluso refleja claros límites, ya que Quito no es, propiamente, una ‘ciudad española’, pues antes de su fundación en 1534 era un activo centro de culturas; y, porque, además, tampoco fue Atahualpa el que la hizo “grande”, ya que los incas incluso fueron un pueblo que sometió a las culturas quitenses; y porque aquello de que España “te amó”, esconde el hecho brutal de la conquista y la colonización.

De manera que, en el conjunto del propio Himno, la estrofa que glorifica al Quito de la independencia es la más lúcida en términos históricos, pues la Revolución Quiteña ubicada entre 1808 y 1812, fundió acción y pensamiento; movilizó los conceptos de autonomía, representación de los pueblos, soberanía, republicanismo, constitucionalismo, democracia y, ante todo, libertad; comenzó con la confabulación de la Navidad en 1808; siguió con la instauración de la Junta Soberana en 1809; desembocó en la escandalosa masacre de próceres y habitantes quiteños en 1810; continuó con la reunión del primer Congreso de Diputados en 1811; arribó a la expedición de la primera Constitución y la creación del Estado de Quito en 1812; y concluyó con la represión y sometimiento de los revolucionarios quiteños al finalizar ese 1812.

Hay, pues, poderosas razones históricas para exaltar a Quito “Luz de América”, por sobre las razones meramente políticas del debate sobre el Himno a Quito.

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