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La oficialidad de las lenguas

La oficialidad de las lenguas
21 de diciembre de 2015 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

En la mayoría de constituciones del mundo, uno de los primeros artículos tiene que ver con la oficialidad de una lengua. Ahí, en la ley más importante que rige a toda nación, se establece cuál es el idioma (o los idiomas, en varios casos) en el que deben comunicarse sus habitantes. En el caso de Ecuador, y de la mayoría de los países de América, es el español este idioma oficial. En nuestro país se consideran además al shuar chicham y al kichwa como idiomas oficiales de relación intercultural. A veces existen dos o más lenguas oficiales, como en Paraguay, donde lo son el español y el guaraní, o de Bélgica, cuyos idiomas oficiales son el francés, el neerlandés y el alemán. También hay casos como el de México, en el que no existe una lengua oficial, aunque sea el español la lengua más hablada, y esté declarada en la Ley de Derechos Lingüísticos como lengua nacional. Pero ¿cómo se ha llegado a determinar la oficialidad o la generalidad de una lengua sobre las muchas otras que se hablan en un territorio?

La oficialidad de las lenguas surge, sobre todo, con la aparición de los Estados-nación, como una de sus estrategias de unificación. El hecho de que exista una lengua oficial determina que el Estado funcione como una comunidad. La oficialidad se da, sobre todo, en el ámbito legal y en el de la educación. En nuestro país las leyes se encuentran escritas en español y los trámites se llevan a cabo en este idioma. Pese a que existe una política de educación intercultural, es el español el idioma que se impone también en la educación, pues incluso la interculturalidad está regida por la oficialidad del español.

La oficialidad de las lenguas surge también como una estrategia de dominación, pues desde siempre ha sido la cultura más fuerte, la dominadora, la que se ha impuesto a las otras. Esta imposición ha usado a la lengua como una herramienta eficaz, que ‘disminuye’ a las otras lenguas y, por ende, a las otras culturas. Veamos, por ejemplo, cómo surgieron los idiomas romances, cómo el kichwa se impuso en el Imperio inca o cómo el español se arraigó en nuestra América. Para que una lengua se convierta en oficial, ha tenido que ganar la carrera a las de otras culturas que no han logrado imponerse.

También ocurren oficialidades en una escala mucho más global. Esto ocurre, por ejemplo con el inglés. Este idioma se ha convertido en la lengua oficial de la ciencia, de los negocios, de los intercambios. Las publicaciones académicas, por ejemplo, son mucho más prestigiosas si se encuentran escritas en inglés. Un académico, si quiere ser considerado como tal, debe dominar este idioma y saber escribir y comunicarse en él. Asimismo, el inglés domina una serie de técnicas o de saberes, como en el caso del famoso coaching, que se encuentra tan de moda, o la tecnología, que nos invade con su software, sus smartphones o sus apps. Este idioma se impone tanto al resto que aprenderlo es considerado como una destreza indispensable para poder sobrevivir en el mundo de los negocios e, incluso, de la cultura. Y nosotros, para no perdernos de este viaje global, seguimos el juego y dejamos que el idioma, y por ende la cultura, nos domine.

Es importante entender que una cosa es la oficialidad funcional y otra cosa son las raíces que constituyen nuestras culturas. No podemos ignorar que, junto a estas oficialidades impuestas, existe un mestizaje, que es, —precisamente— lo que aporta riqueza a nuestras culturas y a nuestras maneras de comunicarnos.

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