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De las palabras a los hechos

El precio del descuido

 El precio del descuido
25 de mayo de 2015 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

“No siembres corrupción porqué cosechas pobreza”, “Se parte del cambio”, “Informe como conduzco”, “La naturaleza esta mas cerca de lo que crees”, “25% por inaguracion”, “Se acepta targetas de crédito”... Estos son solo algunos de los anuncios que he encontrado en el camino. Están por todas partes: en vallas publicitarias, en rótulos, en carteles motivacionales, en documentos... Y son más, muchísimos más de los que nuestros ojos (y nuestra inteligencia) se merecen. Siempre que encuentro un anuncio con un error ortográfico, pienso en el descuido de quienes han estado implicados en su producción y en el dinero que se desperdicia.

En primer lugar, la producción de un anuncio no depende de una sola persona. Depende, al menos, de quien lo encarga y de quien lo hace. Generalmente, quien encarga un arte de este tipo escribe el texto que el anuncio deberá llevar, y debe procurar que este texto se entienda y que cumpla la intención comunicativa (vender, informar, convencer, etc.). Si este texto tiene un error, no cumplirá su intención comunicativa. El error, ya sea ortográfico, gramatical o de contenido, dice mucho acerca de los conocimientos y el dominio de la lengua de quien lo ha escrito. Si a esto le sumamos que la persona encargada de producir el ‘arte’ tampoco domina la lengua, el resultado es un texto descuidado, que, como una pandemia, propaga el error por todas partes.

No tengo idea de cuánto pueda costar una valla publicitaria, pero me imagino que no es poco; por eso siempre pienso en todo el dinero que se desperdicia cuando el texto del anuncio tiene un error como los que anoté al inicio de esta columna (que son reales, lamentablemente). Y al pensar en todo el dinero que se desperdicia, pienso en que aquel podría invertirse, por ejemplo, en capacitar en redacción básica a los empleados de la empresa. Muchas instituciones (públicas y privadas) consideran que capacitar en estos temas a sus colaboradores es botar la plata, cuando sucede lo contrario. De la misma manera que se exige al colaborador un dominio técnico sobre su ámbito laboral, se le debería exigir un dominio de la lengua. Si hubiera más conciencia en las organizaciones sobre la importancia de escribir correctamente, no veríamos por todas partes errores como los que he anotado.

Obviamente no todas las empresas tienen dinero para capacitar a todos sus empleados; pero por lo menos, si producen textos (que todas lo hacen en diferente escala), sería una buena estrategia de responsabilidad social contratar a un buen corrector para que revise los documentos. Y si contratar a un corrector les sale muy caro, sería conveniente que compraran un diccionario que les ayude a salir de las dudas. Y si el diccionario cuesta mucho, no cuesta nada consultar una página web sobre español o preguntar a quien sepa. No desperdiciemos el dinero en anuncios de vergüenza que evidencian el descuido y la ignorancia.

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