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El legado de Rufino José Cuervo al español de América

El legado de Rufino José Cuervo al español de América
25 de julio de 2016 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Rufino José Cuervo Urisarri es considerado el padre de la filología americana, y uno de los más grandes lexicógrafos y gramáticos de la lengua española. Nació en Bogotá el 19 de septiembre de 1844 y murió en París el 17 de julio de 1911. Aunque buena parte de su educación fue autodidacta, siempre mostró un interés minucioso y apasionado por el estudio de todas las ramas de la lingüística. En 1870 publicó, junto con Miguel Antonio Caro, quien fue su compañero de estudios, la Gramática de la lengua latina para el uso de los que hablan castellano. Este texto fue reconocido por la Real Academia Española como fundamental para el habla hispana, y Cuervo y Caro se convirtieron en los filólogos más importantes de América. Ambos, junto con otros lingüistas, formaron en 1871 la Academia Colombiana de la Lengua, la más antigua de las academias americanas, y el nombre de los dos figura en el de la institución más importante de las letras colombianas: el Instituto Caro y Cuervo.

Si bien Caro y Cuervo continuaron manteniendo una estrecha relación, ambos se dedicaron a sus proyectos individuales. De los dos, Cuervo ha sido reconocido como el ‘padre de la filología hispanoamericana’ por sus estudios en este campo y ha sido considerado el continuador del gramático venezolano Andrés Bello. En este aspecto, son destacables las notas que hizo Cuervo a la Gramática de Bello, a quien consideraba «ornamento de las letras americanas» (1867-1872). Estas notas han sido anexadas al trabajo de Bello. Cuervo también presentó su trabajo sobre el uso de la lengua en varias revistas y boletines, siempre con un análisis sagaz, bien documentado y comparado.

Otro de sus trabajos destacados, que lo convirtió en autoridad del español americano, fue Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano (1867-1872). En esta obra, Cuervo analiza cómo usan la lengua sus contemporáneos, y la presenta en el prólogo como un libro de gramática «escrito no en el estilo grave y estirado que demandan los tratados didácticos, ni repleto de aquella balumba de reglas generalmente inútiles en la vida práctica por versar en su mayor parte sobre puntos en los que nadie yerra». La intención de Cuervo fue presentar un texto ameno, ‘digerible’, que contribuyera a la unidad del idioma y su conservación, no como un tratado ‘dictatorial’ sobre cómo usar la lengua, sino como un elemento que aporte a la conciencia de que los seres humanos nos construimos desde la lengua, y debemos respetarla y amarla como parte de nuestra tradición y de nuestros afectos.

En las Apuntaciones, Cuervo analiza varios aspectos de la lengua, como la acentuación, la escritura de los nombres propios, el origen de las palabras, la conjugación de los verbos, los neologismos, palabras de otras lenguas y mucho más. Para esto recurre constantemente a ejemplos de autoridades y a sus vastos conocimientos en lenguas clásicas y lenguas modernas. Su intención al estudiar el habla de los bogotanos fue que este análisis sirviera para su país, así como para España y el resto de países de América. De hecho, en la quinta edición, “muy aumentada y en su mayor parte completamente refundida”, publicada en 1907, el título se extiende: Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano con frecuente referencia al de los países de Hispano-América.

Sin embargo, su mayor aporte fue en el campo de la lexicografía. El Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana es su obra más importante y en la que convergen todos sus intereses lingüísticos. En la introducción a este texto, en la sección de Semasiología, Cuervo apunta:

Toda palabra tiene una significación única, que, aplicada de varias maneras, se modifica formando las varias acepciones: éstas a su vez, cuando se hallan arraigadas en la lengua, admiten nuevas aplicaciones que alejándose del régimen primitivo, se refieren a él como las ramas de un árbol al tronco que las sustenta. Buscar valor originario y disponer según el orden de su generación los significados de cada palabra, de suerte que aparezcan informados por un concepto fundamental, es uno de los deberes más apremiantes del lexicógrafo, quien por lo mismo ha de consagrar particular atención al estudio de los principios por que se guía el entendimiento humano en la múltiple aplicación de los vocablos (1886).

Este diccionario, cuyas dos primeras partes fueron publicadas en 1886 (A-B) y en 1893 (C-D), reúne un estudio minucioso de las palabras: desde sus acepciones hasta sus usos y relaciones semánticas, obviamente acompañadas todas de ejemplos de autoridades y de uso. En la introducción a la primera parte, Cuervo se encarga de especificar las diferencias existentes entre un tratado de gramática y un diccionario del idioma; mientras en el primero «no desciende a puntos individuales sino cuando se trata de accidentes que completan el cuadro morfológico de la lengua ó de voces destinadas por el uso a funciones especiales», el segundo se encarga de «fijar lo que podemos llamar sintaxis individual tomando como base el desarrollo ideológico del concepto que informa cada palabra y explicando circunstancialmente todas las combinaciones que le son peculiares». La labor del lexicógrafo, por lo tanto, es una labor meticulosa en la que se analizan las palabras en su individualidad, pero sin olvidar que son parte de un sistema mucho más amplio, y que son habladas por una sociedad en un tiempo y un contexto determinados.

La labor de Cuervo en relación con la lengua lo convirtió en uno de los más grandes referentes del español, no solo de América sino de todo el mundo. De hecho, uno de los principales objetivos para que el Gobierno colombiano creara en la década de los cuarenta el Instituto Caro y Cuervo fue continuar con el Diccionario de Cuervo, pues, debido a sus problemas de salud, solo pudieron publicarse los dos primeros tomos.

Al conmemorarse los 105 años de la muerte de Cuervo, el 17 de julio, el Instituto Caro y Cuervo recuerda una carta en la que Henri F. Piñeyro, amigo del filólogo, describe los últimos momentos de Cuervo:

Supe de su muerte por los periódicos. No me extrañó tal noticia, habiéndolo dejado muy enfermo, de varias enfermedades a la vez. A mi regreso a París me fui a informar y supe que si había tenido algo en el cerebro, fue su enfermedad de la vejiga el motivo de su muerte apresurada por un ataque de uremia y quizás también por los bastantes malos cuidados. Murió Cuervo en una casa de salud, sin parientes ni amigos verdaderos cerca de él. Deja su biblioteca a la Biblioteca de Bogotá y sus bienes los consagra a obra de beneficencia allá en Colombia...

Quizá lo más triste es que alguien que dejó un legado tan grande para la lengua española haya muerto solo, sin embargo, la mejor manera de honrar su vida es refiriéndose a sus obras, que, pese al transcurso de los años, no pierden vigencia como un referente fundamental del estudio del español en América.

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