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El Telégrafo
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De las palabras a los hechos

El laberinto de la subordinación

El laberinto de la subordinación
17 de marzo de 2014 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Como ya hemos visto varias veces en esta columna, que habla sobre lenguaje, con énfasis en los errores frecuentes que cometemos al escribir, y sale todos los domingos en Cartón Piedra, que es una revista cultural de diario El Telégrafo, periódico que circula a escala nacional y fue fundado en 1884, uno de los principales problemas del lenguaje, nuestra forma de comunicación con el mundo, es que no estructuramos correctamente las oraciones.

¿Qué le pareció el párrafo anterior? Complicado, ¿cierto? De hecho, el ‘párrafo’ anterior ni siquiera es tal, es una oración larguísima que nos marea tanto como una centrífuga. Lamentablemente es así como nos expresamos la mayoría de veces: con demasiadas ideas subordinadas que hacen ininteligible y lejana la idea principal. Lo importante en el ‘párrafo’ anterior es que uno de los principales problemas del lenguaje consiste en no estructurar correctamente las oraciones, nada más; el resto solo son acotaciones sin importancia que entorpecen la oración. El resto es ripio que no permite que fluya nuestro recorrido por la idea.

Quizá una las principales razones para escribir tantas oraciones subordinadas es cierto miedo de emplear los signos de puntuación. Nos enseñaron, por ejemplo, que la coma sirve para separar ideas subordinadas y la usamos en todos los casos. Nos dijeron muy poco sobre el punto y la coma o los paréntesis. También nos enseñaron que el punto y seguido sirve para separar oraciones dentro de un párrafo, pero el problema, obviamente, fue que nunca aprendimos a discernir qué es una oración y a separar las ideas principales de las secundarias. O tal vez sí nos lo enseñaron pero nos olvidamos porque los libros de lectura, los periódicos, los informes, las cartas y todos los comunicados están escritos, la mayoría de las veces, como un chorizo de ideas dispersas y supletorias.

El truco para expresarnos correctamente, como ya lo he mencionado en muchas ocasiones, es recordar aquella fórmula de ‘sujeto-verbo-objeto’ (alguien hace algo) y regirnos a ella. Sé que pensarán que no podemos ser tan rígidos con el lenguaje, que lo que da ‘color’ a una nota o a una información cualquiera es precisamente el hecho de ofrecer al lector datos complementarios que la contextualicen. Sí, los datos complementarios son importantes, pero deben ser precisos y oportunos, y aportar a que lo que escribimos sea fácil de entender. Los datos complementarios no deben entorpecer la lectura ni enredar al lector hasta retarlo a que recorra el laberinto y encuentre la idea principal de un párrafo. Seguramente el lector no aceptará este reto y buscará la información en otra parte.

 

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