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De las palabras a los hechos

Aquellos otros errores

Aquellos otros errores
08 de junio de 2015 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Hace un par de semanas hablé en esta columna sobre los errores que se cometen en la publicidad de empresas e instituciones ‘serias’. En estos casos, los errores son imperdonables porque demuestran el descuido, la ignorancia y el poco respeto hacia la población destinataria. Sin embargo, aparte de estos, que encontramos en soportes costosos (vallas o rótulos), existen otros que también nos solemos encontrar a diario, y que, más que evidenciar la ignorancia y el irrespeto, nos dan cuenta de una población que no está familiarizada con las reglas ortográficas y gramaticales, quizá porque no ha tenido acceso a una educación formal o porque el español no es su lengua nativa.

“Se arquila carpas y parasol”, “Si vindi ista propiedad”, “Llin de mujer en oferta”, “Proifido entrada a personas particular, si dentran no rrespondo”, “Por fabor no halegar”, “Bendo cuyes”, “Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo les decea el barrio 24 de Diciembre”. Estos son anuncios encontrados en varios pueblos y localidades rurales del país; algunos recogidos por mí y otros enviados a la Asociación de Correctores de Textos, que organiza cada año el concurso Caza de Erratas. Pero ¿qué diferencia a los errores de estos anuncios de aquellos de instituciones públicas o privadas que se encuentran en enormes vallas publicitarias? En primer lugar, obviamente el soporte: estos anuncios han sido escritos a mano en papeles o con pintura sobre los muros. No se trata de anuncios en los que se han gastado grandes cantidades de dinero, sino más bien de anuncios modestos que responden a la necesidad de comunicar por parte del emisor.

Otra diferencia tiene que ver con lo que mencioné antes: es evidente que en el caso de estos anuncios existe desconocimiento sobre la lengua, ya sea porque no es la lengua nativa del emisor (como en el caso de “Si vindi ista propiedad”) o porque quien escribe no ha tenido acceso a una educación formal. No quiero justificar los errores ni desestimar su gravedad, pero creo que en muchos casos, es preciso tomar en cuenta la situación comunicativa antes que el error. Quienes escribieron estos anuncios tienen la intención de vender o alquilar (propiedades, jeans, cuyes o carpas) y de exhortar a la comunidad sobre algo (no alegar, no entrar en la propiedad), y los destinatarios de sus textos son personas del entorno, que seguramente no tienen un conocimiento exhaustivo sobre el idioma. El texto se agotará en cuanto haya cumplido su intención comunicativa, independientemente de lo garrafal del error.

Insisto que mi intención no es justificar los errores, sino ver más allá. Los errores que nos insultan desde vallas publicitarias son mucho más graves porque la situación comunicativa es distinta, y los destinatarios y la lengua exigen más rigurosidad. Los otros errores que encontramos responden a una educación deficiente y a un dominio escaso de la lengua. Sería hermoso, eso sí, que en todos los entornos se pensara sobre el hecho de escribir, sobre la lengua en la que se escribe y se trataran de evitar los errores.

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