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De las palabras a los hechos

Ambigüedad

Ambigüedad
06 de abril de 2015 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Seguramente nos ha sucedido que, al conversar con alguien o leer un texto, entendemos algo muy diferente de lo que el interlocutor nos quería comunicar. A este fenómeno (de interpretar mensajes de varias maneras) se denomina ambigüedad o anfibología, y ocurre, sobre todo, porque no estructuramos las frases de una manera adecuada.

Con frecuencia se escuchan o se leen frases del tipo ‘Se venden zapatos para niños de cuero’ o ‘Se arrienda suite para una persona bonita’. Como vemos, el error ocurre porque los complementos no están en el lugar correcto. En el primer caso, por lógica sabemos que los zapatos están hechos de cuero y no los niños, pero pensemos en lo absurda que resulta la frase, sobre todo para aquellos que no están familiarizados con el español. Lo correcto y lógico sería: ‘Se venden zapatos de cuero para niños’. En el caso del segundo ejemplo, puede que la suite sea bonita (y se entendería mejor si decimos: ‘Se arrienda suite bonita para una persona’). O puede ser  que el dueño sea tan exigente que solo busque personas bonitas para arrendar la suite.

Asimismo, se suelen leer frases tan absurdas como ‘Por cuarta vez en una semana muere una mujer en el barrio’ o ‘Llevaba veinte años volando cuando perdió el control’. Para quien escribe estas frases seguramente la estructura es, suena y se lee de forma lógica, pero el descuido al redactar las convierte en jocosas. En el primer caso, aunque literalmente entendamos que la misma mujer murió cuatro veces en la misma semana, lo que se quiere decir es que han muerto cuatro mujeres durante la semana. En el segundo caso, el piloto no llevaba volando ininterrumpidamente 20 años, sino que tenía ese tiempo de experiencia. Porque, claro, si no había parado de volar durante 20 años es lógico que perdiera el control.

Otro caso frecuente en el que suele ocurrir anfibología tiene relación con los pronombres posesivos  ‘su’ y ‘sus’. Por ejemplo: ‘Darío le contó a Juana que saludó a su vecina’. Aquí no sabemos si a quien saludó Darío era la vecina  de él o de Juana (o de ambos).  En este caso, el problema se resuelve si somos más cuidadosos en la manera de estructurar la oración. Veamos: ‘Darío saludó a su vecina y se lo contó a Juana’ o ‘Darío le contó a Juana que saludó a la vecina de ella’.

El gerundio también puede jugar en nuestra contra si no lo usamos correctamente. Por ejemplo: ‘Vi a Daniel entrando en el edificio’ o ‘La encontré esperando el bus’. En ambos casos no queda claro a quién se refiere la actividad que indica el gerundio: si yo estaba entrando al edificio y esperando el bus, o si Daniel entraba al edificio y ella esperaba el bus. Aquí resulta indispensable ordenar las frases: ‘Cuando entré al edificio vi a Daniel’ (o ‘Cuando Daniel entraba lo vi’) y ‘La encontré mientras yo esperaba el bus’ (o ‘Ella esperaba el bus cuando la encontré).

Existen muchos otros casos de ambigüedad, pero lo importante para evitarla es ser cuidadosos cuando redactamos y no suponer que el lector razona con nuestra misma lógica. Además, si la persona que escribe no está ahí para explicar lo que hizo, y por qué lo hizo, es probable que quien lea después aquello interprete lo que más le convenga, y va a entender cada barbaridad que escribamos.

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