La noticia de que dos (¿ex?) participantes de los reality shows de TC Televisión cayeron presos por causas que aún están en investigación colmó a los amarillistas programas de la farándula criolla de dos semanas de abundante material, mucho del mismo, irresponsable y patético.

Los chismosos de paneles se frotaron las manos jubilosos. Luego del terremoto del 16 de abril, nada más había que comentar en el único país donde los programas de esta índole se ocupan generalmente de todo: tragedias, vida y pasión de los que trabajan en realities, cirugías estéticas de las animadoras formato canje, funerales, bodas apresuradas en las que los alcaldes de las ciudades hacen de testigos forzosos. Sin contar cuando miembros de pandillas urbanas son conminadas a ser reporteras de TV y hasta animadoras si la suerte les guiña el ojo. En el mejor de los casos, también hay bailarinas que luego debutan de conductoras de realities o de los mismos programas de chismes. Los egresados de las universidades de comunicación pueden esperar en el banquillo del ‘nunca jamás’.

La TV de Ecuador descubrió que los forzosos chicos realities también pueden ser opinólogos y críticos, pero sobre todo periodistas, ¡sí señor! Los comentarios sobre los acusados eran un vaivén de todo tipo. Unos, los exculpaban, sin más: “Es buen chico, compartió conmigo”. Otro, el más audaz, pero pleno de ignorancia, sugirió nombre de abogado y revelaba: “Rayo me llamó anoche”, dejando entrever que no esperemos el milagro de la objetividad y peor imparcialidad, ya que su pana lo llamaba a él a comentarle su desgracia y -obvio- a guiarlo en el análisis. Como era de esperarse, quien sin conocimiento de temas legales lo exculpó por completo, no olvidemos que “él me llamó anoche”.

Otra ‘animadora’ de uno de esos espacios fustigaba a la acusadora. Sin término medio. Por hacerse la fácil, por ser ingenua. Algunos de estos personajes que dan noticia incluso desconocen la diferencia entre demanda y acusación. Y de los reporteros de noticias de farándula, mejor ni hablemos. Para ellos, fiscalía es lo mismo que comisaría. Y fiscal lo mismo que juez. Metieron sus manos al fuego por los acusados -la gran mayoría-, pero al mismo tiempo los lanzaron a ese fuego para convertirlos en carne para devorar. Juego cruel y pobre. Más pobre que cruel.

Nunca vi, espero que haya sido despiste de mi parte, la opinión de un abogado ajeno al tema, neutral, para guiar a la teleaudiencia sobre un tema delicado. Empero, si algunos de los programas rosa hicieron show de esa tragedia legal que pesaba sobre estos dos sujetos, más cuestionable es que el canal que acogió en su momento a esos dos ciudadanos que bordean los 30 años de edad -me refiero a TC Televisión- no haya ofrecido un análisis profesional y una amplia explicación sobre ambos temas. Del caso de Arturo A., que a su vez es o era pareja sentimental de una de sus más cimeras figuras femeninas, algo dijeron, escueto. Del otro Antonio A. leyeron un inentendible boletín. Y nada más. Esperaba más de TC, tomando en cuenta que estos jóvenes eran permanentemente promocionados en esa pantalla. Ellos eran miembros activos de la familia TC. Nos equivocamos. (O)