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Teatro para teatreros

Teatro para teatreros
10 de abril de 2015 - 00:00 - Ángelo Barahona

Guayaquil contrario a Quito ha tenido una cultura teatral intermitente. La capital, su público, sus artistas, han sido más fieles entre sí. Algunos recordarán la época de oro en Guayaquil cuando el gran actor español Manuel de Sabatini, su esposa Gloria Soto, Cecil y Elsye  Villar, los Enrique (Pacheco y Fuentes) ofrecían teatro en Guayaquil con escenografías de lujo en el denominado Teatro Bolívar de la calle Boyacá, inmueble que ahora se llama Alberto Borges y es una especie de bodega de Ecuavisa. Fue estudio de grabación de las parodias de David Reinoso y compañía.  

Mi adolescencia fue marcada por ese teatro de lujo, pues además por años las comedias eran retransmitidas por  TC Mi Canal (entonces Telecentro). Luego ese elenco y unos cuantos más se mudaron al Teatro Humoresque. Fue idea del actor Raúl Varela. El sitio no era otra cosa que un bar esquinero de mala muerte que fue convertido con creatividad en un teatro de bolsillo, donde además de admirar el talento de las actrices Villar y las Varela, se podían tomar unos tragos.

No, no era ni Lima, ni la Carlos Paz de Argentina, ni Mar del Plata. Era el centro del Guayaquil de los 80.  

Durante esos años aparece en escena un argentino que parecía no tener la menor idea de lo que estaba armando. Era Ernesto Suárez que impulsó a los hermanos Garzón, Oswaldo Segura, Henry Layana, Mirian Murillo, Azucena Mora y otros. Ellos entregaron su vida al teatro popular, sin los decorados de Sabatini ni Varela, pero con una fuerza y talento puro que dudo mucho que se repita una generación así. Entre sus obras cumbres constan ‘Guayaquil Super Star’ y ‘Me la gané por Diosito santo’, mezcla de realidad urbana noventera y grito social.

De ese teatro o agrupación artística llamada ‘El Juglar’ se desprenden varias escuelas y grupos. La más destacada es ‘La Mueca’ de Segura y Taty Interllige quienes dan el salto a la TV con una irrepetible e inolvidable comedia guayaca pura ‘Mis adorables entenados’. Oswaldo y Taty dirigen y forman actores, entre ellos David Reinoso y Fernando Villarroel, pero eso es historia más reciente.

Dado el furor de la época y ver cómo el teatro y sus actores se mudaban a la TV y sus estrellas hacían comerciales, nace el Teatro Candilejas, ubicado en el Unicentro. Las comedias picarescas, las puestas en escena que de la TV se escenificaban en el teatro hicieron y marcaron una etapa de producciones teatrales que nunca más se han repetido.

Un buen día los Varela se fueron a Perú; los Villar a Nueva York. El tiempo pasó, el Bolívar se convirtió en cine, luego en estudio de TV. El Humoresque volvió a ser un barcito y el Candilejas se convirtió en un área de hotel.

Guayaquil durmió una década donde solo ‘La Mueca’ ha seguido presentando comedias de manera continua.  

Hoy, la nueva generación de futuros actores lucha por espacios, se las ingenia, madura, exige, grita. Han creado algo que me parece extraordinario, sutilmente denominados ‘los microteatros’. Es una manera de exclamar, de decir “estamos aquí, nunca el arte morirá”, se multiplica, se regenera, se enciende en cada artista que se para en un escenario y lee unas líneas de algún libreto. El teatro de esta ciudad siempre encontrará por donde colarse. Bienvenidos, bendecidos. Qué orgullo debe ser formar parte de ese colectivo. (O)

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