Ecuador Tiene Talento 5 (ETT5), de Ecuavisa, tuvo un inicio tibio. Es recién la segunda semana de reality (este sí lo es), donde la emoción fue evidente.

Tuvo dos protagonistas: El primero es Wilfrido, un joven no vidente, quien demuestra que la vida es dulce o amarga, según como la vivamos.

Y este hombre de gran voz, evidente juventud y sólidas bases familiares, dictó una cátedra de humildad y valores. Bien por Wilfrido, indomable, sereno y a la vez aleccionador. Desde ya es mi favorito.

Los segundos protagonistas son un grupo heterogéneo, entre cómico y musical, pasando por el absurdo teatral. Se llaman La Tribu, un grupo de jóvenes actores, que en redes sociales tienen su aceptación.

Ellos demostraron que llegaron a la TV para quedarse y no con el facilismo de mostrar cuerpo en realitys de competencia física de bajo presupuesto, sino en un programón, mejor no pudo haber sido. Se lucieron nítidamente, y endulzaron el domingo.

El animador Jonathan Estrada a veces luce forzado. A ratos parece que estuviera en El Combo Amarillo. Rápido retoma el control y vuelve a ser el animador de reality que todos esperan.  

Juegan a su favor su sencillez y ese ánimo sosegado de esperar que las cosas sucedan.

Estrada es de aquellos que aguarda que la luz lo enfoque cuando llega su turno en lugar de buscar el punto de luz. No es de los que gritan, se desesperan y reclaman protagonismo.

Les dura poco la vaina. Estrada se luce y sigue ahí porque no es figurón. No necesita serlo.

El escenario de las eliminatorias de ETT5 hoy es minimalista, pero iluminado con muchas pantallas Led. Ya no es una gigantografía.

El programa gana con todos con estos avances. En ETT5 queda claro que producir reality no es cuestión de ver televisión argentina y copiar los números musicales.   

Un reality debería ser en líneas generales, la producción de un programa TV con altura, porque sus bases son justamente los chicos que luego querrán ser animadores, actores y más. Yo no vislumbro talento para TV diaria, rubro animación o actuación. No veo entre esa camada de jóvenes a los sucesores de la actual generación televisiva.

Los jueces aún son un elemento atractivo. Yo sigo extrañando a María Fernanda Ríos, pero me gusta Carolina Jaume porque tiene el toque de jueza internacional.  Del resto de jueces prefiero no opinar, aunque Fernando Villarroel ha logrado adentrarse en el gusto del público.

Jaume juega con los participantes. Es refrescante esa actitud.  

Estaremos a la espera del desarrollo de este reality, que como todos, es libreteado. Todo es calculado porque la buena televisión es así.  

Lo seguro es que en ETT5 no se inventarán un matrimonio.  

Ya eso es refrescante. No se debería lo imitar lo feo de la televisión.

El martes pasado ese mismo canal presentó el final de la comedia novelada Tres Familias.

Tan bien le fue a Ecuavisa con ese dramatizado, que de manera acelerada graban La Trinity, otro serial ecuatoriano que ahora es su relevo.

Esperaremos, esperaremos. (O)