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En 240 días fue hecha polvo la ‘licuadora’ (GALERÍA)

Fotos: Carina Acosta│El Telégrafo
Fotos: Carina Acosta│El Telégrafo
15 de junio de 2014 - 00:00 - Redacción Guayaquil

Calor y falta de aire se sentía en las entrañas de la ‘Licuadora’ al viajar en el ruidoso montacargas que funcionaba como elevador.

Los 11 minutos y 12 segundos que tomaba llegar al piso 22 parecía que se triplicaban con el estremecimiento de martilleos y perforaciones de la estructura de hormigón del inmueble de las calles Machala, Padre Solano, Quito y Alejo Lascano.   

Para alguien que no está acostumbrado a trabajar en construcciones de edificios es inevitable no tensionarse en ese ambiente, entre la polvareda y grietas por donde se veía el vacío.

En octubre de 2013 fue la última ocasión en la que se permitió dar una mirada a la ciudad desde la terraza de la exconstrucción del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (Magap). El piso estaba lleno de charcos y huecos, pero desde ese punto de altura se divisaban el colegio Guayaquil y el cerro Santa Ana mientras el viento golpeaba con mayor fuerza.

No obstante, el ‘Shampoo’, la ‘Cafetera’ o la ‘Licuadora’ era más pequeño de lo que aparentaba por fuera. Según Arturo Mejía, director general del Servicio de Gestión Inmobiliaria del Sector Público Inmobiliar, el diseño no era eficiente: la altura que había entre cada piso era mínima y no había tantas oficinas.

Además, de acuerdo con los estudios técnicos del estado de la edificación, la infraestructura estaba deteriorada por falta de mantenimiento. “Cuesta menos derribarlo que reconstruirlo (el edificio)”, explicó el funcionario. El monto de la demolición ascendió a $ 3,9 millones.

Entre 30 y 40 personas trabajaron en el derrocamiento del inmueble en 8 meses (240 días). Para tumbarlo se utilizaron retroexcavadoras, taladros, miniexcavadoras y separador de hierros.

Los trabajadores que desarticulaban cada pieza, a 93 metros de altura, afirmaron que no tenían miedo ni vértigo, y que la clave de no accidentarse fue la concentración. A pesar de que desde la calle se los observaba manejar maquinarias pesadas al borde del precipicio, algunos, como Patricio Muñoz, más que satisfacción al concluir su labor, sintieron nostalgia de ser los ejecutores de la eliminación de un edificio que fue parte del paisaje urbano desde 1974.

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