Domínguez y Achiote son los apellidos que más resuenan en la isla Santay
El día inicia con el cielo nublado, y el aroma a río llega hasta cada una de las casas que conforman la ecoaldea construida en la isla Santay, en 2011.
Timoteo Achiote, de 79 años, vive en el lugar desde que las viviendas estaban construidas con mangle y algarrobo, maderas propias del humedal.
De su niñez, recuerda cómo ayudaba a su padre a cuidar el ganado de los hacendados que tuvieron potestad del sitio hasta que los terrenos fueron expropiados para un proyecto habitacional impulsado por el presidente Jaime Roldós, en 1980.
A los apellidos Achiote y Domínguez pertenece la mayoría de las familias nativas de la isla y forjaron su historia a punta de la pesca.
De las 56 familias de la isla Santay (240 personas) aproximadamente 30 llevan el apellido Domínguez, y 20, Achiote. Las demás familias se distribuyen entre los Cruz, los Parrales y los Salavarría.
En el caso de los Achiote, se dice que los primeros llegaron desde el cantón Salitre. Mientras que los Domínguez, en cambio, provienen de la parroquia Chanduy, en la provincia de Santa Elena.
A este linaje peninsular pertenece Mariana Domínguez, quien tiene a su cargo el restaurante del lugar, el cual fue construido junto a las nuevas casas de la ecoaldea.
Bajo su mando está una decena de hombres y mujeres que se encargan de preparar platos típicos como seco de pollo, seco de chivo y caldo de bola, entre otros.
El personal del lugar trabaja en turnos para atender desde las 08:00 hasta las 17:00, cuando concluyen las visitas de turistas.
Doña Mariana reconoce la prevalencia de su apellido por sobre el resto de las familias pero no se vanagloria por ello. “Todos somos como los fundadores de la isla, sino que algunos decidieron establecerse por otros lados”.
Aún así, los Domínguez fueron los primeros en llegar hace casi 130 años, asegura don Jacinto, otro miembro de la dilatada familia.
Por ello —explica— no es casualidad que su apellido sea mayoría en la isla Santay. Su abuelo y padre también le contaron el modo y las razones por las que llegaron al humedal.
El abuelo de don Jacinto llegaba a vender pescado y sal traídos desde Bajada de Chanduy, comuna ubicada al este de la mencionada parroquia. “Cuando consiguió trabajo en las haciendas, decidió quedarse”.
Por su parte, Douglas Achiote, pescador “desde que tiene memoria”, mira con optimismo la nueva etapa turística en la que la ayuda gubernamental y académica no para de llegar.
Todavía recuerda su anterior hogar, levantado con caña, mangle y cubierta con zinc. Actualmente ve pasar los días en su casa elaborada en un material reciclado con madera y plástico.
Además de los $ 40 que llega a hacer producto de la pesca, cuenta con el ingreso económico que otros familiares perciben a través de la guardianía.
“Parece mentira que hayamos progresado más en la última década que en toda nuestra historia”, dice mientras prepara su lancha para trabajar. (I)