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Es miembro activo de la asociación de vendedores informales

Los helados con sabor a "rima" de don Juan

Este particular personaje es conocido por no dejar ir a su clientela. Tiene helados de 25 centavos.
Este particular personaje es conocido por no dejar ir a su clientela. Tiene helados de 25 centavos.
Cortesía ULVR
11 de junio de 2016 - 00:00 - Carlos Luis San Lucas. Estudiante de la ULVR

Ni el incandescente sol de la mañana que se agita con el llegar de la tarde, ni el perturbador ruido que ocasionan los buses y automóviles en las calles, son impedimento para rodar la vistosa carreta de helados artesanales, preparados a base de pulso, esperanza y tradición.

Pulso, porque no hay nada más satisfactorio que realizarlos uno mismo con la enseñanza y tradición de nuestros antepasados, y llenos de esperanza, por la convicción de vender las dos canastas de coco y mora, sabores preferidos por los magistrados y transeúntes del Palacio de Justicia, lugar en donde día a día se estaciona la colorida carreta, que al sonido de su corneta, le invita a saborear un helado.

Preparar helados o “mazamorra de hielo”, como decía mi abuela, no es nada fácil. Picar, rallar, exprimir, mezclar y cuajar es un trabajo que a más de uno lo dejaría con la boca abierta, menos aún si es de lunes a viernes, de 05:00 a 07:00, y los fines de semana, de 07:00 a 09:00 de la mañana, solo para su elaboración, porque las ventas son algo inciertas. “Dicen que estoy un poco loco, venga saboree de coco, no importa que se pasen las horas, también tengo de mora”, es la copla con la que se animan los comensales a saborear los helados del “viejo Don Juan”, un ícono del parque Centenario, que se roba la atención de propios y extraños.

“Me pican las manos por servir. El primer cliente de un carro rojo se ha bajado, lo conozco muy bien y siempre pide de mora, aunque la yapa de coco no le incomoda”, dice. Esta es la vida de un viejo heladero, quien con sus zapatos de lona y gorra de Barcelona, encanta a los niños que bajan de la Casa de la Cultura y también a señoras de finas cinturas.

Él es Don Juan Villamar, quien a sus 65 años vende helados desde hace más de dos décadas. Se siente cansado, lo admite, es verdad, sin embargo, es su única fuente de ingreso y mayor actividad de entretenimiento y distracción.

La inversión no es mucha: de los $50 dólares que gana a diario, solo invierte entre $15 y $17 dólares. “Todo depende del precio de la mora, porque el coco es rendidor, con uno me basta y sobra”. Sus manos, ya arrugadas y llenas de experiencia, sirven los helados. Sus ojos muestran cansancio y poca visibilidad, pero su alegría es única e indescriptible. (I)

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