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"Las máquinas de escribir volverán por el espionaje"

Este artesano de 67 años atiende en su local de Pedro Moncayo y Luque desde hace más 2 décadas.
Este artesano de 67 años atiende en su local de Pedro Moncayo y Luque desde hace más 2 décadas.
Foto: Johnny Alvarado / El Telégrafo
10 de diciembre de 2016 - 00:00 - Johnny Alvarado

Su ingreso al oficio como reparador de máquinas de escribir mecánicas surgió de una decepción. No amorosa, sino profesional.

Hólger López Campaña, en 1969, había egresado de la carrera de Arquitectura y oficiaba como ayudante en una empresa constructora. Dirigía una obra y dibujaba los planos. El oficio de su padre, quien era mecánico de precisión (arreglaba máquinas de escribir), no le atraía. Un fin de semana se citó con una novia para salir, pero la empresa constructora no le pagó. “Eso me molestó mucho. No podía cancelar la cita. En ese momento vi como el taller de mi padre, Tomás López, estaba lleno de clientes. Yo había observado cómo arreglaba. Ese día reparé 3 máquinas y me gané 200 sucres y solucioné el problema”.

Cuenta que en esa época los clientes hacían fila para que su padre repare las máquinas de escribir mecánicas, eléctricas y sumadoras. Eso le cautivó y dejó de lado la que había sido su profesión y se dedicó al oficio. Los primeros años fueron de mucho progreso.

Estudiantes, abogados, médicos, maestros y profesionales de todo tipo llegaban a su taller. Un día bueno atendía a más de 20 clientes. “Las máquinas de escribir se habían convertido en una herramienta básica para diversas profesiones”.

El dinero ingresaba a diario y los técnicos en esa rama eran escasos. Recuerda que entre sus clientes figuraban personajes conocidos como los expresidentes Carlos Julio Arosemena Morroy y Gustavo Noboa Bejarano, así como los exministros Heinz Moeller y Roberto Paissailaigue. Todos ellos llegaban a reparar sus máquinas. Pero si bien el taller tuvo su época dorada fue a partir de la masificación del uso de las computadoras, inicios de los años noventa, que empezó el declive.

“Pasamos de 20 o 30 clientes al día a 3 o 4. Quienes llegan al lugar son personal de las notarías o quienes tienen máquinas de colección. Algunos médicos aún siguen recetando con una de estas máquinas. Aún no mueren por completo”.

López todavía guarda la esperanza de que se pongan de moda. Cree que volverán debido al alto grado de espionaje. Cuenta que leyó un artículo en el que se argumentaba que en Rusia se había regresado el uso de las máquinas ante tanto espionaje. “Eso puede ocurrir. En Guayaquil muchos notarios corrigen y enmiendan con uno de estos aparatos las modas regresan”. (I)

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