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El más puro sabor guayaquileño está en 'El Puerto' de Jorge Jungbluth

Jorge Jungbluth y su esposa Mariana Jalil permanecen en el local desde que inicia la atención.
Jorge Jungbluth y su esposa Mariana Jalil permanecen en el local desde que inicia la atención.
Foto: cortesía de la UIDE
21 de mayo de 2016 - 00:00 - Gabriela Samaniego. Estudiante de la UIDE

El inconfundible olor a cazuela se esparce por  las calles Pichincha y 10 de Agosto. Es hora de almuerzo y los comensales del sitio están acostumbrados a percibir ese aroma que invita a saborear la gastronomía del lugar. Bolones, hayacas, seco, churrasco, guatita, caldo de bola, ceviches, son algunos de los platos que se han convertido en  una tradición  y que convencen al transeúnte por la buena sazón y cómodos precios:  $ 3 para un almuerzo y $ 5 si es a la carta. El menú variado es la carta de presentación del restaurante El Puerto, que lleva más de 5 décadas brindando la mejor sazón en la zona  comercial de Guayaquil. Abogados, secretarias, oficinistas y público en general, acuden a desayunar y almorzar. Ahí disfrutan de comida fresca y con un toque hogareño.

En un ambiente donde los diversos cuadros de Guayaquil antiguo contrastan con las 12 mesas rústicas, se observa cómo los clientes degustan de la gastronomía guayaquileña mientras conversan o se informan de las noticias.

Diana Valdez, de 51 años, se encarga del negocio. Ella está pendiente de la clientela y de quien se ha convertido en mucho más que un jefe: Jorge Jungbluth, que fundó el primer local en 1964.

Madera de guerrero

A sus 95 años luce una guayabera blanca, su cabello refleja que los años vividos no han pasado en vano.  Sentado en su silla especial, acompaña a Valdez, a quien considera su hija, porque no solo conoce el secreto manabita de la sazón sino que se ha ganado la confianza absoluta y el cariño de la familia.

“Diana llegó desde muy joven al restaurante, primero fue cocinera; pero, poco a poco se ganó nuestro cariño y consideración. Ahora vive con nosotros, nos cuida y, de regalo a su compromiso, hoy administra el local”, comenta Jungbluth, mientras observa al personal para que brinde una buena atención a los clientes.

Es sigiloso y temático en cada detalle. La decoración y nombre del restaurante fueron ideas de él, quien buscaba resaltar su amor por esta ciudad que le ha dejado lindos recuerdos. Aunque nació en Babahoyo, se considera un verdadero guayaquileño.

Platos tradicionales

Conoce todas las tradiciones de la ciudad y es un apasionado por el fútbol. “Cuando era joven jugaba como Messi”, afirma mientras suelta una carcajada, esa que desaparece para hablar de sus emprendimientos y la larga vida laboral que desarrolló en varias compañías y en la actividad comunitaria, ya que fue intendente de Policía del Guayas en uno de los gobiernos de Velasco Ibarra; hasta que leyó en el periódico un anuncio sobre la venta de un restaurante en el centro de la urbe.

Fue así que en 1964 tuvo su primer comedor, denominado Café Árabe, en referencia a la descendencia extranjera de Mariana Jalil Rodríguez, su esposa, compañera de sus días y aventuras. Al principio el lugar era pequeño, solo tenía un mesón largo y cuatro mesas, y atendían frente al Municipio, en donde ahora está ubicado el Registro Civil.

En ese entonces era uno de los pocos restaurantes que había en la zona y se destacaba por la misma variedad que aún mantienen al ofrecer platos sazonados con una combinación manabita y guayaquileña.  Luego de 38 años, por pedido municipal, el local se trasladó, una cuadra más adelante, a Pichincha y 10 de Agosto.

Desde entonces El Puerto o antiguo Café Árabe se ha convertido en el sueño cumplido de Jorge y Mariana, quienes están conscientes de que ya es hora de disfrutar de una vida más tranquila y sin preocupaciones.

Jorge gusta del tango y es un poeta de ensueño. De los poemas de  Pablo Neruda ha sacado estribillos que con cariño le susurra al oído a su querida esposa. Es hincha empedernido del Barcelona y lo que más extraña del Guayaquil antiguo son esos viajes “en los aparatos ferrocarrileros, donde el pasaje costaba 10 centavos”.

El ojo del amo

Por ahora prefiere seguir en el restaurante porque no concibe la idea de vivir sin la cazuela y el caldo de bola que tanto le gustan y que le encanta mezclar con arroz.
A pesar de sus dolores en las piernas, luce una apariencia saludable y esto se debe a la alimentación que lleva, más aún si se trata de los ricos platos típicos de su querida ciudad.

Jungbluth menciona que el arroz con menestra y carne es infaltable en la mesa de un guayaquileño. En cuanto a piqueos, ofrece las tradicionales humitas, que son sus preferidas, siempre y cuando estén acompañadas de un buen café pasado.

Con una sonrisa Jorge,  Mariana y Diana esperan que su negocio, el restaurante El Puerto, continúe creciendo. Hoy cuentan con 6 trabajadores, entre meseros y cocineras, y atienden de lunes a sábado, de 8:00 a 17:00.

Ellos se esmeran cada día por ofrecer calidad y variedad para que las personas aprecien y degusten la gastronomía ecuatoriana. Esta  tiene un toque especial y una sazón única, tal como comenta Juan Suárez, quien tiene 35 años y de ellos, 20 almorzando en este local. “Mi papá me traía a comer aquí; me encanta la comida, por eso siempre vengo con mi familia y traigo a mis clientes. Es una sazón muy buena”, asegura el comerciante que trabaja a pocas cuadras. (I)

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