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El Telégrafo
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La remodelación del estadio de emelec avanza y estará lista en marzo de 2016

Los colores de los equipos no cuentan a la hora de trabajar

Un obrero cubre su rostro con una camiseta de Barcelona mientras trabaja en el estadio de Emelec. Foto: Jammel Arveláez / ULVR
Un obrero cubre su rostro con una camiseta de Barcelona mientras trabaja en el estadio de Emelec. Foto: Jammel Arveláez / ULVR
30 de agosto de 2015 - 00:00 - Karolina Dávila y Jammel Arveláez. Estudiantes de la ULVR

El Sol apenas apareció y encontró a decenas de obreros en sus jornadas de trabajo. Ahí, entre hierros retorcidos, el ambiente lleno de polvo y el ruido de los combos que se confunden con los pitos de los automotores se encuentran los grandes protagonistas de la remodelación del estadio Capwell.

Carpinteros, albañiles, ingenieros, arquitectos y conductores de maquinaria pesada son parte de la construcción del emblemático escenario deportivo que estará listo a finales de marzo de 2016 y contará con una imagen moderna.

Casi 150 personas laboran en la obra que se muestra imponente en las calles San Martín y avenida Quito, en donde se construyen los nuevos graderíos del estadio.

En las adyacencias del lugar se puede encontrar a hinchas de Emelec que se toman fotos con el fondo de la construcción. Otros, en cambio, pasan por la obra cada semana para ver cómo avanza.

Los grandes obreros

Si se aprecia la construcción desde los costados, parecen hormigas quienes trabajan ahí. Gente joven se mezcla con personas de mayor experiencia.El objetivo es el mismo: construir un estadio para la hinchada emelecista. Un escenario moderno y que esté a la par con los requerimientos actuales.

Todos los días arriban obreros desde diferentes rincones de la ciudad. Gente trabajadora que busca ganarse el dinero con sacrificio o como dice Xavier T., uno de ellos, con el sudor de sus frentes. Algunos son amigos, otros se conocieron en el sitio. Ellos son compañeros de trabajo y aquí no tienen cabida las ideologías religiosas ni políticas. “Lo importante -como dicen - es nuestra misión, que es entregar a tiempo la obra”.

El horario de ingreso es de 08:00 a 18:00, de lunes a viernes, y los fines de semana hasta las 13:00.

A las 07:45 los trabajadores se apresuran para llegar a tiempo; con cédula en mano, hacen fila para firmar la hoja que registra su asistencia antes de que se cumpla la hora plazo para ingresar a la obra. “Si ellos llegan tarde la sanción es llamarles la atención, pero si son reincidentes se les reduce un porcentaje de su sueldo. Esta disposición fue dada por los ingenieros de la constructora”, explicó Juan Cerezo, quien lleva el control de la asistencia. Es una medida que se aplica en todas las empresas.

Con su maleta en la espalda y desayuno en mano -adquirido del señor que vende agua de hierbaluisa y sánduches- entran a la obra que se convierte en el sitio en donde permanecen casi 10 horas al día. Se cambian de ropa y de inmediato se ponen a trabajar. El ruido de las volquetas es ensordecedor, su ingreso es constante porque llegan con material y también retiran los desperdicios.

En la vereda del frente se ubica un grupo de hombres a la espera del contratista que les pueda ofrecer la oportunidad de trabajar en el lugar. Pero solo se contrata los lunes, por eso se retiraron.

Entre los obreros se encuentran hombres desde los 21 años hasta los 60, quienes usan con botas de puntas aceradas y con cemento pegado, pantalones anchos, rasgados y sucios, buzos de tela fresca para cubrir los brazos de los rayos solares.

Un joven de 27 años, además de lucir un atuendo igual, para protegerse del polvo, cubre su  rostro con una camiseta del Barcelona Sporting Club. Algo que llama la atención a muchos de sus compañeros de labores.

Un gran número de obreros es hincha del equipo amarillo, pero ninguno muestra desagrado o mala actitud por trabajar en la construcción del equipo rival. “Yo no me quito la camiseta porque quiero mostrar a mis amigos de la obra que el sentimiento se lleva en el corazón. Para mí el trabajo dignifica al ser humano, más allá de que lo hagamos para los intereses de Emelec. Yo tengo una familia que mantener y eso es lo que importa”.

Quienes son responsables de llevar el pan diario a cada uno de sus hogares son padres de familia y para ellos no importan los colores ni la preferencia futbolística, solo cumplir de la mejor manera con su trabajo para luego ser recontratados.

“Emelec y Barcelona son de Ecuador, y yo soy ecuatoriano, somos hijos de un solo Dios, no debemos pelear”, dijo Freddy Delgado, carpintero que se encontraba cerca del joven con la camiseta amarilla y quien también es hincha ‘canario’.

El esfuerzo humano es aplicado en la producción, el mismo que tiene como fin conseguir la construcción de una idea o proyecto que tiene como punto final el trabajo en conjunto.

“No debe existir rivalidad entre equipos que representan a una misma ciudad, los medios de comunicación deben ser más imparciales en sus notas periodísticas y no deben inducir a la violencia”, manifestó Eduardo Tigua Castro, expsicólogo de Emelec y Barcelona.

Dentro de la obra existen diversos afectos deportivos, pero sus obreros lo han asumido con mucho profesionalismo. “Lo importante es trabajar. Yo no distingo colores ni preferencias. Mi única bandera es la alimentación de mis hijos y el bienestar familiar”, dijo un obrero.

Un carpintero, mientras coloca un encofrado, asegura que por ser  guayaquileño le llena de orgullo ser parte de la construcción del estadio. Este sitio es un ícono de la ciudad. Yo trabajo para Guayaquil, para el Ecuador. Tendré otras preferencias, pero mi deseo de trabajo va más allá de eso. (I)

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