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“La hinchada de Barcelona evitó que anticipara mi retiro del fútbol”

Anthony William de Ávila Charris, exjugador del ‘ídolo del astillero’.
Anthony William de Ávila Charris, exjugador del ‘ídolo del astillero’.
Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
28 de mayo de 2017 - 00:00 -

Anthony de Ávila camina por la avenida Nueve de Octubre de Guayaquil y su andar es ‘sabroso’. Mueve los brazos de atrás hacia adelante en una armonía perfecta con sus piernas. Parece un porteño más.

Siempre mira hacia un lado y el otro para advertir si alguien se le acerca.    

El ‘Pipa’ aprendió a ‘rodar’ por las calles de Guayaquil durante su paso por Barcelona, entre 1997 y 1999. A menudo caminaba desde su casa en la ciudadela Urdesa hasta el parque de la Kennedy, donde trotaba todos los días, menos cuando había partido. También recorría a pie la zona comercial de la Bahía cuando iba de compras.             

Ahora, 19 años después, con más arrugas en su rostro y con su cabello revuelto pintado por algunas canas, este colombiano de 54 años y 1,57 metros de estatura no pasa inadvertido entre los transeúntes. Cuando se acerca a la intersección de  Avenida del Ejército, Manuel Intriago, un hincha de Barcelona, de 49 años, le grita desde su auto: “¿Qué pasó con el equipo, ‘Pipa’”. Este aficionado intenta que el exdelantero le explique por qué el ‘Ídolo’ había perdido el día anterior su partido de Copa Libertadores ante Estudiantes de La Plata. “Hay que apoyar a los muchachos”, le alcanza a decir De Ávila antes de que el semáforo cambie a verde. Unos metros más adelante, otro seguidor ‘canario’ se le acerca para saludarlo, le pide un autógrafo y se saca una foto con él. Para los hinchas ‘toreros’, el ‘Pipa’ no es un ser extraño.              

Después de retirarse en Barcelona, el ‘Pipa’ se quedó en Ecuador cinco años más, hasta 2005. Cuando estaba activo compró varias hectáreas de tierra en Daule y Samborondón, donde tuvo un cultivo de arroz, pero el negocio fracasó, dejó a su hermano a cargo y regresó a Colombia. Volvió a Cali y abrió una escuela de fútbol que no funcionó. Buscó mejor suerte en Bogotá, pero nada. Finalmente retornó a su amado América de Cali, donde primero fue entrenador de delanteros y hoy es un cazatalentos. 

Su negocio es una finca con piscinas, cancha de fútbol, discoteca y otras distracciones, con capacidad para 60 personas en 10 cabañas. Allí, en el sector de Pasoancho, vive con su esposa, Lida Valenzuela, y sus hijas. Y con su querida biblioteca.    

Su afición por la literatura empezó cuando en uno de tantos entrenamientos Gabriel Ochoa, extécnico del América de Cali, les dijera a sus jugadores: “Leyendo pueden entender mejor la vida”. Anthony siguió el consejo al pie de la letra y desde entonces ha leído todos los libros que ha podido. Cuando su hija Mabel tenía 17 años (hoy tiene 25), le regaló Cien años de soledad, pero su obra preferida de Gabriel García Márquez es El general en su laberinto.     

De Ávila nació el 22 de diciembre de 1963 en la costera Santa Marta. Vivía en el barrio Pescaíto, donde creció el ‘Pibe’ Valderrama, y estudiaba en el Liceo Celedón, el mismo donde se formaron académicamente el ‘Pibe’ y Rafael Escalona.    

Durante su infancia solía pescar con su padre y jugar ‘chechita, una suerte de béisbol callejero donde se usan palos de escoba en lugar de bates, y tapas de gaseosa en lugar de pelotas. Su padre, al que sus amigos le decían el ‘Pipón’ por barrigón y patucho, fue beisbolista e integró la selección de Colombia y de Magdalena, que ganó el campeonato nacional de 1978. Anthony no solo heredó la corta estatura de su padre sino también un diminutivo de su apodo: el ‘Pipa’.     

Y aunque De Ávila era un buen ‘paracortos’ (jugador de béisbol que ocupa la posición entre la segunda y tercera bases), siempre prefirió el fútbol.   

Su carrera empezó en 1982 en el América de Cali y desde el inicio estuvo llena de gloria. Ganó siete campeonatos nacionales con los ‘diablos rojos’ y uno con Barcelona. La Federación Internacional de Estadística lo incluyó en la lista de los mejores 300 goleadores de todos los tiempos. Fue artillero del fútbol de Colombia en 1990 y de la Copa Libertadores en 1996. De esta última fue cuatro veces subcampeón, tres con el América y una vez con los ‘canarios’. Es uno de los más importantes jugadores en la historia del Metro Stars de Nueva York. Participó además en los mundiales de 1994 y 1998 con la selección de Colombia.   

Y tiene otro récord. En 2009 el América le permitió volver al fútbol y entró a los Récords Guinness  como el jugador más viejo del mundo, con 45 años. El último gol de su carrera lo marcó en un clásico del Valle del Cauca ante Deportivo Cali. 

En 1997 integró la selección Resto del Mundo, en la que compartió con grandes figuras del fútbol sudamericano, como Gabriel Batistuta y Ronaldo. Marcó uno de los goles en la victoria 5-2 de Resto del Mundo contra Europa, dirigida por Franz Beckenbauer, y que en ese juego contó con la presencia de estrellas como Zinedine Zidane, Patrick Kluivert y Fernando Hierro. 

Su historia en el fútbol  empieza cuando aún era un niño y se escapaba para ver jugar al Unión Magdalena en el estadio Eduardo Santos de Santa Marta. ¿Qué recuerda?

Aguanté algunas palizas porque literalmente desaparecía de mi casa y me metía al estadio sin pagar. No había dinero, pero quería ver los partidos. Fue esa experiencia (ver jugar al Unión de Magdalena) la que me  empujó  definitivamente al fútbol. Yo jugaba en una cancha de tierra cerca de la playa. Cuando me preguntan esto recuerdo las tardes samarias, los atardeceres con su sol rojizo. Me gustaba gambetear, amagaba, frenaba, aceleraba, nadie podía alcanzarme, era tan rápido como el balón. Primero jugué en un equipo llamado Los Troncos. De allí pasé a Óscar Deportivo, luego a la selección Magdalena y posteriormente a la Guerrilla Deportiva.   Mientras jugaba en este último equipo me cambió la vida.   

¿Qué pasó? 

Hugo Morales, empresario de fútbol de Santa Marta, me vio jugar y quedó encantado. Luego de verme en acción, Morales llamó a Gabriel Ochoa Uribe, técnico de América de Cali, y le dijo: “Tengo un jugador       espectacular. El único problema es que es muy pequeñito”. Pese a eso Ochoa se interesó en mí y me vio jugar con la Guerrilla Deportiva en el preliminar de un enfrentamiento entre América y Unión Magdalena. Me veía diminuto en la cancha, pero
mi cambio de ritmo era endemoniado, parecía un relámpago. Ochoa decidió llevarme para el América y di  el paso al profesionalismo. 

¿Qué vino después? 

Tuve que aprender a fajarme con los defensas más grandes. Willington Ortiz, uno de los jugadores que más admiraba y figura del equipo en aquel entonces, me enseñó a abrir los brazos, sacar los codos,   proteger el balón con el cuerpo y a defenderme de los más altos en la cancha. Willington me dio varios consejos, yo era un joven que apenas empezaba en el fútbol: “No te desesperes por ser titular. Tienes que esperar tu turno con paciencia”, me decía siempre. Tuve la suerte de tenerlo como compañero y maestro a la vez.      

Con su arribo al América llegaron los triunfos: cinco campeonatos en línea entre 1982 y 1986.       

En total gané 7 campeonatos nacionales con América y uno con el Barcelona. Todo eso fue posible porque eran otros tiempos. Se podía trabajar tranquilo, sin tanta presión de la hinchada. La dirigencia cuidaba a los jugadores y nos daba lo que necesitábamos. Me gané a los aficionados a punta de goles. Soy el máximo goleador en la historia del club con 206 goles, 179 en el fútbol profesional colombiano.         

¿Qué papel jugaba en el América Miguel Rodríguez Orejuela, líder en ese entonces del Cartel de Cali, y cuál era su relación con él? Recuerdo que usted le dedicó un gol en un partido entre Colombia y Ecuador por las eliminatorias a Francia 1998.           

Era el amo y señor del club. Eran los tiempos de los altos sueldos y en dólares. Cuando ganábamos un título o un partido importante se repartían fajos y fajos de billetes verdes. Los  jugadores nos reuníamos a hacer parrillada en el Rancho de Jonás. Las fiestas duraban varios días. El parqueadero de la sede del club estaba lleno de carros Mercedes Benz, Toyota y  deportivos BMW.    

¿Tenía contacto directo con Rodríguez Orejuela?

Él decía que yo era su hijo. Una vez, luego de ganar el título nacional de 1990, en una fiesta en su finca, Miguel Rodríguez me mandó a llamar. Cuando me vio, se paró, me abrazó y me levantó mientras gritaba: “¡Este es mi hijo. Este es mi hijo!”. Fue tan largo y fuerte ese abrazo que los dos caímos al piso y no parábamos de reír. Yo era su alegría. Pero todo eso es ahora un lindo recuerdo.         

Pero hay quienes recuerdan que usted era un diablo en sus primeros años en el América.  Le gustaban, según cuenta el escritor Umberto Valverde, director por muchos años de la revista del América, la rumba, la salsa brava y las discotecas. 

Yo siempre andaba armado y me escapaba de las  concentraciones. No digo que esté bien, por el contrario, no se lo aconsejo a ningún jugador. Ochoa me llamaba la atención siempre. Los hermanos Rodríguez Orejuela (Miguel y Gilberto) siempre me aconsejaron: “Mijo, ahorre”, “Mijo, mire que su profesión es muy corta”, me decían. Por eso no me arrepiento de haberles dedicado un gol y lo volvería a hacer si pudiera.       

¿Qué fue lo que exactamente dijo en esa dedicatoria televisada? 

Quiero dedicar este gol a todas las personas que por una u otra razón están privadas de la libertad. Se lo dedico a Miguel y a Gilberto Rodríguez.        

***

El primer gol del ‘Pipa’ como profesional lo marcó el domingo 2 de agosto de 1982 en un partido entre el América de Cali y el Unión Magdalena, en el estadio Pascual Guerrero; el arquero víctima fue el argentino Carlos Alfredo Gay, exjugador del América. Luego vinieron las vueltas olímpicas, las finales de Copa Libertadores. Y también la enorme tristeza de fallar un penalti decisivo contra Argentinos Juniors en la final de la Copa Libertadores de 1985.  

Lejos de Colombia también hizo  historia. Llegó al club argentino Unión de Santa Fe en 1987. “Necesitaba un delantero rápido y hábil para jugar al contragolpe”, recordó hace poco Leopoldo Jacinto Luque, extécnico de Unión, en una amplia entrevista con la revista El Gráfico de Argentina.

Luque asegura que es uno de los mejores delanteros que ha visto en su vida. Y su criterio tiene peso, ya que fue campeón del mundo con Argentina en México 1978 y goleador histórico de River Plate.       

En Unión de Santa Fe estuvo con jugadores que después se consagrarían en la selección argentina, como el arquero Óscar Passet, Ricardo Altamirano, o Alberto el ‘Beto’ Acosta.        

En un partido contra River, Unión ganó 3-1. Anthony se lució con sus gambetas y cambios de ritmo repentinos. Los mundialistas Óscar Ruggeri y Américo Rubén Gallego no pudieron hacer nada contra su habilidad endemoniada. Les dio un baile memorable, tanto, que al final del partido lo buscaron en los vestuarios para golpearlo porque sentían que se había burlado de ellos en la cancha. 

El ‘Pipa’ estaba listo para la pelea, pero Luque evitó que se agarraran a puños. Les explicó a los de River: “Él juega así siempre. Es su estilo. Amagar, frenar... Su fútbol es alegre”. Al final, Ruggeri y Gallego aceptaron las explicaciones y llegaron a la conclusión de que el ‘Pipa’ era un vendaval imparable.        

Su paso por el fútbol argentino pudo durar más tiempo. De Ávila estuvo a punto de pasar a Independiente de Avellaneda, pero Miguel Rodríguez lo quería de vuelta en el América. Lo llamó y le dijo que volviera. Anthony le contestó: “No, yo qué me voy a ir. Independiente es un club muy grande y de ahí me puedo ir para Europa”. Pocos días después de esta conversación, Carlos Quieto, el empresario que lo había llevado a Unión y que estaba negociando con Independiente, lo llamó asustado: “¡Tienes que devolverte a Colombia!, ¡tienes que devolverte o si no los Rodríguez me van a matar!”.      

¿Entonces volvió?

Tuve que hacerlo porque estaba en juego la vida de Carlos y hasta la mía. Además,  tenía mucha consideración con Miguel y lo que me pedía siempre era una orden para mí. Regresé en 1988 y me quedé en el club hasta 1996 cuando surgió la oportunidad de ir a la MLS. Fiché por el Metro Stars hasta que me llamó Barcelona.    

¿Cómo lo convenció el capitán Xavier Paulson, presidente de Barcelona en ese entonces, para que aceptara la propuesta del club?

El ‘Pipa’ llegó a Barcelona en 1997,  jugó 52 partidos y marcó 27 goles. En la foto se ve intentando quitarle la pelota a Néicer Reasco, en un cotejo contra Liga de Quito en Casa Blanca. Foto: Archivo / El Telégrafo

Yo estaba en Nueva York cuando recibí la llamada de mi empresario. Él me dijo que había tres opciones: México, Brasil y Ecuador. Yo me decidí por Barcelona por la cercanía de Ecuador con Colombia. En una hora en avión ya estaba en Cali con mi familia. Pero hay una razón más fuerte que hizo que me decidiera por Barcelona. Cuando yo dejé de jugar en Estados Unidos tres temporadas, sentía que el fútbol se estaba acabando para mí, pero cuando llegué a Barcelona sentí nuevamente esa energía para seguir jugando. Los aficionados me inyectaron esa motivación para continuar con mi carrera. Fueron los hinchas de Barcelona los que evitaron que anticipase mi retiro.      

¿Recuerda su primer gol con la camiseta de Barcelona? 

Algo. Creo que fue en un partido en el Olímpico Atahualpa contra el Deportivo Quito antes de la liguilla final del torneo, se lo hice a Carlos Enríquez.  

¿Qué buenos amigos le dejó su paso por el club amarillo?

José Francisco Cevallos estaba pendiente siempre de los extranjeros. Cuidaba que no nos faltara nada. Nos guiaba en la ciudad, nos recomendaba lugares para visitar. Fue un  compañero inigualable y ahora es un gran amigo, tanto así que cuando me llamó para que viniera al homenaje que me iba a rendir el club no lo dudé. Después del América de Cali, Barcelona es mi segunda casa.  

Usted era compañero de Álex Escobar en un equipo alterno del América de Cali que disputaba el torneo colombiano mientras el principal jugaba la Copa Libertadores. ¿Es cierto que es como su hermano?

No es como mi hermano, es mi hermano. Lo considero muchísimo. A través del tiempo hemos ido fortaleciendo nuestra amistad. Conversamos mucho, me visita en mi finca. Pasamos momentos lindos. En la actualidad es técnico de  Orsomarso, un equipo de segunda categoría en Colombia.                 

¿Le sigue apasionando el fútbol como cuando estaba activo, o el tiempo pasa y los gustos cambian?      

El fútbol, aunque se muestre diferente, sigue siendo el mismo, la pasión por este deporte nunca cambiará. Sigo viviendo por y para el fútbol y lo disfruto con intensidad. A veces juego partidos de  veteranos con amigos, pero no con el mismo despliegue de antes. El cuerpo siente el trajín.

 ¿Ve partidos con frecuencia?

Me divierto viendo al América, a la selección de Colombia y a los equipos europeos en los que hay colombianos. Claro que, ojo, no solo me emociona el fútbol. A mí me gusta hacerles fuerza a los colombianos que dejan en alto el nombre del país en cada una de sus disciplinas. Veo mucho ciclismo y admiro a Nairo Quintana.    

 ¿Era mejor el fútbol de su época?

Me gustaba más, creo que el nivel era muchísimo mejor. Del de ahora destaco el juego limpio. La tecnología ayuda a que no se permita hacer tantas mañas dentro de la cancha y eso ha hecho que en el terreno de juego los futbolistas se dediquen solo a jugar.  

¿Se queda con los delanteros de ahora o con los de antes?

Es difícil decidir porque ahora los delanteros tienen que ser más obedientes tácticamente, preocuparse por marcar y hacer trabajo sucio. Ahora son los primeros defensores de un equipo, los que marcan la salida del rival. Se les exige mucha presión alta. Antes se tenía la idea de que el delantero era el que estaba arriba como cazador de goles y por eso anotaban mucho. 

De todos los tantos que lo ubican como el máximo goleador histórico del América, ¿cuáles son los que más recuerda? 

Los goles que representaron títulos son los que más tengo en la cabeza, por todo lo que significaron. Recuerdo uno que le hice a René Higuita, en Medellín. Otro que le hice al Deportivo Cali en 1992. Veo los videos de los goles y me emociono mucho.

El ‘Pipa’ cuenta que su arquero favorito para hacerle goles era René Higuita.

¿Siente que fue un error volver al fútbol en 2009 con 45 años? 

Fue una gran oportunidad que me dio el América. No tuve que pensarlo mucho cuando me lo propusieron. Acepté el millón y medio de pesos que me  ofrecieron de sueldo y decidí vestirme de nuevo de rojo. Al principio era puro marketing, la idea era que más gente fuera al estadio. Pero el hecho de que mis dos hijas menores, Lenka y Antoniella, me vieran jugar por primera vez me ilusionó. 

¿Volvió a tapar el diablo que está en el escudo de la camiseta? En sus inicios lo hacía por superstición.

Sí lo hice. En mi bolso siempre cargaba un rollo de esparadrapo. Soy muy creyente en Dios. 

Cuando se conoció la noticia de su regreso al fútbol los medios de todo el mundo  registraron el acontecimiento: la BBC de Londres, CNN, ESPN, The Guardian, la RAI. Su retorno lo convirtió en el jugador más viejo del mundo. 

Pero el mayor alboroto se produjo en Colombia. Se habló de deshonra para el fútbol colombiano, que era un irrespeto. Decían: ¿Qué va a hacer este abuelo en la cancha? Pero yo defendí mi posición. Incluso cuando preguntaron si no temía poner en riesgo mi vida, respondí: “Si me muero jugando, será con gusto”. Fue una linda experiencia, solo queda la inconformidad de que no me pagaron todo lo acordado.  

Y Gabriel Ochoa Uribe, su  primer entrenador en el América, ahora con más de 80 años, estuvo en el cotejo que marcó su retorno. ¿Qué sintió?

Cuando me le acerqué para saludarlo me dijo “¡Anthony,  mi niño! Después de conocerte triunfando es muy duro tener que verte dando pasos de ciego”. Para él yo no merecía  exponerme a una presión que ya no podía soportar, ni asumir la responsabilidad de salvar a un equipo en crisis, llevando gente al estadio como si se tratara de un espectáculo  circense. “No, mi muchacho ya no está para jugar. Él debe entender que se trata de fútbol profesional. Si se equivoca se van a burlar, lo van a insultar”, dijo una vez.

¿Ha pensado dedicarse a la dirección técnica en algún momento? 

No me gusta porque desde muy joven me sometí a la dinámica que implica jugar en un equipo de fútbol profesional. Pasé mucho tiempo fuera de casa, lejos de mi familia. Me cansé de los viajes y las concentraciones. El trabajo de técnico es más difícil aun en comparación con el de jugador porque se trabaja más, hay que preparar partidos, ver videos, analizar al rival, viajar con la plantilla... No, no, no, yo no estoy para eso. Me siento bien como cazatalentos del América y en mi faceta como empresario. 

¿Y si Barcelona o el América se lo proponen alguna vez?

Se los agradecería, pero no aceptaría.

Datos

- Entre los logros individuales del ‘Pipa’ se destaca ser el pichichi de la Copa Libertadores 1996 con 11 anotaciones y Botín de Oro en el Campeonato colombiano 1990, con 25 tantos. En 2007, el América de Cali lo homenajeó con el trofeo como máximo goleador histórico del club.    

- Sus 29 goles anotados en la Copa lo han hecho pasar a la historia del certamen. También es un ídolo de la hinchada del América, del que es máximo goleador en la historia, con 206 tantos. (I)

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