“Uno es su historia”, frase destacada del DT uruguayo Mario Saralegui en una entrevista que le realizó este diario en el 2010, cuando dirigía a El Nacional. El ‘Vikingo’, jugador del Barcelona finalista de la Copa Libertadores de América en 1990, se refería al crecimiento de los futbolistas nacionales tras las conquistas de la selección -clasificaciones mundialistas de 2002 y 2006-. Con el cambio del “Nunca llegaremos al Mundial” al ”Sí se puede” y luego al “Sí se pudo”, los ecuatorianos -hinchas, jugadores, entrenadores, dirigentes, periodistas y tal vez gente no vinculada al fútbol- comenzaron a creer que lo que había sido imposible históricamente se hacía posible. La Tricolor enseñó, desde aquellas eliminatorias, que era factible vencer a Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Croacia, Polonia... Y el primero que tomó la posta y creyó que sus sueños podían hacerse realidad fue Liga de Quito, que contra los pronósticos le dio la primera Copa Libertadores al país en el 2008, y no conforme conquistó la Sudamericana 2009 y las ediciones de la Recopa en 2009 y 2010. Seis años después Independiente del Valle atrapó el testigo con una cantera de jugadores que llegaron al profesionalismo precedidos por una mejor historia que las de sus colegas de generaciones pasadas. “Antes salíamos con miedo a la cancha porque no habíamos ganado nada”, comenzaron a expresar los futbolistas después de los avances de nuestro balompié. La historia cambió. Cuando Jefferson Orejuela jugaba en las calles de su barrio con 8 años de edad, la Tricolor se clasificaba por primera vez a un Mundial de fútbol absoluto, con 12 vio la repetición de la hazaña y a los 15 vivió, por televisión, la gesta de Liga (Q) en el Maracaná. Por eso, el volante defensivo de Independiente debutó en la Copa, en 2014, creyendo que su escuadra podría repetir lo que hizo un equipo al que enfrenta por el torneo nacional, con campeones del continente como Norberto Araujo y Enrique Vera. Pero Orejuela logró soñar, al igual que los Angulo, Caicedo, Mina, Ayala, Cortez, Sornoza y otros más que incluso ya se fueron del plantel, porque cuando era adolescente y se ilusionaba en que a él lo vean por tv, Independiente lo descubrió, lo formó, lo cuidó, invirtió y apostó por él. Con Michel Deller al frente del proyecto y Pablo Repetto como guía técnica, la directiva del club apuntó a los jóvenes y los cobijó junto a unos pocos nacionales y extranjeros de bajo costo y mucho potencial: Azcona, Núñez y Rizotto.

Las metas del club no se limitan a la búsqueda de títulos, sino a generar deportistas integrales y transferirlos en importantes cantidades de dinero a los grandes del país o a clubes extranjeros. Colo Colo, River Plate y Pumas conocieron, sorprendidos, su potencial. Boca sabe a qué se atiene. Independiente sueña. (I)