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Deseos camuflados

Deseos camuflados
03 de junio de 2015 - 00:00 - Claudio Campos, entrenador de fútbol

El amor a primera vista por la pelota no entiende de estratos sociales y mucho menos de etnias y creencias. Ese flechazo que normalmente al producirse se catapulta como eterno, nos lleva a hurgar un poco más allá y así tratar de intuir en todo lo que puede generar en esos ojos que sin poder explicarlo con palabras entendieron que sus caprichos tienen imanes profundos de seducción.

La energía en la niñez hace que todo sea posible y que el cansancio pase a un segundo plano, a tal punto que podemos jugar varios partidos sin preocuparnos por la duración y mucho menos el lugar donde se realice.

Todos los que incurren en este inmenso periplo de deseos ocultos e intereses desconocidos y logran llegar a que algún club los contrate, debieron adoptar en el camino el formato de inmunes, entendiendo que si no activan ese mecanismo el sistema los puede devorar. El común denominador es adepto a este deporte y lo vive de diferentes maneras, exigiendo que en cada compromiso su amado escudo y colores se defiendan con honores de Estado, sin preguntarse en lo más mínimo como es la condición anímica de sus representantes. Al llegar a este punto tan significativo ahondaré en un aspecto que es muy privado y merece un análisis profundo y así poder llegar a una conclusión firme. Para salir a cada partido y ser un digno competidor necesito conjugar una buena preparación física y técnica, poseer el temple indicado para soportar la presión externa pero, por sobre todas las cosas, detentar en mi esencia las ganas intactas de jugar. Ir a entrenar todos los días se vuelve un trabajo y ya no una diversión, el deportista trabaja con su cuerpo y sus acciones determinarán el destino de su carrera y también de sus obligaciones. Muchas veces se denigra al jugador porque se atribuye de manera tácita que hace lo que le gusta y aparte le pagan para eso; no comprendiendo que no todos los casos son iguales y depende demasiado del escalafón en el que se encuentren. Los niveles económicos marcan muchas circunstancias, diferenciando de esta manera las necesidades de unos y otros.

El futbolista que transpira cada día en clubes con escasas ambiciones y problemas constantemente se levanta sabiendo que la única manera de surgir y no hipotecar todos los años de padecimientos es trabajando a conciencia en la eterna búsqueda de mejorar. En esta coyuntura seguramente predomina la necesidad que indirectamente se aferra a la lucha y a vivir un martirio perpetuo creyendo aún más en  aquel flechazo que inició el romance. Repasando otros sucesos debo brincar al primer mundo del balompié para desmembrar la realidad del mejor de todos y así comprender otras facetas de esta deseada e incomprendida profesión. Messi es uno de los polos opuestos a las carencias diarias que transitan la mayoría de sus colegas, eventualidad que podría inclinarlo a la vereda del conformismo, pero no es así. Su espíritu competitivo ya no es con los demás, sino con él mismo, demostrando en cada una de sus intervenciones la sumisión que tiene por sus condiciones naturales a las que venera con actitud y empeño constante. Entonces, la pregunta que me hago es, ¿cómo hace el jugador a pesar de todo para nunca perder el deseo de jugar? (O)

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