Las estructuras de los planteles de fútbol gozan de piezas claves que son muy difíciles de encontrar y casi imposibles de reemplazar. En una histórica discusión futbolera se afirma que para poder ostentar esta designación es necesario tener un abanico de características dentro del campo de juego para poder primero plasmar una idea tangible y desde sus mecanismos conseguir los objetivos que tiene este deporte que son gustar y ganar.

Hay artistas que brillan y son alabados por las pasiones que generan. Opacan, sin proponérselo, a su compañero más leal y que por su condición de peón, siempre deja el protagonismo perdiéndose en la sombra del beneficiado. Le voy a poner nombre y apellido a la pareja de una novela que seguramente ya está registrada para la posteridad en las retinas de los amantes de este juego, y ellos son Busquets e Iniesta. Para poder entender la impronta y esa vehemente paz que transmite el encantador de serpientes que es Andrés Iniesta, tenemos que indefectiblemente revisar los pilares fundamentales donde apoya su talento para poder explotarlo con tanta naturalidad que en muchas ocasiones parece no fuera real. Iniesta es un volante creativo que exhibe orden táctico y mucho sacrificio más allá de que sus virtudes no estén para nada asociadas a las fortalezas físicas que requiere el fútbol a nivel profesional. Sus controles orientados y una visión de juego increíble lo catapultan como el hombre indicado para llevar las riendas de las constantes construcciones de jugadas que propone este laureado equipo ya mítico en cada uno de sus compromisos. Pero para comprender la enorme valía de este diminuto futbolista es necesario revisar quien camina detrás de sus espaldas disfrutando en primera fila de la incesante nobleza y buen trato hacia el balón, y ese es el desgarbado y poco atlético Sergio Busquets, jugador que conoce a la perfección sus funciones y lo importante que es que sus decisiones sean acertadas para que el puñado de ingeniosos que tiene en la ofensiva y los aplicados defensores a sus espaldas gocen del equilibrio necesario para competir en un juego que procura y premia siempre al que encuentra el orden táctico. El volante central del Barcelona español nunca está mal parado y parece que tiene un imán porque todas las pelotas caen en sus pies, y eso no es casualidad sino el trabajo anónimo, desinteresado y aplicado de un futbolista que con su accionar potencia el talento de sus compañeros. Juega en la mayoría de los casos a uno y dos toques, tiene presencia en ambas áreas en aspecto aéreos y sin ser un hombre que busca el contacto tampoco lo evade cuando la situación lo amerita. Aunque suene difícil de entender, es más difícil para el entrenador encontrarle reemplazo a Busquets que al propio Messi. Todo el caudal futbolístico que este enorme equipo despliega cada partido se basa en conceptos muy claros e innegociables y el claro ejemplo parte de los pies de este eje central que marca los tiempos, las pausas y el camino idóneo para lastimar al rival. Busquets no enamora porque el fútbol es un deporte que aplaude e idolatra al que transforma las emociones en goles y tiene la capacidad de resaltar en los últimos metros del campo; pero este enorme futbolista brilla de manera impresionante en un sector que solo pueden transitar con glamour algunos pocos elegidos. (O)